La ciudad europea que ha sido la capital de tres países diferentes
El campanario de su catedral es Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
La ciudad europea que ha sido la capital de tres países diferentes
El campanario de su catedral es Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
La ciudad europea que ha sido la capital de tres países diferentes
El campanario de su catedral es Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
La ciudad europea que ha sido la capital de tres países diferentes
El campanario de su catedral es Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
La ciudad europea que ha sido la capital de tres países diferentes
El campanario de su catedral es Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

En el corazón de Europa, a solo media hora en tren desde Bruselas y a dos horas y media de Londres, se esconde una ciudad histórica que, pese a su glorioso pasado, ha logrado mantenerse lejos de los focos turísticos.
Se trata de Malinas una encantadora ciudad belga que, en su día, fue nada menos que la capital de tres países diferentes: Bélgica, Países Bajos y Luxemburgo. Esta tranquila ciudad fue en el siglo XVI el centro de poder de gran parte de lo que hoy conocemos como el Benelux.
Mientras Brujas y Gante reciben a miles de visitantes, Malinas guarda sus tesoros con una gran discreción. Cuenta con palacios renacentistas, iglesias medievales, cervezas centenarias, museos fascinantes que poca gente conoce y, sin embargo, es un gran destino turístico con un ambiente local sin multitudes.
Historia, arte y una catedral con 538 escalones
Pasear por Malinas es como abrir un libro de historia ilustrado. El campanario de la Catedral de San Rumoldo, Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, se alza como guía para los que se animan a explorar la ciudad a pie. Desde lo alto, tras subir sus 538 peldaños, se obtienen vistas panorámicas que bien merecen el esfuerzo.
A pocos pasos, el Hof van Busleyden, un elegante palacio de ladrillo rojo rodeado de jardines renacentistas, revive la época dorada de la ciudad, cuando príncipes, emperadores y pensadores como Erasmo y Tomás Moro pasaban por sus salas. Hoy, este museo está repleto de telas flamencas, esculturas barrocas y obras de Rubens, entre otros grandes.
El museo Kazerne Dossin, situado en un antiguo campo de tránsito nazi, ofrece un recordatorio solemne de los horrores del Holocausto y promueve la reflexión sobre los derechos humanos en la actualidad.
Una ciudad dentro de otra y cervezas con historia
Otro rincón especial es el Gran Beaterio, un verdadero "pueblo medieval" dentro de la ciudad, que fue refugio de mujeres religiosas laicas y hoy es también Patrimonio de la Humanidad. Sus callejones empedrados y casitas encantadoras parecen salidos de una película de época.
Y para quienes prefieren los placeres líquidos, Het Anker, una cervecería familiar en funcionamiento desde 1471, ofrece recorridos, degustaciones y platos locales como la carbonada flamenca cocinada con su icónica Gouden Carolus, o el peculiar koekouek (pollo cuco) de Malinas, acompañado de espárragos frescos.
Alta cocina sin pretensiones y mercados con sabor local
Los paladares más exigentes pueden deleitarse en Tinelle, un restaurante con estrella Michelin donde el chef Ken Verschueren propone menús de almuerzo a precios sorprendentemente accesibles, con delicias como cangrejo del Mar del Norte, anguila ahumada y pichón. Además, los sábados, abre el mercado en la Grote Markt que ofrece una variedad exquisita entre quesos, embutidos, ostras, cervezas artesanales y espumosos belgas.
En el corazón de Europa, a solo media hora en tren desde Bruselas y a dos horas y media de Londres, se esconde una ciudad histórica que, pese a su glorioso pasado, ha logrado mantenerse lejos de los focos turísticos.
Se trata de Malinas una encantadora ciudad belga que, en su día, fue nada menos que la capital de tres países diferentes: Bélgica, Países Bajos y Luxemburgo. Esta tranquila ciudad fue en el siglo XVI el centro de poder de gran parte de lo que hoy conocemos como el Benelux.
Mientras Brujas y Gante reciben a miles de visitantes, Malinas guarda sus tesoros con una gran discreción. Cuenta con palacios renacentistas, iglesias medievales, cervezas centenarias, museos fascinantes que poca gente conoce y, sin embargo, es un gran destino turístico con un ambiente local sin multitudes.
Historia, arte y una catedral con 538 escalones
Pasear por Malinas es como abrir un libro de historia ilustrado. El campanario de la Catedral de San Rumoldo, Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, se alza como guía para los que se animan a explorar la ciudad a pie. Desde lo alto, tras subir sus 538 peldaños, se obtienen vistas panorámicas que bien merecen el esfuerzo.
A pocos pasos, el Hof van Busleyden, un elegante palacio de ladrillo rojo rodeado de jardines renacentistas, revive la época dorada de la ciudad, cuando príncipes, emperadores y pensadores como Erasmo y Tomás Moro pasaban por sus salas. Hoy, este museo está repleto de telas flamencas, esculturas barrocas y obras de Rubens, entre otros grandes.
