'Juana de Arco en la hoguera' y la sociedad falocrática

'Juana de Arco en la hoguera' y la sociedad falocrática

Poco a poco, la ilusión de los primeros instantes se va deshaciendo como un azucarillo en el agua.

Marion Cotillard en 'Juana de Arco en la hoguera'.TEATRO REAL

En términos generales, el interés de los aficionados a la ópera por el teatro es inversamente proporcional al de los aficionados al teatro por la ópera. Por eso la Juana de Arco en la hoguera del compositor Honegger y del poeta Claudel protagonizada por Marion Cotillard ha cambiado el tipo de público que ocupa las butacas del Teatro Real.

Se ve gente joven con la camiseta de su equipo, pantalón corto y deportivas. Se ven parejas de treinta y tantos, vestidos de casual chic, que se puede imaginar comenzando o asentando una relación en un gran teatro, al estilo que han visto en miles de series y películas. A la que luego siga una cena y, quizás, algo más. Esta vez, gracias a los descuentos de último minuto para menores de treinta y cinco para asegurar que se llena el teatro cuando su público habitual no responde, están sentados en platea y en buenos asientos, como unos señores.

¿Qué se han encontrado? Seguramente lo que buscaban. Ver a Marion Cotillard. Y la ven, porque a penas deja el escenario, donde la han puesto en todo el centro de donde se mueve poco. Excepto un momento que asciende al cielo a ver a las vírgenes de las que habla en la obra. 

Por eso, si esta es la expectativa con la que se va al teatro, este espectáculo la cubre de sobra. Otras, tal vez no. Y eso que cuando sube el telón ese bonito mundo de niebla nocturna o de nubes flotando que se muestra hace pensar que va a ser una gran noche de teatro, de teatro musical, y de ópera.

No solo está Marion Cotillard, en el foso se encuentra Juanjo Mena, un director de orquesta español que tiene un carrerón internacional. Y sobre el escenario pisan con fuerza Alex Ollé y Alfons Flores, procedentes de La Fura dels Baus. Una compañía que por sus primeros espectáculos nadie diría que se ajustase a la ópera o la música clásica, pero en la que los teatros y festivales de este tipo de espectáculos han encontrado un filón desde 1999.

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Sin embargo, poco a poco, la ilusión de los primeros instantes se va deshaciendo como un azucarillo en el agua. La interpretación de la música no ayuda. Hay momentos en los que se oye o se identifica en demasía a los instrumentos, como si sonasen para hacerse oír sin dejar escuchar la música. 

Tampoco las voces de las cantantes se ajustan a las expectativas del espectáculo. Ni si quiera la de Marion Cotillard, que no canta, pero cuya prosodia, la forma en la que tiene de decir el texto, está pautada en la partitura. No la ayuda el microfonado que le da una cualidad extraña a su voz. Microfonado necesario para que la música no tape la voz de la actriz. Aunque, como se intuye en alguna crítica musical, cueste entender que una cantante cante sin micrófono y la actriz no tenga la potencia de voz suficiente para que se la escuche sin el mismo

Alex Ollé, el director de escena, al menos deja imágenes interesantes, más allá del bonito comienzo de las nubes o niebla nocturna. Por su puesto que está presente la marca de la casa ‘furera’. Como son la suciedad y el barro en el que parecen vivir muchos de los personajes de sus obras, al mejor estilo Mad Max o The Walking Dead, y, también, los personajes de esta obra. 

Igualmente, es una buena idea esa separación entre cielo y tierra. Entre la suciedad y el hacinamiento de la vida terrenal en común y el etéreo cielo de los dioses, que en este espectáculo es de las diosas. Vírgenes rubias y doradas que flotan sobre ese pueblo, malhablado, gritón y maloliente.

