Septiembre, el segundo enero: cómo no tropezar en la losa de los propósitos sin cumplir

Septiembre, el segundo enero: cómo no tropezar en la losa de los propósitos sin cumplir

El inicio de curso es un buen momento para plantearse nuevos objetivos o recuperar algunos que nos propusimos al comienzo del año.

Dos jóvenes practican ejercicio cardiovascular en un gimnasioRICARDO VIA GETTY IMAGES

“Soy más de propósitos de septiembre que de año nuevo, porque para mí el año empieza con el curso”. Laura, madrileña de 40 años y madre de dos hijas cuenta que, en vez de ponerse a pensar en medio de la resaca navideña, prefiere el descanso de verano, cuando se le queda “la mente en blanco” y tiene más energía para plantearse nuevos retos. Como Laura, muchos aprovechan estos últimos días de vacaciones -o primeros de trabajo- para marcarse nuevos objetivos personales y profesionales, o retomar esos que quedaron escritos en una lista en las primeras semanas del año y de la que apenas se supo en los meses siguientes.

Después de identificarlos, estos días Laura traduce esos objetivos vitales en tareas concretas que sí apunta en la agenda. Y las suele cumplir, porque dice que no poder tacharlas en su móvil le agobia más que ponerse a hacerlas.

Los expertos coinciden: da igual cuándo nos los marquemos, pero los objetivos deben ser realistas, graduales, lo más concretos posibles, y no abandonarlos si un día -o una semana- dejamos de cumplirlos. Además, contárselo a familiares y amigos puede ayudar a comprometerte más con ellos, y que esas personas te recuerden tu meta final y te aplaudan los primeros pasos.

Para Rodrigo Esponda, fundador y coordinador de la escuela de patinaje madrileña Impulso urbano, septiembre “siempre es una época especial, en la que se nota que la gente se propone patinar de nuevo con mucha ilusión”. Así, octubre es su mes con más inscripciones como reflejo de todos los que se acercan durante el mes anterior a su centro. Aunque también señala que siempre hay unos cuantos que llegan con muchas ganas y cuando ven el esfuerzo, o llega el frío, abandonan en los meses siguientes. “Depende sobre todo del carácter, pero si vinieron solo por cumplir una meta, a los dos meses normalmente se van”, reconoce.

Los motivos del abandono

Como todo el mundo sabe, lo difícil no es tanto ponerse metas, sino cumplirlas. Según un estudio de 2016 de la universidad estadounidense de Scranton, solo el 8% de las personas cumple los propósitos que se puso al comenzar el año. La Universidad de Hertfordshire, en Reino Unido, elevaba esa cifra a el 12% de los encuestados.

“El comportamiento sedentario también es adictivo. Que una persona sedentaria consiga dejar de serlo es como si una persona logra dejar de fumar”. El ejemplo es de Alfonso Jiménez, director del observatorio de la Fundación España Activa y también director de Innovación en la cadena de gimnasios GO fit. Jiménez apunta que, tanto en España como en otros países europeos, un tercio de las altas en centros deportivos se producen en septiembre y cerca de otro tercio al comienzo del año.

Que una persona sedentaria consiga dejar de serlo es como si una persona logra dejar de fumar
Alfonso Jiménez, experto en ciencias del ejercicio.

Este catedrático de Ciencias del Ejercicio y la Salud en la Universidad Rey Juan Carlos apunta que la mitad de quienes comienzan a hacer ejercicio lo abandonan entre los tres y los seis primeros meses. Además de por cuestiones socio-económicas, de género o urbanísticas, Jiménez subraya que para evitar ese riesgo de abandono, “el individuo tiene que disfrutar de la práctica”. Pero esa satisfacción puede tardar en llegar porque “las famosas endorfinas (las llamadas “hormonas de la felicidad) no parecen al principio, sino a partir de la cuarta o la sexta semana de ejercicio regular”. De ahí, según este experto, el papel fundamental que deben realizar los centros deportivos, proponiendo ejercicios muy progresivos en los primeros momentos. “No hacen falta grandes esfuerzos. Cuanto más hagas más vas a querer hacer”.

Para explicar esos niveles de abandono tan temprando, los profesores de neurociencia y educación en la Universitat de Barcelona, Anna Forés y David Bueno, proponen en este artículo mirar hacia el cerebro para ver qué partes se activan a la hora de hacer una planificación y cuáles a la hora de tomar las decisiones inmediatas. “Normalmente la recompensa esperada, que es lo que a nivel cerebral nos permite mantener la atención y el interés, se demora. Y la tentación de sucumbir a los placeres inmediatos se hace cada vez más fuerte”. Ante esto, los autores proponen enfocarnos en la “la sensación de recompensa” como forma de mantenernos firmes en la motivación y recuerdan que cualquier momento es bueno para marcarse nuevos objetivos.

