Casi la mitad de las personas evitan invitar a gente a casa por una cuestión de limpieza, según una encuesta
2.000 adultos participaron en la encuesta.

Recibir visitas en casa puede ser una alegría para muchos, una ocasión para compartir momentos especiales, disfrutar de la compañía y fortalecer lazos, pero para otros representa un auténtico quebradero de cabeza, ya que implica preparar cada rincón, mantener todo en orden y asumir la inevitable tarea de limpieza después de cualquier encuentro, por pequeño que sea.
Según el medio kaipkada una encuesta realizada a 2.000 adultos reveló que más de cuatro de cada diez personas (42 %) evitan invitar a gente a su hogar por una misma razón. no quieren enfrentarse a la limpieza que viene después.
Además, el estudio apunta que las fechas señaladas como son la Navidad, los cumpleaños o las vacaciones en familia son los momentos en los que más caos se genera en las viviendas. Esto se debe a que preparar la casa para recibir invitados, y sobre todo recoger cuando la fiesta termina, no resulta tan divertido como el encuentro en sí.
El lado oscuro de ser anfitrión
Casi tres de cada diez encuestados (29 %) reconocieron haber sufrido lo que definieron como un “desastre memorable” como por ejemplo manchas de vino en una alfombra nueva o algún vaso roto. Estos pequeños accidentes pueden arruinar la velada para los más perfeccionistas, aunque también terminan convirtiéndose en anécdotas que se recuerdan con el tiempo.
Curiosamente, la encuesta también reveló que no todos reaccionan igual al caos. Más de un tercio (39 %) prefiere planificar una estrategia de limpieza antes incluso de que empiece el evento.
En cambio, otros optan por tomárselo con humor: el 29 % confiesa que hace fotos del desorden para compartirlo en redes sociales y el 28 % cuenta a familiares y amigos los percances como si fueran parte del entretenimiento.
Los culpables del desorden
Aunque las reuniones sociales suelen dejar huella, los principales responsables del caos cotidiano parecen ser los más pequeños de la casa. El 24 % de los encuestados reconoció que los niños son los que más desorden generan: juguetes esparcidos, manchas de comida o rastros de manualidades que invaden las superficies.
El valor del desorden
Más allá de las estadísticas, el informe también deja reflexionar sobre que el desorden no siempre es un problema, sino la prueba de una vida en movimiento. Una cocina con restos de comida o un sofá con los cojines por el suelo son, al fin y al cabo, señales de momentos compartidos.
Como señala el estudio, al mirar atrás no solemos recordar las casas impecables, sino las risas que acompañaron los pequeños accidentes. En ese sentido, el desorden se convierte en parte del alma de un hogar.