Aunque no es la imagen más acertada ni lo más comentado. No. Lo más comentado son los penes y las vulvas falsas que muestran los miembros del coro como si fueran desnudos. Una reproducción muy conseguida que hace pensar al público no informado que el coro está desnudo de verdad. Más realista y marcada en los falos que en los labios vulvares. Una metáfora explícita de la sociedad falocrática en la que vivimos, así como del pansexualismo en el que se han convertido las relaciones. Un grito de: Vaya el falo por delante.

Un mundo en el que las formas y las maneras son las de las hordas de hooligans futbolísticos, que asumen por igual hombres y mujeres. Al estilo de las celebraciones de las hinchadas del Real Madrid tras ganar la liga y la Champions. De hecho, el coro viste con harapos que parecen camisetas de equipos de futbol y bufandas. Algo que se hace muy explícito en el momento que a los coristas les hacen ocupar unas gradas y cantar como si se gritasen unos a otros “Cómo no te voy a querer…”, el himno del equipo antes citado, y la manera en la que se comportan cuando el Rey aparece y se pasea en su carroza por el escenario.

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Todo esto para contar el juicio histórico al que se sometió a Juana de Arco. La mujer que vestía con ropas de hombre, integrista en lo religioso y en la unidad de Francia, por la que luchó. Líder natural no aristocrático que ponía en riesgo y en solfa el poder eclesiástico y falocrático de la Iglesia y del Rey.

Figura histórica sobre la que recaen una y otra vez artistas de todo pelaje y condición tratando de hacer la obra definitiva sobre ella. Y, ahora, muchas corrientes sociales para hacerla suya. Como el partido de Marine Le Pen que la celebra por su integrismo católico y su extremo nacionalismo francés. Lo mismo que la celebran y la eligen como abanderada el feminismo o el colectivo LGTBI+, movimientos que habitualmente no se caracterizan por su ultracatolicismo ni por su nacionalismo. 

A todos ellos parece escapársele. Por tanto, no es de extrañar que también se le escape a la hora de retratarla y de cantarla a esta producción. Al final, no se sabe quién es el personaje, ni se entiende que se está jugando en escena. 

Sí, claro, se ve que se la reprime y recrimina, y ella se defiende. Eso está claro, pero lo que se juegan el poder, el estado y ella, no lo está. Y la brutalidad real, más contada que expresada, tampoco. Los textos de Claudel, al menos la traducción que se puede leer en los sobretítulos, no ayudan a entender lo que pasa. 

El problema puede que esté en quién mira que recientemente ha visto Erresuma / Kingdom / Reino de Calixto Bieito a partir de textos de Shakespeare que también incluía el martirio/tortura de Juana de Arco. La brutalidad y hasta el sadismo, así como la resistencia de ella a la que se le hacía tragar leche por un tubo hasta vomitar. Una representación tan real de la violencia que llamaba al rechazo a no ser que se trata de una persona sádica.

Al final, lo que queda es el buen trabajo del Coro Intermezzo, el coro del Teatro Real, y el de los Pequeños Cantores de la JORCAM. El primero alabado por cuanto director musical y de escena que llega a trabajar en este teatro por su calidad vocal y por su calidad actoral. Lo que permite convertirlo en un elemento más de la puesta en escena. Hace juegos de masas musicales que es difícil de ver en otros teatros de ópera y que en esta producción se ven y se oyen bien. Lo que vuelve a confirmar que, no por este trabajo en particular, sino por su trayectoria se merece un gran premio nacional. ¿A qué están esperando?

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Como el dramaturgo Anton Chejov, me dedico al teatro y a la medicina. Al teatro porque hago crítica teatral para El HuffPost, la Revista Actores&Actrices, The Theater Times, de ópera, danza y música escénica para Sulponticello, Frontera D y en mi página de FB: El teatro, la crítica y el espectador. Además, hago entrevistas a mujeres del teatro para la revista Woman's Soul y participo en los ranking teatrales de la revista Godot y de Tragycom. Como médico me dedico a la Medicina del Trabajo y a la Prevención de Riesgos Laborales. Aunque como curioso, todo me interesa.