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El súper portaaviones que fue el estrella de la Armada española y hoy es un montón de chatarra

El súper portaaviones que fue el estrella de la Armada española y hoy es un montón de chatarra

Fue una pieza clave de la defensa española.

El súper portaaviones que fue el estrella de la Armada española y hoy es un montón de chatarra

Fue una pieza clave de la defensa española.

El súper portaaviones que fue el estrella de la Armada española y hoy es un montón de chatarra

Fue una pieza clave de la defensa española.

El súper portaaviones que fue el estrella de la Armada española y hoy es un montón de chatarra

Fue una pieza clave de la defensa española.

El súper portaaviones que fue el estrella de la Armada española y hoy es un montón de chatarra

Fue una pieza clave de la defensa española.

Portaaviones USS Dwight D. EisenhowerGetty Images

Durante más de dos décadas, el portaaviones Príncipe de Asturias fue una pieza clave de la Armada Española, un símbolo de modernidad y poderío naval que marcó una era en la historia militar del país. Diseñado en los astilleros de Ferrol y basado en un concepto norteamericano adaptado a las necesidades españolas, este buque de 196 metros de eslora y capacidad para transportar hasta 29 aeronaves se convirtió en un hito tecnológico y estratégico. 

Desde su incorporación en 1988, apoyó un papel clave en operaciones nacionales e internacionales, destacando por su capacidad de maniobra y su contribución a la proyección de fuerza en alta mar. Sin embargo, lo que una vez fue un orgullo nacional terminó enfrentándose a los desafíos del tiempo, la anticuada tecnológica y los altos costos de mantenimiento. El destino del que una vez fue el portaaviones estrella tomó un giro drástico y actualmente, no es más que un montón de chatarra.

Su gran momento

El Príncipe de Asturias se inspiró en los diseños del Sea Control Ship (SCS), un concepto de portaaviones pequeño y versátil desarrollado por Estados Unidos en los años 70, pero que nunca llegó a materializarse. España adquirió esos planos y, tras adaptarlos a sus necesidades, construyó el buque en los astilleros de Ferrol bajo la dirección de Nacional Bazán, actualmente Navantia. Su coste total fue una inversión de 105.000 millones de pesetas, lo equivalente a unos 631 millones de euros.

Con sus 196 metros de eslora, 24,3 metros de manga y una capacidad para transportar hasta 29 aviones, el portaaviones se convirtió en una pieza clave de la defensa española. Participó en misiones destacadas, como la Primera Guerra del Golfo, y contaba con innovaciones como un ski-jump, que era una rampa de despegue inclinada para facilitar las operaciones de aeronaves STOVL como los AV-8 Harrier II.

Sin embargo, con el paso del tiempo, el buque quedó obsoleto. Su mantenimiento anual, según ha informado Xataka, rondaba los 30 millones de euros, y modernizarlo requería una inversión adicional de 100 millones, un gasto que resultaba inasumible en plena crisis económica. A pesar de haber renovado parte de su infraestructura interna, en 2013 se decidió retirarlo del servicio activo.

Su último viaje 

El Ministerio de Defensa intentó subastar los portaaviones, pero las ofertas no llegaron ni siquiera al precio de partida de 4,8 millones de euros. Tras cuatro intentos fallidos, el buque fue adquirido por 2,7 millones de euros por la empresa española Surus Inversa y su socio turco Leyal, no para salvarlo, sino para desguazarlo. En 2017, el Príncipe de Asturias emprendió su último viaje al astillero de Aliaga, Turquía, un puerto conocido por ser el cementerio de grandes barcos.

Allí, el portaaviones fue desmantelado y sus 8,5 millones de kilos de metal fueron revendidos como chatarra reutilizable. Así terminó la vida útil de un buque que representó durante décadas la fuerza y el orgullo de la Armada Española, un emblema que hoy solo vive en la memoria y las páginas de la historia naval.

Durante más de dos décadas, el portaaviones Príncipe de Asturias fue una pieza clave de la Armada Española, un símbolo de modernidad y poderío naval que marcó una era en la historia militar del país. Diseñado en los astilleros de Ferrol y basado en un concepto norteamericano adaptado a las necesidades españolas, este buque de 196 metros de eslora y capacidad para transportar hasta 29 aeronaves se convirtió en un hito tecnológico y estratégico. 

