Alin Comșa, psicólogo: "Elegimos parejas que se parecen a nuestros padres porque queremos afirmar lo que somos, sabemos y hemos vivido"
Esta búsqueda de reafirmación no solo aparece en la vida íntima. También se manifiesta en discusiones con extraños, en redes sociales o incluso en situaciones cotidianas.

En nuestras relaciones afectivas hay patrones que se repiten sin que seamos plenamente conscientes. Una de las ideas más llamativas aparece en una conversación publicada por el medio rumano Libertatea, donde el psicólogo y especialista en comunicación Alin Comșa explica por qué, a menudo, terminamos eligiendo parejas que se parecen a nuestros propios padres. Y no solo en el plano emocional: también en el físico.
Comșa señala que este fenómeno no es casual, sino profundamente psicológico. Según el experto, pasamos a la adultez con una estructura mental marcada por aquello que conocemos y que nos ha dado identidad. En sus palabras, “queremos afirmar que lo que tenemos, lo que somos, lo que sabemos y lo que hemos vivido es correcto”. Por eso, al elegir pareja, buscamos de forma inconsciente rasgos familiares, figuras que nos devuelvan la idea de que nuestra historia personal “funciona”.
Esa búsqueda de validación explica también por qué muchas parejas, después de convivir durante años, desarrollan parecidos físicos o gestuales. Comșa lo explica de forma sencilla: “Uno copia al otro”. Con el tiempo, imitar expresiones, tonos de voz o formas de reaccionar acaba creando una similitud evidente. Para el psicólogo, este reflejo es una manera de reforzar nuestra identidad y obtener estabilidad emocional dentro de la relación.
Además, Comșa enlaza esta tendencia con un impulso humano más profundo: la necesidad de tener razón. Retoma ideas de Schopenhauer, en cuya obra se inspira uno de los cursos que imparte, para explicar que “existe en nosotros un deseo absurdo de ser importantes, pase lo que pase”. Elegir a alguien que nos recuerda a nuestros padres, afirma, consolida la sensación de que nuestro origen y nuestro aprendizaje son válidos. Es una forma de decirnos a nosotros mismos que “tenemos razón” sobre quiénes somos y sobre cómo entendemos el mundo.
Esta búsqueda de reafirmación no solo aparece en la vida íntima. También se manifiesta en discusiones con extraños, en redes sociales o incluso en situaciones cotidianas. Comșa apunta que vivimos en una época donde “la verdad suprema es la verdad personal”, una verdad que defendemos incluso cuando no tiene fundamento.
Al final, elegir a alguien que se parece a nuestros padres o terminar pareciéndonos a nuestra pareja no es un accidente romántico, sino un mecanismo psicológico que refuerza nuestras certezas y nuestra identidad. Un recordatorio, según Comșa, de que lo familiar nos resulta cómodo porque nos dice quiénes somos y por qué creemos lo que creemos.