Dos recomendaciones que cumple Daniel, un joven asturiano residente en Madrid, que no se pone a escribir listas de propósitos vitales porque le suena “algo fantasioso”, pero sí que de vez en cuando se marca un calendario con los pasos necesarios para acabar un proyecto importante. Y lo que es más importante, hace el seguimiento periódico para ver si lo está cumpliendo. Ya en junio, Daniel reservó su plaza para retomar en septiembre sus clases de guitarra; y dado que no tiene hijos ni otras cargas familiares, se plantea dedicar dos tardes más a la semana a ir a la piscina y a patinar, “pero sin agobios” si alguna vez no lo cumple.

En enero de estos últimos años, este aficionado a los viajes y a la cultura china sí se ha marcado el objetivo, a través de una plataforma, de leer unos 20 libros anualmente. “No me preocupa si no lo cumplo, porque en realidad me da igual leer 16 o 21, pero sí me anima ver cuánto tiempo le dedico a la lectura y a coger el libro antes de un viaje en vez de descargarme una serie”. Cada vez que acaba un libro lo anota en la aplicación, y además de para luego recordar qué títulos ha leído, eso también le produce “ese tipo de satisfacción” que tiene tachar cosas de la lista de tareas.

Listas cortas y realistas (para cuidarnos)

  Una joven lee tranquilamente en un entorno natural. RECVISUAL via Getty Images.

Para Natalia Pedraja, directora de Apoyo psicológico en casa, no solo enero o septiembre, sino que cualquier momento es bueno para establecer una lista de objetivos vitales como forma de empezar una nueva etapa en nuestras vidas.

Para esta psicóloga general sanitaria, el primer requisito para plantear cualquier objetivo es conocerse bien y tener una visión honesta de uno mismo. “Si nos ponemos objetivos que no podemos alcanzar la técnica es contraproducente, se acumulará un fracaso tras otro y se puede llegar a un sentimiento de malestar”, advierte. Por el contrario, si poco a poco vamos cumpliendo nuestros objetivos, se reforzará nuestra autoestima.

“Un objetivo no puede ser hacer deporte, tiene que ser más concreto”, señala. Para establecer bien ese listado de buenos propósitos, Pedraja propone la técnica “SMART”, que señala que cualquier objetivo debe ser específico, medible, alcanzable, relevante para quien se lo plantea, y con un límite temporal. Además, la psicóloga recomienda ver en qué ámbitos (laboral, familiar, de pareja, social) nos queremos concentrar en nuestra actual momento vital, y a partir de ahí comenzar nuestra lista.

“Si no he movido el cuerpo en todo el año, no puedo proponerme ir 5 días a la semana al gimnasio”. La psicóloga Julia Johansson coincide en que es fundamental proponernos objetivos realistas. El año nuevo, el inicio de curso tras las vacaciones, o el día de nuestro cumpleaños pueden ser buenos momentos para hacerse esa lista de objetivos ya que “cualquier cambio de ciclo puede ayudarnos a empezar a dar esos primero pasos”. Su primera recomendación sería hacer balance del periodo anterior, ver qué nos ha funcionado, qué hemos logrado y qué cosas nos gustaría haber hecho más. Y partir de esa retrospectiva elaborar nuestra nueva carta de deseos e intenciones.

Los objetivos deben relacionarse con un propósito de bienestar, no con una exigencia de perfección
Julia Johansson, psicóloga.

Pero la clave de estas listas, según Johansson, es que las cosas que ponemos en ellas tengan que ver con “un propósito de bienestar, algo que nos sienta bien”, y no con una “exigencia de perfección impuesta desde fuera”. Esta terapeuta, especializada en atención a mujeres, alerta del especial peligro de que sean ellas las que se planteen “listas inabarcables”, con tareas que incluyan “no tanto lo que les sienta bien, sino lo que creen que se espera de ellas”. Ante ese riesgo de sobrecarga, propone hacerse listas de uno, dos, o máximo tres objetivos, y que tengan que ver más con cuidarse a una misma que con esa búsqueda de perfección. Y es que si nos hacen sentir bien, habrá muchas más posibilidades de que los cumplamos.