El museo Kazerne Dossin, situado en un antiguo campo de tránsito nazi, ofrece un recordatorio solemne de los horrores del Holocausto y promueve la reflexión sobre los derechos humanos en la actualidad.
Una ciudad dentro de otra y cervezas con historia
Otro rincón especial es el Gran Beaterio, un verdadero "pueblo medieval" dentro de la ciudad, que fue refugio de mujeres religiosas laicas y hoy es también Patrimonio de la Humanidad. Sus callejones empedrados y casitas encantadoras parecen salidos de una película de época.
Y para quienes prefieren los placeres líquidos, Het Anker, una cervecería familiar en funcionamiento desde 1471, ofrece recorridos, degustaciones y platos locales como la carbonada flamenca cocinada con su icónica Gouden Carolus, o el peculiar koekouek (pollo cuco) de Malinas, acompañado de espárragos frescos.
Alta cocina sin pretensiones y mercados con sabor local
Los paladares más exigentes pueden deleitarse en Tinelle, un restaurante con estrella Michelin donde el chef Ken Verschueren propone menús de almuerzo a precios sorprendentemente accesibles, con delicias como cangrejo del Mar del Norte, anguila ahumada y pichón. Además, los sábados, abre el mercado en la Grote Markt que ofrece una variedad exquisita entre quesos, embutidos, ostras, cervezas artesanales y espumosos belgas.
En el corazón de Europa, a solo media hora en tren desde Bruselas y a dos horas y media de Londres, se esconde una ciudad histórica que, pese a su glorioso pasado, ha logrado mantenerse lejos de los focos turísticos.
Se trata de Malinas una encantadora ciudad belga que, en su día, fue nada menos que la capital de tres países diferentes: Bélgica, Países Bajos y Luxemburgo. Esta tranquila ciudad fue en el siglo XVI el centro de poder de gran parte de lo que hoy conocemos como el Benelux.
Mientras Brujas y Gante reciben a miles de visitantes, Malinas guarda sus tesoros con una gran discreción. Cuenta con palacios renacentistas, iglesias medievales, cervezas centenarias, museos fascinantes que poca gente conoce y, sin embargo, es un gran destino turístico con un ambiente local sin multitudes.
Historia, arte y una catedral con 538 escalones
Pasear por Malinas es como abrir un libro de historia ilustrado. El campanario de la Catedral de San Rumoldo, Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, se alza como guía para los que se animan a explorar la ciudad a pie. Desde lo alto, tras subir sus 538 peldaños, se obtienen vistas panorámicas que bien merecen el esfuerzo.
A pocos pasos, el Hof van Busleyden, un elegante palacio de ladrillo rojo rodeado de jardines renacentistas, revive la época dorada de la ciudad, cuando príncipes, emperadores y pensadores como Erasmo y Tomás Moro pasaban por sus salas. Hoy, este museo está repleto de telas flamencas, esculturas barrocas y obras de Rubens, entre otros grandes.
El museo Kazerne Dossin, situado en un antiguo campo de tránsito nazi, ofrece un recordatorio solemne de los horrores del Holocausto y promueve la reflexión sobre los derechos humanos en la actualidad.
Una ciudad dentro de otra y cervezas con historia
Otro rincón especial es el Gran Beaterio, un verdadero "pueblo medieval" dentro de la ciudad, que fue refugio de mujeres religiosas laicas y hoy es también Patrimonio de la Humanidad. Sus callejones empedrados y casitas encantadoras parecen salidos de una película de época.
Y para quienes prefieren los placeres líquidos, Het Anker, una cervecería familiar en funcionamiento desde 1471, ofrece recorridos, degustaciones y platos locales como la carbonada flamenca cocinada con su icónica Gouden Carolus, o el peculiar koekouek (pollo cuco) de Malinas, acompañado de espárragos frescos.
Alta cocina sin pretensiones y mercados con sabor local
Los paladares más exigentes pueden deleitarse en Tinelle, un restaurante con estrella Michelin donde el chef Ken Verschueren propone menús de almuerzo a precios sorprendentemente accesibles, con delicias como cangrejo del Mar del Norte, anguila ahumada y pichón. Además, los sábados, abre el mercado en la Grote Markt que ofrece una variedad exquisita entre quesos, embutidos, ostras, cervezas artesanales y espumosos belgas.
En el corazón de Europa, a solo media hora en tren desde Bruselas y a dos horas y media de Londres, se esconde una ciudad histórica que, pese a su glorioso pasado, ha logrado mantenerse lejos de los focos turísticos.
Se trata de Malinas una encantadora ciudad belga que, en su día, fue nada menos que la capital de tres países diferentes: Bélgica, Países Bajos y Luxemburgo. Esta tranquila ciudad fue en el siglo XVI el centro de poder de gran parte de lo que hoy conocemos como el Benelux.
Mientras Brujas y Gante reciben a miles de visitantes, Malinas guarda sus tesoros con una gran discreción. Cuenta con palacios renacentistas, iglesias medievales, cervezas centenarias, museos fascinantes que poca gente conoce y, sin embargo, es un gran destino turístico con un ambiente local sin multitudes.
