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La alternativa socialdemócrata a la deriva ultraderechista

La alternativa socialdemócrata a la deriva ultraderechista

"Frente al resentimiento ultra, la esperanza debe ser la palanca de un proyecto de socialdemocracia humanista"

Cumbre ultraderechista en MadridPablo Blazquez Dominguez

La reciente cumbre ultraderechista celebrada en Madrid por los autodenominados Patriotas por Europa evidencia el auge de estas fuerzas en el mundo, animadas por las decisiones apabullantes del presidente Trump en sus primeras semanas de gobierno. La patria, como la libertad, vuelven a estar en boga para atraer el apoyo enfervorecido de la masa bajo el pretexto de una idea noble. Sin embargo, su patria se limita a una idea de identidad cerrada, impermeable a la diversidad, con una libertad menguante, tendente a cero, para la mayoría social.

Las contradicciones de la derecha autoritaria son ya manifiestas en la defensa de sus principios: ni pueden hacer Europa grande los que nunca creyeron en ella, ni su oposición a la inmigración arreglaría un mundo desigual para el que niegan sus instituciones multilaterales. Tampoco pueden dar lecciones de familia tradicional los que en su vida cotidiana la contradicen: políticos ultras divorciados o líderes como Alice Weidel, de Alternativa para Alemania, una mujer que vive en pareja con otra, originaria de Sri Lanka, mientras rechaza la inmigración y defiende la familia formada por un hombre y una mujer.

Tampoco les salva la política antiabortista los que tienen en sus filas a los eurodiputados del Reagrupamiento Nacional de Marine Le Pen, mayoritarios en su grupo parlamentario. Y es que este partido votó a favor de fijar el derecho al aborto en la Constitución francesa hace tan sólo un año.

La patria. Solo les queda la patria como su último refugio. Y aunque muchos analistas presenten esta defensa como un hecho disruptivo, que atraería la atención de muchos jóvenes, es en verdad algo tan viejo como la historia de los últimos siglos.

La irrupción de la derecha autoritaria no es una disrupción revolucionaria y creativa. Es una interrupción contrarrevolucionaria y reactiva al progreso de la humanidad, coherente, sin embargo, con el sistema de valores basado en el hiperindividualismo, el aislamiento social y la tecnificación creciente de nuestra sociedad. Tampoco el fascismo del siglo XX surgió de la nada, sino de una sociedad invadida por el mito de la patria, el resentimiento de la masa y los monstruos de la razón instrumental.

Ante tamaño desafío, no valen las actitudes complacientes, ni la callada por respuesta, como la que practica el PP, ya indistinguible dentro de esta coalición de ultraliberales y autoritarios. El precio de la indiferencia ante el avance ultra es quedarnos sin patria ni libertad.

Por el contrario, hoy es más necesaria que nunca una alternativa a esta involución global. La que se basa en el puro cálculo, el dominio y la autoconservación de la tecnocasta, con un proyecto transhumanista, en el que la tecnología es el centro y convierte en obsoleto al mismo humano. Ante una derecha tradicional desaparecida, la alternativa viene de la socialdemocracia humanista, porque apuntala la democracia como régimen de igualdad, solidaridad y libertad y reconoce nuestra existencia social.

La socialdemocracia humanista tiene en España un proyecto que ha empezado a dar sus frutos, con un Gobierno que hace posible el crecimiento económico y laboral, junto a la protección social y el desarrollo de su fruto más preciado: el Estado de bienestar. Pero no solo eso, porque el Estado no puede ser el ente pasivo que quieren los ultraliberales para proteger a los multimillonarios con la excusa de eliminar la burocracia, sino un agente que acompañe procesos de transformación social y ecológica, como demuestra el Ejecutivo presidido por Pedro Sánchez.

Con su política de transición ecológica, este Gobierno ha impulsado el crecimiento económico mientras ha reducido la emisión de gases de efecto invernadero. España ya produce más del 50 % de su energía con fuentes renovables y ha podido rebajar el precio de la energía con la aplicación de la solución ibérica. El Estado, además de garantizar las pensiones y las prestaciones sociales, tiene que tener un papel preponderante interviniendo en el mercado energético y en el mercado de la vivienda para que ésta sea accesible, porque dejar al albur del mercado el acceso de bienes básicos para la ciudadanía, como pretende la nueva derecha, solo conduce a más sufrimiento social.

Con el modelo de un Estado mínimo, las desigualdades crecen, como hemos comprobado con la respuesta neoliberal a la crisis financiera. Por eso, como ha anunciado el presidente del Gobierno, tenemos que seguir reduciendo las desigualdades y mejorar las condiciones para un trabajo digno, al tiempo que el Estado tiene que atraer más inversión, aumentar las exportaciones, reindustrializar la economía y continuar la senda hacia el pleno empleo.

El aislamiento social favorece el resentimiento, del que se nutre la derecha autoritaria. De ahí que su propósito inconfesable sea no solo destruir el Estado, sino romper la sociedad y herir de gravedad nuestra condición antropológica de seres abiertos al otro. Frente al resentimiento ultra, la esperanza debe ser la palanca de un proyecto de socialdemocracia humanista, porque fortalece la sociedad, la democracia y una humanidad cooperadora consigo misma y con la naturaleza en la que se encuentra.

Amador Marqués Atés es diputado por Lleida y portavoz socialista de Deportes.