Síndrome del espejo III: Obesidad, anorexia y otras distorsiones cognitivas

Síndrome del espejo III: Obesidad, anorexia y otras distorsiones cognitivas

Algunas personas que, ya sea por razones genéticas, psicológicas, familiares o sociales, tienen alterados los mecanismos de autopercepción; sufren y acaban desarrollando conductas patológicas por culpa de su deficiente auto-contemplación y auto-evaluación.

En las últimas décadas se puede observar que la figura se ha estilizado mucho más en las mujeres y musculado mucho más en los hombres, pero, eso sí, la obesidad es asimilada a fealdad, enfermedad o estigma. Eso tiene que ver con que desde mediados del siglo XX se ha producido un mayor incremento de producción de recursos y de abundancia de alimentos que en todos los siglos anteriores, y, en consonancia, se propagó el rechazo de la obesidad como algo antiestético e inadecuado para los tiempos modernos, y de ahí se pasó velozmente a la moda de la delgadez extrema como preferente estético. Y luego la norma se ha seguido imponiendo por mor de la saturación publicitaria y comercial. Cuantos más espejos, pantallas y escaparates, mayor desdoro, baldón y estigma de la obesidad.

Pero ¿podemos ofrecer alguna solución a las personas obesas? Podríamos empezar por pedirles que adelgazaran, pero eso sería poco eficaz. Es como decirle a un depresivo que se anime. Si pudiera hacerlo no nos necesitaría. Luego es necesario que al menos valoren sus intentos de adelgazar como un honrado esfuerzo por ser dueños de sí mismas, por no disociarse de su cuerpo, por no hacer que la imagen del espejo sea su peor enemiga. Que aprendan a luchar contra su obesidad, pero inteligente y empáticamente. ¡Hagamos dieta!, pero si dieta es sinónimo de restricción, sufrimiento y prohibición, entonces fracaso, luego depresión. Eso no sirve. Hay que hacer dieta, pero no como una condena, sino como una norma, con espíritu apolíneo: "Nada en exceso". Y hay que aderezarla con ejercicio físico moderado y regular, con más calma y menos estrés, y, si a pesar de todo, no logramos vencer a la báscula, a lo mejor es que tenemos un metabolismo desequilibrado y en ese caso hemos de consultar con el médico.

La dismorfofobia es una enfermedad que consiste en sentirse horriblemente feo sin que haya ninguna anomalía, deformación o rasgo que lo justifique. Hay casos tan conocidos y graves como Michael Jackson, que odiaba tanto su negritud y sus narices que acabó pagándolo con la vida.

Se trata de una idea fija, exagerada e irrebatible de padecer una grave deformidad física (dismorphia), sin motivos razonables para ello, o con motivos mínimos. Afecta a 1-2% de la población, hombres y mujeres por igual, generalmente jóvenes y de clase social media-alta. Muchos empiezan con leves preocupaciones por algún defectillo, y acaban padeciendo obsesiones graves, hasta el punto de complicarse con depresiones, abuso de sustancias o suicidio. Las áreas del cuerpo más implicadas son la piel, el cabello, la nariz, los dedos de los pies, el abdomen, los senos, los ojos, los muslos y los dientes. Este trastorno, lejos de ser un mero asunto estético, es tan grave que compromete las relaciones, el trabajo y la salud física y mental de los afectados. Su tratamiento es complejo, y debe incluir una combinación de psicoterapia y psicofármacos, y no en medidas meramente cosméticas.

En la actualidad la restricción alimentaria y la delgadez son los patrones de conducta más adaptados biológica y socialmente. Es decir, los que se asocian con una mayor calidad y cantidad de vida, y también con mayor probabilidad de éxito social y de dejar descendencia. Es decir, las personas delgadas y esbeltas serían más sanas, más atractivas, vivirían más, tendrían más éxito y dejarían más descendencia. Esto se explica por el denominado modelo de la CAARS (Capacidad Autopercibida de Aptitud para la Reproducción y la Supervivencia). Por ejemplo, ser obesos en Atapuerca sería un rasgo positivo de CAARS, especialmente en las hembras, que tenían que gestar y amamantar a sus hijos, pero ahora ser obesos es ostensiblemente anti-CAARS. Desde que tenemos espejos y neveras lo que mola es comportarse anoréxicamente, por eso las princesas de las pasarelas son tan esbeltísimas. Claro que, como siempre, pasarse de la raya acaba siendo anti-adaptativo, y lo que empezó siendo un rasgo pro-CAARS, ha acabado siendo anti-CAARS, o, lo que es lo mismo, anti-ecológico, anti-evolutivo y anti-saludable.

La distorsión perceptiva característica de las personas con TCA, que les hace verse gordas cuando están flacas es de naturaleza neurobiológica. Hay una alteración cerebral que la produce. Cuando uno se contempla a sí mismo en el espejo, no solamente realiza una percepción, sino que lo compara con la representación mental del propio cuerpo que cada uno tiene gravado, y además le añade una valoración emocional.

En los últimos cientos o miles de años, los espejos y sus múltiples variantes han permitido una auto-contemplación visual constante, fina, precisa y minuciosa. Los espejos han metido en nuestro cerebro esquemas cognitivos y perceptivos nuevos, junto con nuevas valoraciones emocionales y juicios sociales y culturales. Pero nuestro cerebro antiguo no está adaptado para juzgar adecuadamente nuestro esquema corporal moderno, y sobre todo le cuesta adaptarse a los cambios tan rápidos. Por eso algunas personas que, ya sea por razones genéticas, psicológicas, familiares o sociales, tienen alterados esos mecanismos de autopercepción; sufren y acaban desarrollando conductas patológicas por culpa de su deficiente auto-contemplación y auto-evaluación.

Jesús J. de la Gándara es autor de 'El síndrome del espejo', donde se desarrollan las cuestiones presentadas en este artículo.