Los asesinatos machistas y su tratamiento estadístico en el debate público

Los asesinatos machistas y su tratamiento estadístico en el debate público

EFE

El trágico arranque del 2017, con 15 mujeres asesinadas por sus parejas o exparejas en los primeros dos meses del año, ha devuelto la violencia machista al primer plano de la actualidad política. Esta atención, sin duda, es de agradecer si así se destinan más medios a la erradicación de esta lacra y si contribuye a una mayor sensibilización de la sociedad, ¿pero por qué ahora y antes no? ¿Por tratarse del peor periodo de violencia machista en una década, como afirmaron algunos medios? Pues es fácil de comprobar que esta noticia es incorrecta, probablemente debido a interpretaciones erróneas por la forma habitual de contabilizar estos crímenes, poniendo el contador a cero en cada cambio de año. Vamos a repasar las consecuencias de este enfoque, para acabar proponiendo una forma alternativa de comunicar estos datos.

Naturalmente, lo importante es bajar el número de asesinatos, siendo secundaria la cuestión de cómo contar y contabilizarlos, pero la estadística es imprescindible para evaluar la eficacia de las medidas contra la violencia de género y tomar en su caso decisiones fundadas para modificarlas. Obviamente, ello requiere un análisis mucho más allá del mero número de asesinatos, pero este número no deja de ser el indicador más importante y visible con el que la opinión pública mide el grado de éxito de la lucha contra la violencia machista. Por ello conviene comunicarlo con rigor, evitando crear confusión, más aun teniendo en cuenta que la opinión pública acaba influyendo frecuentemente en las decisiones políticas que se toman en la materia.

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El gráfico, elaborado a partir de los datos de la Delegación del Gobierno para la Violencia de Género, muestra las víctimas mortales en España por meses desde enero del 2003 hasta febrero del 2017. La confusión mencionada al inicio se debe a que desde 2008, en ningún año habían sido asesinadas 15 mujeres ya a finales de febrero, como correctamente apuntaron algunos medios, pero eso no indica el peor periodo en 10 años (aparte de que en todo caso lo sería en 9 años) sino solo el peor inicio de año. ¿Pero qué sentido tiene limitarse a los inicios de año al clasificar los repuntes de violencia machistas cuando un periodo muy mortífero no es menos indignante si ocurre a mediados o finales del año? Solo hay que remontarse poco más de un año para toparse con el primer periodo peor aún que el arranque de 2017: En los tres últimos meses del 2015 y el primer mes del 2016, hubo respectivamente 7, 7, 10 y 8 asesinatos, 32 en total en cuatro meses, 18 de ellos en los últimos dos de esos meses, una acumulación mayor aún y más prolongada de crímenes machistas, que sin embargo no recibió la misma atención.

CÓmo la forma de sumar los asesinatos machistas condiciona la percepción pública

Para hacer balance del año se suele comparar el número de víctimas con los de los años anteriores de la serie histórica, lo cual solo es posible una vez concluido el año. Hasta entonces se observa cómo evoluciona el número a lo largo del año conforme avanza. Y si antes de concluir febrero ya llevamos 15 muertes, suenan las alarmas, porque son más que en los años anteriores hasta estas fechas y porque de seguir el año al mismo ritmo, acabaría superando los peores registros.

En cambio, en el mencionado cuatrimestre entre octubre de 2015 y enero de 2016, por un lado, los 8 asesinatos de enero ya entraron en otra cuenta, la del 2016. Por otro lado, el impacto de las 24 muertes correspondientes al último trimestre del 2015 se vio amortiguado por los primeros tres trimestres del año, en los que había relativamente pocos asesinatos machistas. Por ello, el conteo de víctimas agregado a lo largo del 2015 se mantenía en línea con la terrible tónica habitual, sin destacar negativamente. Si nuestro calendario fuera distinto, con el año yendo del 1 de octubre al 30 de septiembre, hubiéramos llevado 14 víctimas a los dos meses de año, 25 a los tres meses y 32 a los cuatro meses, con lo que seguramente se hubiera creado mucha más alarma social.

Pero si la percepción de la violencia machista no solo depende de cuántas mujeres son asesinadas, sino se ve tan influenciada por efectos estadísticos meramente achacables a la forma de contabilizarlo, algo falla en la comunicación de los datos por parte de las administraciones públicas y de los medios de comunicación y en su interpretación en el debate público.

Huyamos de los periodos de referencia excesivamente cortos

Antes de proponer una solución, conviene reparar en la componente aleatoria de estos números. Si un asesinato se produce o se queda en un intento fracasado que no entra en esta estadística, puede depender de muchos factores, de si la mujer consigue huir, si recibe ayuda de alguien en el momento oportuno, cuanto tarda la ambulancia en llegar, etc. O si un asesinato entra en la macabra estadística del 2016 o del 2017, puede depender de cuándo el asesino encontró una ocasión para cometer el crimen. Por tanto, los números están sujetos a variaciones aleatorias, cuya importancia relativa (acorde con las leyes de la estadística) disminuye para números grandes, pero que para periodos de referencia muy cortos con números de casos más reducidos pueden resultar dominantes. Podemos observar en el primer gráfico que mientras los números anuales varían como mucho en un 30% hacia arriba o hacia abajo de un año al siguiente, en los números mensuales nos encontramos de todo, de 0 a 11 casos (con estos dos extremos dándose incluso en dos meses seguidos, en diciembre del 2008 y enero del 2009), sin ningún patrón apreciable.

