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¿Para qué sirve el Orgullo?

¿Para qué sirve el Orgullo?

"Defender los derechos LGTBI no es una cuestión de ideología: es una cuestión de humanidad".

Banderas del Orgullo LGTBIQ+ en MadridEuropa Press via Getty Images

Hay quien piensa que el Orgullo es una celebración. No se equivoca: lo es. Porque no existe mayor celebración que poder ser uno mismo. En libertad, en igualdad y con dignidad.

Quien haya paseado por las calles de cualquier Orgullo habrá podido comprobar cómo se llenan de felicidad, color y música. De personas que durante demasiado tiempo de su vida se vieron obligadas a vivir con miedo y vergüenza. De otras que tuvieron que esconder su identidad para sobrevivir. De muchas que tuvieron que huir para poder poner en marcha sus proyectos vitales. Pero durante el Orgullo, esas miles de historias se entrelazan en la celebración de la vida y en una fiesta que grita: lo conseguimos.

Pero el Orgullo es mucho más que una celebración. Su corazón siempre ha latido al ritmo de la lucha y al pulso de la reivindicación. Es una declaración de principios, una toma de espacio, una reafirmación de que existimos y avanzamos.

Este 2025 conviven, de nuevo, esas dos realidades históricas. Por un lado, se celebran los 20 años del matrimonio igualitario. Un hito que sitúo a nuestro país como el referente en defensa de los derechos y libertades del colectivo en el mundo. Un avance que cambió no solo la vida de las personas LGTBI, sino la mentalidad de toda la sociedad española. Fue el derecho que nos alejó de los márgenes que históricamente nos había tocado habitar y nos equiparó al resto de los ciudadanos.

Y, por otro lado, quizás sea el Orgullo de mayor resistencia de las últimas décadas, frente a un contexto internacional de retroceso sin precedentes en derechos fundamentales, de censura disfrazada de legalidad y de ataques contra la diversidad desde las mismas instituciones que deberían protegerla.

Tenemos un gran ejemplo de esta amenaza con lo que está sucediendo en Hungría, en el seno de la Unión Europea. El gobierno de Viktor Orbán ha prohibido la Marcha del Orgullo en Budapest por primera vez en casi 30 años de manifestaciones pacíficas. No se trata de un acto simbólico, es una advertencia. Pretenden borrar del espacio público a las personas LGTBI, silenciarnos y relegarnos a la invisibilidad. Y sabemos bien que la invisibilidad nunca es neutral: es una forma de violencia. Porque lo que no se ve es como si no existiera.

Orbán ha ido un paso más allá en su particular cruzada contra las personas LGTBI, violando uno de los derechos fundamentales de la UE: el de libertad de manifestación y reunión. No podemos permitirnos el lujo de ver esto como un caso aislado ni lejano. Es un espejo incómodo de lo que podría pasar si no actuamos con firmeza.

Como respuesta, miles de activistas, políticos y personas comprometidas con los derechos humanos nos hemos desplazado hasta a Hungría para apoyar a la comunidad LGTBI, para decirles que no están solos, y para mostrar que Europa no puede quedarse impasible ante esta vulneración flagrante de derechos humanos.

  Las zapatillas de Víctor Gutiérrez en uno de los últimos plenos de estos días en el CongresoEuropa Press via Getty Images

Frente a esto, en España tenemos motivos para sentir orgullo, no solo de nuestras manifestaciones y de la libertad que entre todos hemos construido, sino de nuestra legislación, de nuestras instituciones y de una sociedad que en su mayoría ha entendido que los derechos LGTBI no son una agenda partidista, sino una cuestión de dignidad humana. Porque los derechos LGTBI son derechos humanos. No hay ambigüedad posible.

La involución en muchos países de Europa contrasta con el avance en España y con nuestra defensa firme de los derechos LGTBI. Esta semana, desde el PSOE, hemos cumplido con uno de nuestros compromisos más firmes presentado una ley para criminalizar las mal llamadas “terapias de conversión”, esas aberrantes torturas que pretenden curar nuestra orientación y corregir nuestra identidad. Además de inhumanas, son una forma institucionalizada de violencia que no cabe en una sociedad democrática.

Continuamos avanzando junto a las asociaciones, pero esta lucha no es sólo de las personas LGTBI. Es una lucha colectiva. Porque cuando se ataca a una parte de la sociedad por ser quien es, el resto también pierde. Se debilitan nuestras democracias, se resquebraja la igualdad y se abre la puerta a otras formas de odio.

Por eso necesitamos el Orgullo. Para combatir todas las injusticias y desigualdades que diariamente nos afectan. Porque es una herramienta de transformación social. Un altavoz para quienes aún no pueden hablar. Un escudo frente al odio.

Y también para tender puentes, para mostrar que nuestros derechos no restan a nadie, sino que suman. Que una sociedad que protege a sus minorías es una sociedad más fuerte, más justa, más libre para todos.

A quienes entienden que la libertad no es plena si no es para todas. A quienes, aunque no formen parte del colectivo LGTBI, saben que nadie debería ser agredido, discriminado o marginado por amar o por ser. A quienes creen que el Estado debe proteger, no perseguir. Es el momento de que demos un paso al frente. Es el momento de defender ese país que estamos construyendo.

Así que, salgamos con determinación y la cabeza alta. No vamos a retroceder ni un milímetro. No vamos a dejar a nadie atrás. Ni en España, ni en Hungría, ni en ninguna parte.

Porque defender los derechos LGTBI no es una cuestión de ideología: es una cuestión de humanidad. 

Víctor Gutiérrez es portavoz adjunto de Deportes del Grupo Parlamentario Socialista, secretario LGTBI del PSOE y diputado por Madrid.