Historia, arte y una catedral con 538 escalones
Pasear por Malinas es como abrir un libro de historia ilustrado. El campanario de la Catedral de San Rumoldo, Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, se alza como guía para los que se animan a explorar la ciudad a pie. Desde lo alto, tras subir sus 538 peldaños, se obtienen vistas panorámicas que bien merecen el esfuerzo.
A pocos pasos, el Hof van Busleyden, un elegante palacio de ladrillo rojo rodeado de jardines renacentistas, revive la época dorada de la ciudad, cuando príncipes, emperadores y pensadores como Erasmo y Tomás Moro pasaban por sus salas. Hoy, este museo está repleto de telas flamencas, esculturas barrocas y obras de Rubens, entre otros grandes.
El museo Kazerne Dossin, situado en un antiguo campo de tránsito nazi, ofrece un recordatorio solemne de los horrores del Holocausto y promueve la reflexión sobre los derechos humanos en la actualidad.
Una ciudad dentro de otra y cervezas con historia
Otro rincón especial es el Gran Beaterio, un verdadero "pueblo medieval" dentro de la ciudad, que fue refugio de mujeres religiosas laicas y hoy es también Patrimonio de la Humanidad. Sus callejones empedrados y casitas encantadoras parecen salidos de una película de época.
Y para quienes prefieren los placeres líquidos, Het Anker, una cervecería familiar en funcionamiento desde 1471, ofrece recorridos, degustaciones y platos locales como la carbonada flamenca cocinada con su icónica Gouden Carolus, o el peculiar koekouek (pollo cuco) de Malinas, acompañado de espárragos frescos.
Alta cocina sin pretensiones y mercados con sabor local
Los paladares más exigentes pueden deleitarse en Tinelle, un restaurante con estrella Michelin donde el chef Ken Verschueren propone menús de almuerzo a precios sorprendentemente accesibles, con delicias como cangrejo del Mar del Norte, anguila ahumada y pichón. Además, los sábados, abre el mercado en la Grote Markt que ofrece una variedad exquisita entre quesos, embutidos, ostras, cervezas artesanales y espumosos belgas.
En el corazón de Europa, a solo media hora en tren desde Bruselas y a dos horas y media de Londres, se esconde una ciudad histórica que, pese a su glorioso pasado, ha logrado mantenerse lejos de los focos turísticos.
Se trata de Malinas una encantadora ciudad belga que, en su día, fue nada menos que la capital de tres países diferentes: Bélgica, Países Bajos y Luxemburgo. Esta tranquila ciudad fue en el siglo XVI el centro de poder de gran parte de lo que hoy conocemos como el Benelux.
Mientras Brujas y Gante reciben a miles de visitantes, Malinas guarda sus tesoros con una gran discreción. Cuenta con palacios renacentistas, iglesias medievales, cervezas centenarias, museos fascinantes que poca gente conoce y, sin embargo, es un gran destino turístico con un ambiente local sin multitudes.
Historia, arte y una catedral con 538 escalones
Pasear por Malinas es como abrir un libro de historia ilustrado. El campanario de la Catedral de San Rumoldo, Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, se alza como guía para los que se animan a explorar la ciudad a pie. Desde lo alto, tras subir sus 538 peldaños, se obtienen vistas panorámicas que bien merecen el esfuerzo.
A pocos pasos, el Hof van Busleyden, un elegante palacio de ladrillo rojo rodeado de jardines renacentistas, revive la época dorada de la ciudad, cuando príncipes, emperadores y pensadores como Erasmo y Tomás Moro pasaban por sus salas. Hoy, este museo está repleto de telas flamencas, esculturas barrocas y obras de Rubens, entre otros grandes.
El museo Kazerne Dossin, situado en un antiguo campo de tránsito nazi, ofrece un recordatorio solemne de los horrores del Holocausto y promueve la reflexión sobre los derechos humanos en la actualidad.
Una ciudad dentro de otra y cervezas con historia
Otro rincón especial es el Gran Beaterio, un verdadero "pueblo medieval" dentro de la ciudad, que fue refugio de mujeres religiosas laicas y hoy es también Patrimonio de la Humanidad. Sus callejones empedrados y casitas encantadoras parecen salidos de una película de época.
Y para quienes prefieren los placeres líquidos, Het Anker, una cervecería familiar en funcionamiento desde 1471, ofrece recorridos, degustaciones y platos locales como la carbonada flamenca cocinada con su icónica Gouden Carolus, o el peculiar koekouek (pollo cuco) de Malinas, acompañado de espárragos frescos.
Alta cocina sin pretensiones y mercados con sabor local
Los paladares más exigentes pueden deleitarse en Tinelle, un restaurante con estrella Michelin donde el chef Ken Verschueren propone menús de almuerzo a precios sorprendentemente accesibles, con delicias como cangrejo del Mar del Norte, anguila ahumada y pichón. Además, los sábados, abre el mercado en la Grote Markt que ofrece una variedad exquisita entre quesos, embutidos, ostras, cervezas artesanales y espumosos belgas.