Desde su incorporación en 1988, apoyó un papel clave en operaciones nacionales e internacionales, destacando por su capacidad de maniobra y su contribución a la proyección de fuerza en alta mar. Sin embargo, lo que una vez fue un orgullo nacional terminó enfrentándose a los desafíos del tiempo, la anticuada tecnológica y los altos costos de mantenimiento. El destino del que una vez fue el portaaviones estrella tomó un giro drástico y actualmente, no es más que un montón de chatarra.

Su gran momento

El Príncipe de Asturias se inspiró en los diseños del Sea Control Ship (SCS), un concepto de portaaviones pequeño y versátil desarrollado por Estados Unidos en los años 70, pero que nunca llegó a materializarse. España adquirió esos planos y, tras adaptarlos a sus necesidades, construyó el buque en los astilleros de Ferrol bajo la dirección de Nacional Bazán, actualmente Navantia. Su coste total fue una inversión de 105.000 millones de pesetas, lo equivalente a unos 631 millones de euros.

Con sus 196 metros de eslora, 24,3 metros de manga y una capacidad para transportar hasta 29 aviones, el portaaviones se convirtió en una pieza clave de la defensa española. Participó en misiones destacadas, como la Primera Guerra del Golfo, y contaba con innovaciones como un ski-jump, que era una rampa de despegue inclinada para facilitar las operaciones de aeronaves STOVL como los AV-8 Harrier II.

Sin embargo, con el paso del tiempo, el buque quedó obsoleto. Su mantenimiento anual, según ha informado Xataka, rondaba los 30 millones de euros, y modernizarlo requería una inversión adicional de 100 millones, un gasto que resultaba inasumible en plena crisis económica. A pesar de haber renovado parte de su infraestructura interna, en 2013 se decidió retirarlo del servicio activo.

Su último viaje 

El Ministerio de Defensa intentó subastar los portaaviones, pero las ofertas no llegaron ni siquiera al precio de partida de 4,8 millones de euros. Tras cuatro intentos fallidos, el buque fue adquirido por 2,7 millones de euros por la empresa española Surus Inversa y su socio turco Leyal, no para salvarlo, sino para desguazarlo. En 2017, el Príncipe de Asturias emprendió su último viaje al astillero de Aliaga, Turquía, un puerto conocido por ser el cementerio de grandes barcos.

Allí, el portaaviones fue desmantelado y sus 8,5 millones de kilos de metal fueron revendidos como chatarra reutilizable. Así terminó la vida útil de un buque que representó durante décadas la fuerza y el orgullo de la Armada Española, un emblema que hoy solo vive en la memoria y las páginas de la historia naval.

Durante más de dos décadas, el portaaviones Príncipe de Asturias fue una pieza clave de la Armada Española, un símbolo de modernidad y poderío naval que marcó una era en la historia militar del país. Diseñado en los astilleros de Ferrol y basado en un concepto norteamericano adaptado a las necesidades españolas, este buque de 196 metros de eslora y capacidad para transportar hasta 29 aeronaves se convirtió en un hito tecnológico y estratégico. 

Desde su incorporación en 1988, apoyó un papel clave en operaciones nacionales e internacionales, destacando por su capacidad de maniobra y su contribución a la proyección de fuerza en alta mar. Sin embargo, lo que una vez fue un orgullo nacional terminó enfrentándose a los desafíos del tiempo, la anticuada tecnológica y los altos costos de mantenimiento. El destino del que una vez fue el portaaviones estrella tomó un giro drástico y actualmente, no es más que un montón de chatarra.

Su gran momento

El Príncipe de Asturias se inspiró en los diseños del Sea Control Ship (SCS), un concepto de portaaviones pequeño y versátil desarrollado por Estados Unidos en los años 70, pero que nunca llegó a materializarse. España adquirió esos planos y, tras adaptarlos a sus necesidades, construyó el buque en los astilleros de Ferrol bajo la dirección de Nacional Bazán, actualmente Navantia. Su coste total fue una inversión de 105.000 millones de pesetas, lo equivalente a unos 631 millones de euros.

Con sus 196 metros de eslora, 24,3 metros de manga y una capacidad para transportar hasta 29 aviones, el portaaviones se convirtió en una pieza clave de la defensa española. Participó en misiones destacadas, como la Primera Guerra del Golfo, y contaba con innovaciones como un ski-jump, que era una rampa de despegue inclinada para facilitar las operaciones de aeronaves STOVL como los AV-8 Harrier II.

