El jefe exige a los empleados que teletrabajan que decoren su casa para Navidad y el rebote de un trabajador es épico: "Nos manipula"
"No es mi trabajo decorar para ella; además, no soy cristiana. No veo ningún sentido en fingir para agradar a los demás".

Trabajar desde casa suele implicar una ventaja: cada persona decide cómo es su espacio de trabajo. Hay quien monta una oficina impecable y luego están los que prefieren pasar la jornada laboral tumbados desde la cama con el portátil apoyado en sus piernas. En situaciones normales, mientras se cumplan objetivos, las empresas no entran a valorar si teletrabajas ante un escritorio minimalista o con una estantería repleta de libros detrás de la pantalla. Sin embargo, la realidad no siempre es así, como veremos en el caso de hoy.
El portal CheezBurger se ha hecho eco de una historia que ha reabierto el mítico debate sobre hasta dónde pueden llegar las exigencias de un jefe cuando su equipo trabaja desde casa. En concreto, el caso gira en torno a una empleada cuyo responsable pidió una foto de su decoración navideña de su casa para participar en un juego interno del equipo. La dinámica en cuestión consistía en mostrar las imágenes y adivinar a qué trabajador pertenecía cada espacio.
La propuesta, que para algunos podía ser una actividad distendida en pleno ambiente festivo, fue rechazada por una de las empleadas. El motivo no pudo ser más sencillo y directo: no decora su casa de forma habitual, así que ni mucho menos pensaba hacerlo por obligación. "No decoro, en absoluto", explicó. "En realidad, creo que decorar es una pérdida de espacio y de tiempo". Además, añadió una reflexión medioambiental poco habitual en este tipo de debates: "Las decoraciones temporales acaban en vertederos, y las permanentes deben ser almacenadas o rotarlas".
La trabajadora, que además se define como neurodivergente, trasladó a su jefa que no quería participar. "No es mi trabajo decorar para ella; además, no soy cristiana. No veo ningún sentido en fingir para agradar a los demás", señaló. La respuesta de la responsable no le gustó. Según explicó, le dijo que estaba "arruinando el juego", algo que tensó todavía más la relación.
El contexto que rodea la historia tampoco ayudó. La jefa llevaba apenas cuatro meses en el cargo, y ya había protagonizado otros episodios polémicos. La empleada relató que la semana anterior se les comunicó que había horas extras obligatorias y que todo el equipo tuvo que asistir a una videollamada de dos horas tras una jornada de trece. Días después se confirmó que esas horas extra no eran obligatorias. "Nos dimos cuenta de que había sido una forma de manipulación", explicó. Cuatro trabajadores elevaron la queja a recursos humanos.
El caso generó un intenso debate online. Muchos usuarios consideraron que exigir fotos del hogar vulnera la privacidad y puede rozar la discriminación religiosa. Otros, sin embargo, opinaban que bastaba con enviar una imagen neutra o simbólica para evitar el conflicto. "Puedes tener razón y aun así no ser práctico", comentaba uno de los participantes.
Mientras tanto, la empleada sigue recibiendo peticiones para enviar la foto. Su última idea resume bien el tono de la historia: "Igual me edito como el Grinch. Esto no tiene nada que ver con el trabajo". Un episodio aparentemente menor que pone sobre la mesa una cuestión de fondo cada vez más frecuente en el teletrabajo: dónde termina el espíritu de equipo y empieza la vida privada.
