50 años del accidente radiactivo de Palomares: lo que queda por hacer

50 años del accidente radiactivo de Palomares: lo que queda por hacer

AGENCIA EFE

Un día como hoy, en 1966, la vida cambiaba para siempre en Palomares (Almería). Un bombardero estadounidense B-52 y un avión nodriza KC-135 (cargado con 110.000 litros de combustible) colisionaron a 10.000 metros sobre la costa mediterránea, en el cielo de la pequeña localidad. El B-52 volvía de la frontera turco-soviética hacia la Base Aérea de Seymour Johnson en Goldsboro, Carolina del Norte, y el KC-135 provenía de la Base Aérea de Morón. Era una maniobra de rutina: los B-52 se reaprovisionaban de combustible a la ida, desde la Base Aérea de Zaragoza, y a la vuelta desde la de Morón.

Pero debido a un fallo en la maniobra de acoplamiento, ambas aeronaves colisionaron, se destruyeron y cayeron. Siete de sus tripulantes murieron y cuatro sobrevivieron. Las cuatro bombas termonucleares que portaba la primera de las naves -65 veces más destructivas que las de Hiroshima-, más la metralla de los aviones destrozados, cayeron sobre Palomares.

Ninguna de las bombas estalló y los trozos de chatarra no causaron daños. Uno de los proyectiles cayó en el mar provocando una masiva operación de búsqueda y rescate en medio del más absoluto secretismo impuesto por el Pentágono y la dictadura de Franco. Y dos de las que chocaron con el suelo se rompieron contaminando con plutonio una enorme zona y sellando a Palomares con el marchamo nuclear para siempre.

Empezó entonces el circo mediático, con el famoso baño de Manuel Fraga, el ministro de Información del dictador Franco, bañándose en aguas del pueblo con el embajador de EEUU en Madrid, en plan "no pasa nada, señores".

Cinco décadas más tarde, quedan dudas por aclarar. El pasado octubre, el ministro de Exteriores, José Manuel García-Margallo, y el secretario de Estado estadounidense, John Kerry, firmaron un acuerdo por el que se comprometen a limpiar la tierra que permanece contaminada con material nuclear. Pero el acuerdo apenas es un marco.

Todavía faltan aclarar, según Margallo, "temas de tratamiento de residuos, compactación, transporte, para en el plazo más breve posible ratificar el acuerdo y ejecutarlo, poniendo en marcha las infraestructuras necesarias" para su traslado terrestre y marítimo a EEUU, ha añadido. La voluntad, según el ministro, "es hacerlo ya, cuanto antes, y que Palomares vuelva a la normalidad que tenía antes de 1966".

Organizaciones ecologistas como Greenpeace reclaman que el acuerdo con EEUU sea "jurídicamente vinculante" mientras haya contaminación, que mientras exista polución "exista responsabilidad". Por ejemplo, sostiene que hay "incertidumbre" sobre la verdadera limpieza de zonas que se han quedado fuera de áreas valladas, de las que se desconoce qué riesgo real tienen. Los preservacionistas han editado un informe completo sobre lo que queda pendiente.

Mientras los políticos terminan de aclarar qué pasó y qué consecuencias reales tuvo, aquí te explicamos lo que pasó aquel día.

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Soy redactora centrada en Global y trato de contar el mundo de forma didáctica y crítica, con especial atención a los conflictos armados y las violaciones de derechos humanos.

 

Sobre qué temas escribo

Mi labor es diversa, como diverso es el planeta, así que salto de Oriente Medio a Estados Unidos, pero siempre con el mismo interés: tratar de entender quién y cómo manda en el siglo XXI y cómo afectan sus decisiones a la ciudadanía. Nunca hemos tenido tantos recursos, nunca hemos tenido tanto conocimiento, pero no llegan ni las reformas ni la convivencia prometidas. Las injusticias siempre hay que denunciarlas y para eso le damos a la tecla.

 

También tengo un especial empeño en la actualidad europea, que es la que nos condiciona el día a día, y trato de acercar sus novedades desde Bruselas. En esta ciudad y en este momento, la defensa es otra de las materias que más me ocupan y preocupan.

 

Mi trayectoria

Nací en Albacete en 1980 pero mis raíces son sevillanas. Estudié Periodismo en la Universidad de Sevilla, donde también me hice especialista en Comunicación Institucional y Defensa. Trabajé nueve años en El Correo de Andalucía escribiendo de política regional y salté al gabinete de la Secretaría de Estado de Defensa, en Madrid. En 2010 me marché como freelance (autónoma) a Jerusalén, donde fui corresponsal durante cinco años, trabajando para medios como la Cadena SER, El País o Canal Sur TV.

 

En 2015 me incorporé al Huff, pasando por las secciones de Fin de Semana y Hard News, siempre centrada en la información internacional, pero con brochazos de memoria histórica o crisis climática. El motor siempre es el mismo y lo resumió Martha Gellhorn, maestra de corresponsales: "Tiro piedras sobre un estanque. No sé qué efecto producen, pero al menos yo tiro piedras". Es lo que nos queda cuando nuestras armas son el ordenador y las palabras: contarlo. 

 

Sí, soy un poco intensa con el oficio periodístico y me preocupan sus condiciones, por eso he formado parte durante unos años de la junta directiva de la ONG Reporteros Sin Fronteras (RSF) España. Como también adoro la fotografía, escribí  'El viaje andaluz de Robert Capa'. Tuve el honor de recibir el XXIII Premio de la Comunicación Asociación de la Prensa de Sevilla por mi trabajo en Israel y Palestina y una mención especial en los Andalucía de Periodismo de la Junta de Andalucía (2007). He sido jurado del IV Premio Internacional de Periodismo ‘Manuel Chaves Nogales’.

 

 


 

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