Sin embargo, con el paso del tiempo, el buque quedó obsoleto. Su mantenimiento anual, según ha informado Xataka, rondaba los 30 millones de euros, y modernizarlo requería una inversión adicional de 100 millones, un gasto que resultaba inasumible en plena crisis económica. A pesar de haber renovado parte de su infraestructura interna, en 2013 se decidió retirarlo del servicio activo.

Su último viaje 

El Ministerio de Defensa intentó subastar los portaaviones, pero las ofertas no llegaron ni siquiera al precio de partida de 4,8 millones de euros. Tras cuatro intentos fallidos, el buque fue adquirido por 2,7 millones de euros por la empresa española Surus Inversa y su socio turco Leyal, no para salvarlo, sino para desguazarlo. En 2017, el Príncipe de Asturias emprendió su último viaje al astillero de Aliaga, Turquía, un puerto conocido por ser el cementerio de grandes barcos.

Allí, el portaaviones fue desmantelado y sus 8,5 millones de kilos de metal fueron revendidos como chatarra reutilizable. Así terminó la vida útil de un buque que representó durante décadas la fuerza y el orgullo de la Armada Española, un emblema que hoy solo vive en la memoria y las páginas de la historia naval.

Durante más de dos décadas, el portaaviones Príncipe de Asturias fue una pieza clave de la Armada Española, un símbolo de modernidad y poderío naval que marcó una era en la historia militar del país. Diseñado en los astilleros de Ferrol y basado en un concepto norteamericano adaptado a las necesidades españolas, este buque de 196 metros de eslora y capacidad para transportar hasta 29 aeronaves se convirtió en un hito tecnológico y estratégico. 

Desde su incorporación en 1988, apoyó un papel clave en operaciones nacionales e internacionales, destacando por su capacidad de maniobra y su contribución a la proyección de fuerza en alta mar. Sin embargo, lo que una vez fue un orgullo nacional terminó enfrentándose a los desafíos del tiempo, la anticuada tecnológica y los altos costos de mantenimiento. El destino del que una vez fue el portaaviones estrella tomó un giro drástico y actualmente, no es más que un montón de chatarra.

Su gran momento

El Príncipe de Asturias se inspiró en los diseños del Sea Control Ship (SCS), un concepto de portaaviones pequeño y versátil desarrollado por Estados Unidos en los años 70, pero que nunca llegó a materializarse. España adquirió esos planos y, tras adaptarlos a sus necesidades, construyó el buque en los astilleros de Ferrol bajo la dirección de Nacional Bazán, actualmente Navantia. Su coste total fue una inversión de 105.000 millones de pesetas, lo equivalente a unos 631 millones de euros.

Con sus 196 metros de eslora, 24,3 metros de manga y una capacidad para transportar hasta 29 aviones, el portaaviones se convirtió en una pieza clave de la defensa española. Participó en misiones destacadas, como la Primera Guerra del Golfo, y contaba con innovaciones como un ski-jump, que era una rampa de despegue inclinada para facilitar las operaciones de aeronaves STOVL como los AV-8 Harrier II.

Sin embargo, con el paso del tiempo, el buque quedó obsoleto. Su mantenimiento anual, según ha informado Xataka, rondaba los 30 millones de euros, y modernizarlo requería una inversión adicional de 100 millones, un gasto que resultaba inasumible en plena crisis económica. A pesar de haber renovado parte de su infraestructura interna, en 2013 se decidió retirarlo del servicio activo.

Su último viaje 

El Ministerio de Defensa intentó subastar los portaaviones, pero las ofertas no llegaron ni siquiera al precio de partida de 4,8 millones de euros. Tras cuatro intentos fallidos, el buque fue adquirido por 2,7 millones de euros por la empresa española Surus Inversa y su socio turco Leyal, no para salvarlo, sino para desguazarlo. En 2017, el Príncipe de Asturias emprendió su último viaje al astillero de Aliaga, Turquía, un puerto conocido por ser el cementerio de grandes barcos.

Allí, el portaaviones fue desmantelado y sus 8,5 millones de kilos de metal fueron revendidos como chatarra reutilizable. Así terminó la vida útil de un buque que representó durante décadas la fuerza y el orgullo de la Armada Española, un emblema que hoy solo vive en la memoria y las páginas de la historia naval.

