El líder de Ciudadanos traduce "la guerra entre la globalización y el nacionalismo sólo acaba de empezar" por "la batalla del siglo XXI entre liberalismo y populismo acaba de empezar".
El payaso de los reality show no se ha presidencializado. Ha implantado el cesarismo telemático. Gobierna, sin ninguna consulta previa ni con sus asesores, ni con las cámaras, ni con los servicios de inteligencia cuando se trata de cuestiones sensibles, desde la cama a golpe de tuit.
Los males venideros llegarán como están llegando, bajo disfraces de una mayor seguridad y proteccionismo. Francia puede convertirse en unos meses en un foco de cierta esperanza para Europa o, por el contrario, en el descarnado solar en el que la ultraderecha empiece a jugar, suciamente, ante nosotros.
Trump representa una magnífica oportunidad para que los socialdemócratas acomodados, las feministas de salón y hasta los demócratas liberales, recuperen la capacidad de indignarse. Una indignación que habían tenido que relegar a los recuerdos de juventud, porque los desgreñados antisistema se habían adueñado de ella, pero ahora pueden recuperarla, pueden invocarla en sus declaraciones y hasta en sus conversaciones privadas
El populismo xenófobo lleva años acechándonos. Ya se ha adueñado de Estados Unidos y de Hungría, apretó a Austria, y ahora amenaza en Francia, Holanda y Alemania. España, por ahora, parece vacunada contra este mal, y muchos se preguntan por qué.