¿Debe dimitir la Ministra de Vivienda?
Opinión
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¿Debe dimitir la Ministra de Vivienda?

"Resulta incomprensible que desde la cartera de Vivienda hayan renunciado a la acción política y se declaren impotentes e incompetentes para hacer nada".

La ministra de Vivienda y Agenda Urbana, Isabel RodríguezEFE

¿Debe dimitir la Ministra de Vivienda? La respuesta corta es sí. Y no es la única. Antes deberían desfilar todos y cada uno de los consejeros de vivienda de las comunidades autónomas que insisten en cebar los precios del alquiler y hacer imposible el acceso a una vivienda accesible.

La respuesta larga requiere un poco más de explicación.

Nadie esperaba que, tras trece años sin existir, la recuperación del Ministerio de Vivienda resolviera de la noche a la mañana un problema estructural que arrastra la economía española y lastra la vida de miles de personas. Y menos con un ejército de gobiernos regionales trabajando a la contra. Soluciones mágicas no, pero sensibilidad, determinación y mínimos avances sí que se podían exigir. Y desde el Ministerio que comanda Isabel Rodríguez no han sabido dar respuesta a esa demanda social.

No se trataba de hacer milagros, sino de hacer frente a una derecha envalentonada -con las consejerías de vivienda como brazo armado- empeñada en defender el rentismo, criminalizar a los inquilinos y fomentar la ilegalidad de miles de pisos turísticos. Y ese dique de contención a la especulación no se construye apelando a la solidaridad de los caseros, desentendiéndose de los problemas derivados de la proliferación de pisos turísticos ilegales o sacando un anuncio que parece un insulto en la cara de quienes sufren día a día el infierno de los precios desorbitados de una casa. Tres de los grandes hits de la Ministra.

Que la vivienda se está comiendo cualquier avance económico que experimenta España es una realidad innegable. La subida del SMI o los buenos datos macroeconómicos se van por el sumidero de la vivienda. Cualquier proyecto, cualquier sueño, queda sometido a la espada de Damocles de tener que pagar un alquiler obsceno o la imposibilidad de acceder a una hipoteca.Y ahí es donde la Ministra de Vivienda ha cometido un error garrafal. En lugar de comprender la magnitud del problema y hacerse cargo del desgarro vital que genera, decidió hacer propio el marco mental (intervenir es malo o imposible) y buena parte de la agenda legislativa de la derecha. Y eso nunca lleva a ningún lado bueno.

Hace unos días Gabriel Rufián afirmaba en el Congreso que lo único, o prácticamente, que se puede llevar por delante el gobierno de coalición es la crisis de la vivienda. Y tenía razón. De los Ayuso, Mazón o Bonilla ya nadie espera nada. Y menos que resuelvan un problema que ellos mismos han engordado y promocionado. Lo que no quita para seguir exigiéndoles, sin descanso, que hagan lo que está en su mano: que declaren zonas tensionadas para poder topar los precios, que clausuren las viviendas de uso turístico y persigan los abusos de inmobiliarias y caseros. Pero de un ministerio de un gobierno progresista claro que se esperaba más. Mucho más.

No se puede obviar que buena parte de los problemas vienen derivados de las lagunas de la actual ley de vivienda -aprobada en un parlamento con una mayoría progresista-, y que la actual aritmética parlamentaria genera unas limitaciones legislativas notables. Y aún con todo, resulta incomprensible que desde la cartera de Vivienda hayan renunciado a la acción política y se declaren impotentes e incompetentes para hacer nada.

Si finalmente la Ministra no dimite y decide plantar cara a la voraz especulación seguramente encuentre más apoyos de los que espera. Porque en este país hay una evidente mayoría social favorable a intervenir el mercado de la vivienda. Una mayoría que ha entendido que no hay nada más sagrado que una casa que sirve para vivir y nada más perseguible que una casa usada para especular. Y precisamente por eso el rentismo está en sus horas más bajas, porque cada día más gente tiene claro que es un fenómeno a extirpar de nuestra sociedad para conseguir aliviar la vida de miles de personas. Solo falta que la Ministra también lo entienda.

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