Durante más de dos décadas, el portaaviones Príncipe de Asturias fue una pieza clave de la Armada Española, un símbolo de modernidad y poderío naval que marcó una era en la historia militar del país. Diseñado en los astilleros de Ferrol y basado en un concepto norteamericano adaptado a las necesidades españolas, este buque de 196 metros de eslora y capacidad para transportar hasta 29 aeronaves se convirtió en un hito tecnológico y estratégico. 

Desde su incorporación en 1988, apoyó un papel clave en operaciones nacionales e internacionales, destacando por su capacidad de maniobra y su contribución a la proyección de fuerza en alta mar. Sin embargo, lo que una vez fue un orgullo nacional terminó enfrentándose a los desafíos del tiempo, la anticuada tecnológica y los altos costos de mantenimiento. El destino del que una vez fue el portaaviones estrella tomó un giro drástico y actualmente, no es más que un montón de chatarra.

Su gran momento

El Príncipe de Asturias se inspiró en los diseños del Sea Control Ship (SCS), un concepto de portaaviones pequeño y versátil desarrollado por Estados Unidos en los años 70, pero que nunca llegó a materializarse. España adquirió esos planos y, tras adaptarlos a sus necesidades, construyó el buque en los astilleros de Ferrol bajo la dirección de Nacional Bazán, actualmente Navantia. Su coste total fue una inversión de 105.000 millones de pesetas, lo equivalente a unos 631 millones de euros.

Con sus 196 metros de eslora, 24,3 metros de manga y una capacidad para transportar hasta 29 aviones, el portaaviones se convirtió en una pieza clave de la defensa española. Participó en misiones destacadas, como la Primera Guerra del Golfo, y contaba con innovaciones como un ski-jump, que era una rampa de despegue inclinada para facilitar las operaciones de aeronaves STOVL como los AV-8 Harrier II.

Sin embargo, con el paso del tiempo, el buque quedó obsoleto. Su mantenimiento anual, según ha informado Xataka, rondaba los 30 millones de euros, y modernizarlo requería una inversión adicional de 100 millones, un gasto que resultaba inasumible en plena crisis económica. A pesar de haber renovado parte de su infraestructura interna, en 2013 se decidió retirarlo del servicio activo.

Su último viaje 

El Ministerio de Defensa intentó subastar los portaaviones, pero las ofertas no llegaron ni siquiera al precio de partida de 4,8 millones de euros. Tras cuatro intentos fallidos, el buque fue adquirido por 2,7 millones de euros por la empresa española Surus Inversa y su socio turco Leyal, no para salvarlo, sino para desguazarlo. En 2017, el Príncipe de Asturias emprendió su último viaje al astillero de Aliaga, Turquía, un puerto conocido por ser el cementerio de grandes barcos.

Allí, el portaaviones fue desmantelado y sus 8,5 millones de kilos de metal fueron revendidos como chatarra reutilizable. Así terminó la vida útil de un buque que representó durante décadas la fuerza y el orgullo de la Armada Española, un emblema que hoy solo vive en la memoria y las páginas de la historia naval.

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Soy redactora en El HuffPost España, donde te cuento las historias más curiosas y te intento ayudar a encontrar esos detalles que marcan la diferencia en la vida cotidiana.

 

Sobre qué temas escribo

Tengo el privilegio de escribir sobre una amplia variedad de temas, con un enfoque que abarca tanto actualidad como estilo de vida. Escribo con la intención de contarte historias que te interesen y ofrecerte información que hagan tu vida un poco más fácil.


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Mis artículos son un surtido de historias curiosas, viajes, cultura, estilo de vida, naturaleza, ¡y mucho más! Mi objetivo es despertar tu curiosidad y acompañarte con lecturas útiles y entretenidas.

  

Mi trayectoria

Soy madrileña, pero con raíces en Castilla-La Mancha. Estudié Periodismo en la Universidad Ceu San Pablo, aunque siempre digo que mi verdadera escuela ha sido El HuffPost, el lugar donde escribí mis primeras líneas como periodista. Empecé como becaria y ahora colaboro en este medio que me ha visto crecer.


Mi pasión por el periodismo nació en la infancia, cuando dibujaba las portadas de los medios deportivos y soñaba con convertirme en una de aquellas reporteras que veía en la televisión.

 


 

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