De esconderse a buscar los focos: Melania Trump vuelve a jugar al despiste
La primera dama estadounidense ha vuelto a dar que hablar sin pronunciar una palabra.

Si hay una persona en la Casa Blanca que sigue siendo un enigma para muchos esa es Melania Trump. Los medios estadounidenses y fuentes cercanas al matrimonio Trump han repetido en infinidad de ocasiones en los últimos años que es difícil predecir el próximo paso o decisión de la primera dama, que nunca ha mostrado demasiado interés por su papel institucional.
De hecho, si algo está claro desde que Trump tomó posesión el pasado enero es que Melania ha adoptado un perfil todavía más bajo en esta legislatura que en la anterior. De hecho, hace unos meses algunas cabeceras estadounidenses se preguntaban "dónde está" la primera dama, en referencia a sus pocos actos y la duda de si vive en la Casa Blanca o en Nueva York.
En ese sentido, no pasó desapercibido que este miércoles aterrizó en el castillo de Windsor con un sombrero de lana violeta que tapaba la mayor parte de su cara y no dejaba ver su mirada. Una elección similar al sombrero de la toma de posesión, que para muchos era un arma para librarse de los besos de su marido.

Las imágenes de la primera jornada de la visita de Estado eran evidentes y mostraban a la primera dama oculta bajo el sombrero e intentando pasar desapercibida con un traje negro de alta costura de Christian Dior. Algunos expertos en realeza apuntaban incluso a que Melania no quiere que diseccionen ninguno de sus gestos y por eso elige este tipo de accesorios.
La primera dama no se quitó el sombrero ni en las actividades en el interior de Windsor, algo que sí hicieron la reina Camila y Kate Middleton, utilizando el complemento como si se tratara de una especie de escudo.

Hasta que llegó la noche y la primera dama ofreció su otra versión, la más maximalista y esa que ha mostrado en numerosas ocasiones exhibiendo lujo y miles de dólares. Melania eligió un vestido amarillo vibrante de Carolina Herrera que hacía imposible que pasara desapercibida y que la hiciera más visible que nunca en cualquier imagen de la velada.

De hecho, el amarillo era uno de los colores más utilizados por Isabel II, conocida por elegir tonos llamativos para poder ser visible en todo momento en medio de las multitudes.
El vestido amarillo de Melania iba acompañado de un gran cinturón malva, un accesorio poco habitual en este tipo de cenas de gala. Las joyas de la primera dama, unos grandes pendientes de diamantes y esmeraldas, tampoco eran discretos, al igual que su manicura, con uñas largas, muy alejada de la que suelen llevar las royals o mujeres con papeles institucionales de alto perfil.

La visita de Estado de los Trump continúa este jueves y diferentes actos y está por ver qué versión elige Melania, la blindada o la extravagante.
