Asombro de los científicos ante el descubrimiento que escondía la serpiente más mortal del mundo
Su mordedura puede ser fatal en un período de 20 minutos.

Durante décadas, los mineros del carbón confiaron en canarios para anticipar la presencia de gases tóxicos. Hoy, un grupo de científicos sudafricanos sugiere que la serpiente más letal del planeta, la mamba negra, podría cumplir una función similar en la lucha contra la contaminación.
Un estudio de la Universidad de Witwatersrand, en Johannesburgo, reveló que las escamas de esta serpiente almacenan rastros de metales pesados que circulan en la cadena alimenticia. Cuando los roedores o aves que consume han estado expuestos a contaminantes, las toxinas terminan acumulándose en el cuerpo del reptil, convirtiéndolo en un indicador fiable de la salud ambiental.
El profesor Graham Alexander, herpetólogo de la institución, subrayó que “la presencia de altos niveles de metales pesados en los tejidos de una mamba negra es una señal inequívoca de que el ecosistema local está en riesgo”. El hallazgo cobra relevancia en ciudades como Durban, donde la basura atrae a los roedores y, en consecuencia, acerca a estas serpientes venenosas a zonas habitadas.
Más allá de su temible reputación —su mordedura puede ser mortal en apenas 20 minutos y alcanza velocidades de hasta 20 km/h, según National Geographic—, los expertos insisten en que la mamba negra está lejos de ser una amenaza gratuita. De hecho, si no se la molesta, desempeña un papel clave como controladora natural de plagas.
Además, estas serpientes suelen permanecer en el mismo refugio durante toda su vida, lo que las convierte en excelentes centinelas ecológicos. Esa estabilidad territorial ofrece a los investigadores una ventaja para medir de forma precisa la contaminación en áreas específicas y plantear estrategias de protección ambiental.
El estudio, que propone usar a las mambas como “termómetros vivos” en ciudades africanas, busca también cambiar la percepción pública sobre ellas: de símbolo de miedo a recurso valioso. “Es un método seguro para la serpiente y con un potencial enorme en entornos urbanos”, concluyó el profesor Mark Humphries, coautor de la investigación.