Por eso no tiene sentido llevar a cabo comparativas de las víctimas acumuladas en el año hasta finales de febrero para denunciar el peor inicio de año desde 2008, porque es un periodo demasiado corto para sacar conclusiones, con números que varían en un factor de 3 a lo largo de la serie histórica, de 5 a 15. Y precisamente uno de los dos años con 5 casos fue 2015, que parecía de lo más prometedor incluso hasta finales de septiembre, pero que acabó como el peor año del último lustro por el mencionado repunte posterior. Pero también ese repunte de 32 asesinatos en los cuatro meses de octubre a enero del 2016 resultó ser pasajero, porque los restantes 11 meses del año 2016 se saldaron con 36 víctimas mortales, con lo que 2016 acabó con 44 asesinatos machistas, el menor número con diferencia de la serie histórica. Conclusión: Si ya por sí las extrapolaciones siempre deben emplearse con mucha cautela, a partir de periodos tan cortos deben evitarse totalmente. Solo cuando estamos ante una notable variación al alza o a la baja de la tasa de asesinatos sostenida sobre un periodo más largo, crecen las evidencias de que más allá de una mera variación aleatoria algo está cambiando realmente.

Debido al azar, un cierto nivel de irregularidades en la distribución de estos sucesos a lo largo del tiempo no es nada anormal (acorde con la ley de sucesos raros para un proceso de Poisson) de modo que no cabe atribuirle ninguna causa. Por ejemplo, una tasa de 60 asesinatos machistas anuales, es decir, cinco al mes o uno cada seis días, no implica en absoluto un asesinato justo cada seis días, que solo sería la frecuencia media. En ocasiones habría periodos bastante más largos sin crimen alguno, al igual que concentraciones de varios asesinatos en un espacio de pocos días. Estas acumulaciones se han llegado a interpretar como un "efecto llamada" – las noticias sobre las muertes inspirarían más asesinatos machistas en los siguientes días – sin que hubiera fundamento para ello, ya que se trataba de variaciones que entraban dentro de lo esperable.

Nota: Variaciones así se llaman estadísticamente no significativas. Es un error muy habitual intentar interpretar supuestos efectos de este tipo, ignorando que no hay evidencia suficiente para concluir que sean algo más que mero azar. Un ejemplo recurrente son unas décimas de subida o bajada de intención de voto de un partido (o de diferencia con otro partido) en un sondeo con un margen de error de 2 o 3 puntos porcentuales.

Los asesinatos de los últimos 12 meses: Un indicador más apropiado

Por todo ello, convendría sustituir el indicador extraoficial tan común de los asesinatos machistas en lo que llevamos de año, por los asesinatos en los últimos 12 meses. Así cuando se informa que febrero del 2017 ha sido un mes negro con 9 asesinatos machistas, en vez de añadir que con ello ya van 15 en lo que llevamos de año, se indicaría que se han producido 48 asesinatos en los últimos 12 meses (es decir desde marzo del 2016 inclusive). Así es como se hace una vez finalizado diciembre, cuando estos últimos 12 meses coinciden con un año natural, y no hay motivo de no hacer lo mismo a finales de cada mes.

Mientras los asesinatos en lo que llevamos de año se refieren a periodos cuya duración depende de la fecha, siendo por ejemplo de 2 meses a finales de febrero y de 10 meses a finales de octubre, de modo que no son comparables entre sí, los asesinatos en los últimos 12 meses tienen siempre un periodo de referencia de igual duración que además no es excesivamente corto. Con ello no está libre de oscilaciones aleatorias, como podemos observar en el siguiente gráfico que muestra su evolución, pero desde luego es más estable y menos volátil que por ejemplo la mencionada comparativa de los asesinatos en los primeros dos meses del año.

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Donde la curva cruza las líneas verticales que separan los años, el número coincide con los asesinatos del año previo indicado en el gráfico anterior, pero además proporciona valores para los meses intermedios, por lo que se perfila como un indicador mensual muy apropiado. Nos muestra que el peor periodo de 12 meses de la serie histórica, por encima del 2008 que con 76 asesinato fue el peor año natural, fue el periodo de marzo de 2010 a febrero de 2011 con 79 casos. En los 12 meses de mayo del 2014 a abril de 2015 había bajado a 40 asesinatos. Después se aprecia el brutal impacto del mencionado periodo de finales de 2015 y principios del 2016.

Nota: Cuando se comparan estos números sobre un periodo de tiempo prolongado en el que se han producido variaciones sustanciales en el tamaño poblacional, conviene ponerlos en relación con la población (en este caso femenina) para descontar este efecto, para obtener la tasa anual de víctimas mortales de la violencia machista por cada 100 mil mujeres. Lo mismo aplica con más motivo cuando se comparan los datos de diferentes países, cada uno con una población diferente. En España en 2016 esta tasa fue de 0,19 asesinatos machistas por cada 100 mil mujeres, una de las más bajas de Europa. Pero mientras se trata de comparativas limitadas a España y a los últimos años en los que no ha variado demasiado la población, parece preferible comunicar números absolutos por ser menos abstractos.