Bruno, ganador de 17 millones de euros en la lotería, ahora reside en una vivienda social: "Estoy bien donde estoy. No hay vergüenza"
Ahora sigue jugando a la lotería de vez en cuando.

Ganar la lotería suele asociarse a una vida de lujo, estabilidad económica y sueños cumplidos, una existencia sin preocupaciones en la que el dinero parece resolverlo todo de un día para otro.. Sin embargo, la historia de Bruno Caloone demuestra que el destino de un gran premio no siempre sigue ese guion.
Hace casi 30 años, este empleado bancario del norte de Francia ganó el mayor premio de lotería jamás entregado en el país hasta ese momento: 70 millones de francos, equivalentes a unos 17 millones de euros. Lejos de mansiones y coches de alta gama, ahora vive en una vivienda social y asegura sentirse en paz con su situación.
En 1995, cuando Bruno tenía 36 años, su rostro se hizo conocido en toda Francia tras aparecer en televisión como el afortunado ganador. Según recogió el diario francés regional La Voix du Nord, el billete premiado lo compró en un café de Azbrück, el mismo lugar al que sigue acudiendo décadas después. De la noche a la mañana pasó a tener posibilidades ilimitadas, pero también responsabilidades y decisiones complejas.
Generosidad y sueños arriesgados
En los primeros años tras el premio, Caloone optó por compartir su fortuna. Ayudó económicamente a familiares, amigos y asociaciones locales, financió clubes deportivos y llegó incluso a crear su propio equipo de carreras de caballos. También organizó viajes para cientos de personas, convencido de que el dinero tenía sentido si se utilizaba para disfrutar y hacer disfrutar a otros.
Uno de sus mayores proyectos fue la inversión en una empresa mayorista de carne, con la que buscaba dinamizar la economía local y mantener puestos de trabajo en su ciudad. Sin embargo, el mercado resultó implacable y el negocio cerró en 2004. Según el mismo medio, esta aventura empresarial le supuso pérdidas cercanas a los cinco millones de euros.
Sin arrepentimientos
Bruno no dejó de emprender. Trabajó en el extranjero, abrió una panadería en Sarajevo y organizó viajes a Croacia, pero muchas de estas iniciativas no prosperaron debido a contextos económicos adversos. Tras su divorcio en 2012, decidió reducir su ritmo de vida: comenzó a trabajar en una estructura social y se mudó a un apartamento modesto dentro del sistema de vivienda social.
Lejos de sentir vergüenza, Caloone reivindica su presente con serenidad. "Estoy bien donde estoy. No hay vergüenza en vivir en una vivienda social", afirma con naturalidad según recoge el medio IEF. Insiste en que nunca vivió una ruina total y que sus decisiones, acertadas o no, formaron parte de un camino elegido conscientemente.
Bruno sigue jugando a la lotería de vez en cuando, siempre en el mismo café donde compró el billete ganador. Mirando atrás, asegura no arrepentirse de sus errores. Para él, el valor del premio no estuvo en el dinero, sino en la posibilidad de ayudar a otros y de intentar proyectos que, de otro modo, jamás habría podido imaginar.
