Maik Keller, general de la OTAN: "No veo indicios de una disminución del apoyo a Ucrania"
"Actualmente, todo marcha bien, pero requiere un esfuerzo constante para movilizar fondos y ajustar muchos pequeños parámetros que garanticen la continuidad".

Por si las conversaciones de paz no fructifican, a horas de la reunión entre el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el de Ucrania, Volodímir Zelenski, el general de división Maik Keller no tiene dudas. El compromiso occidental con Ucrania sigue intacto, pese a que la guerra entra ya en su cuarto año y no se vislumbra un final cercano.
"Desde mi perspectiva, no veo indicios de una disminución del apoyo a Ucrania", afirma en una entrevista con el diario alemán Die Welt. "Actualmente, no es previsible el fin de la guerra. Esto hace que el compromiso a largo plazo de Occidente sea aún más crucial".
Keller es subcomandante del cuartel general de apoyo y entrenamiento de la OTAN para Ucrania, la NSATU, con sede en Wiesbaden. Desde allí coordina uno de los engranajes menos visibles pero más decisivos del conflicto: el flujo constante de armas, reparaciones, logística y entrenamiento que permite a Ucrania sostener el frente frente a Rusia sin que la OTAN intervenga directamente en combate.
Una maquinaria de apoyo que no se detiene
La sede de la NSATU alberga a unos 350 militares de 31 países, incluidos socios no pertenecientes a la OTAN como Australia y Nueva Zelanda (y con Japón como posible participante). Su misión es sincronizar entregas de armamento, mantenimiento de sistemas complejos, logística multinacional y programas de formación adaptados a las necesidades ucranianas.
La escala del esfuerzo contradice el relato de una supuesta "fatiga de Ucrania". Solo el nodo logístico de Polonia canaliza unas 18.000 toneladas de material al mes, combinando carretera, ferrocarril y transporte. Desde 2022, casi 70.000 movimientos de material han pasado ese único centro. "Es una cifra enorme", resume Keller.
El músculo financiero lo aporta el mecanismo PURL de la OTAN, por el que varios Estados europeos reúnen 2.000 millones de euros mensuales, estructurados en paquetes de 500 millones, para financiar equipamiento suministrado por Estados Unidos a Ucrania. "Actualmente, todo marcha bien, pero requiere un esfuerzo constante para movilizar fondos y ajustar muchos pequeños parámetros que garanticen la continuidad", advierte.
Alemania, de la cautela al liderazgo
Keller subraya el papel de Alemania, que ha pasado de una posición inicial prudente a convertirse en uno de los principales apoyos de Kiev. Los sistemas Patriot entregados por Berlín son, en sus palabras, "invaluables" para la defensa aérea ucraniana. Además, Alemania acoge la sede del NSATU, lo que refuerza su peso político y operativo dentro de la alianza.
Drones: el 2% que explica hasta la mitad de las bajas rusas
Quizá la afirmación más llamativa de Keller tiene que ver con la guerra de drones. La Fuerza de Sistemas No Tripulados de Ucrania representa apenas el 2% de sus fuerzas armadas, pero sería el responsable de entre el 30 y el 50% de las pérdidas rusas. "Esto ilustra la magnitud de problema", afirma.
El secreto, explica, no está en el entrenamiento militar clásico. Muchos operadores proceden del mundo digital: gamers, DJs o perfiles técnicos con alta capacidad de adaptación en un entorno donde todo cambia cada dos o tres semanas, surgiendo nuevos desarrollos y reentrenos.
El resultado es un campo de batalla hipervigilado. "Cualquier cosa se mueva a unos 20 kilómetros por delante o detrás de la línea del frente es detectada y atacada", señala Keller. Así, los carros de combate pesados y en grandes formaciones blindadas son cada vez menos protagonistas.
Hacia la autosuficiencia ucraniana
Pero no todo es optimismo: el general reconoce una realidad incómoda: las reservas occidentales están prácticamente agotadas, consecuencia de 20 o 25 años de desatender la defensa nacional y colectiva. La respuesta estratégica pasa por maximizar la producción dentro de Ucrania.
Alemania ya financia la fabricación de drones de largo alcance en territorio ucraniano y se multiplican las empresas conjuntas entre compañías alemanas y ucranianas, tanto para reparación como para producción. Ucrania, afirma Keller, ya es uno de los actores más avanzados del mundo en tecnología de drones.
El reto es mayor con sistemas heredados, como el Leopard 1A5 o el Gepard, retirados de los arsenales occidentales y con repuestos cada vez más escasos. La solución pasa por licencias, soporte técnico y producción local de componentes críticos.
Keller descarta la idea de una "arma milagro" que decida la guerra. Lo determinante es un flujo sostenido y previsible de materiales, junto a perspectivas fiables para Ucrania. El mensaje, concluye, es inequívoco: la infraestructura de apoyo de la OTAN no se está reduciendo; se está institucionalizando. Un aviso directo a Moscú de que una guerra de agresión no resulta rentable a largo plazo.
