Los monstruos nunca mueren: Lady Gaga apabulla con su ópera gótica en Barcelona
La artista norteamericana tira de talento, show y parafernalia durante su parada en España con The Mayhem Ball.
En febrero de 2009, hace ya más de quince años, una desconocida Stefani Joanne Angelina Germanotta llegó a Madrid para actuar con entrada gratuita en una pequeña sala de conciertos. Entonces, era lo que hoy consideraríamos una estrella emergente. Un talento por pulir que había comenzado a sonar fuerte en unas prehistóricas redes sociales gracias a canciones como The Fame, Just Dance o Poker Face. “No faltó nada: coreografías salvajes, disco-stick luminoso, pulsera de leds y lásers… Un auténtico espectáculo pop donde el mal sonido (…) no ensombreció su calidad vocal ni sus aptitudes escénicas”, contaba entonces el portal Jenesaispop en un breve artículo.
De su paso por Madrid, las crónicas también recuerdan que la norteamericana hizo un segundo pase de su concierto al conocer que muchos fans se habían quedado en la puerta. Algunos de ellos, quizá todos, no podrían haber imaginado en ese momento que aquella chica menuda y acentuadamente delgada acabaría convirtiéndose en una de las estrellas más icónicas del pop.
Hoy, la más conocida como Lady Gaga, tiene 14 Grammys y hasta un premio Oscar, y ha iniciado una extensa gira mundial con su sexto álbum de estudio, Mayhem. Esta semana ha recalado en Barcelona para ofrecer tres conciertos (28, 29 y 31 de octubre) en un Palau Sant Jordi lleno hasta la bandera. Y no es para menos: al reclamo de poder ver a una de las grandes figuras de la música actual se une el garantizado espectáculo escénico que envuelven sus canciones. Y The Mayhem Ball no es una excepción.
De hecho, Gaga ha rehuido en su mayoría de grandes estadios con el objetivo de tener un mayor control creativo de su show. De este modo, el espectáculo mantiene los elementos góticos y excéntricos de sus conciertos de siempre, pero también lo dota de una gran teatralidad y funcionalidad conceptual. En definitiva, el arte del caos.
Esta particular obra tiene cinco actos diferentes y arranca con la lectura del 'Manifiesto de la Madre Monstruo' y con Lady Gaga envuelta en un vestido rojo inmenso de estilo victoriano al servicio de Bloody Mary, un hit “resucitado” gracias a una serie de Netflix. Después, ante un público ya en éxtasis, pasa directamente a cantar Abracadabra, la canción más exitosa de su último álbum. Un trabajo admirado por la siempre exigente crítica musical y que resulta ecléctico y profundamente personal. Esta fórmula sirve de base para que Gaga haga en este show una disección precisa de la dualidad, la muerte y el renacimiento, ampliando aún más si cabe los motivos operísticos y psicológicos centrales de Mayhem.
De este disco suenan más de una decena de canciones a lo largo de esos cinco actos que evidencian la evolución de la propia artista. Y como si fuera una reconciliación consigo misma, también se atreve a incorporar a su setlist canciones de su disco “maldito”, ArtPop, o Summerboy, un tema que no había interpretado en directo desde su lanzamiento en 2007.
En un concierto muy extenso, de más de dos horas y cuarto, también hay tiempo para rescatar del olvido algunos temas que llevaba tiempo sin interpretar en sus giras, como la mítica Aplause o LoveDrug. E incluso se atreve con una fórmula más gótica de Million Reasons o una versión a piano de su tema Die With a Smile, que canta junto a Bruno Mars.
Todo para regocijo de sus Little Monsters, fans que han estado hasta más de una semana acampados en las puertas de Sant Jordi para ver a “madre”. No se habrán sentido decepcionados con una puesta en escena de altura y moda extravagante con temática gótica, circense y hasta futurista.
El cierre del concierto es un clímax al que se llega con Bad Romance, para después despedirse recién salida del camerino, desmaquillada y sin peluca, con How bad do u want me. Una forma sencilla y hasta metafórica de decir adiós a sus fans tras un show superlativo y apabullante. Poco más puede pedirse a una artista comprometida con la causa LGTBIQ+ (ondeó una bandera arcoíris que le entregó un seguidor) y que ha hecho de la disidencia y de sus propias rarezas una bandera. Queda Lady Gaga para rato. Porque, como ella dice, los monstruos nunca mueren.