Postales Imperfectas

Postales Imperfectas

El insoportable calor de la capital murciana se hacía llevadero gracias a los baños vespertinos y a las cenas mecidas por la brisa del mar. Los enfados y despiporres que me producían algunos clientes caían en el olvido cuando me sumergía en el salado fluido

Ella tenía una granja en África al pie de las colinas de Ngong y debía ser perfecta. Y yo una casa en el sudeste mediterráneo, al pie del faro de Cabo de Palos, que lo era. El insoportable calor de la capital murciana se hacía llevadero gracias a los baños vespertinos y a las cenas mecidas por la brisa del mar. Los enfados y despiporres que me producían algunos clientes caían en el olvido cuando una dejaba atrás la estela de coches y edificios y se sumergía en el salado fluido, haciendo una gran peineta a cualquier obstáculo espacio-temporal que se presentase. Eran otros tiempos.

Han pasado varios años y vuelve a ser verano, pero distinto, por muchos motivos: no hace tanto calor como antaño, temporalmente no disfruto de aquella maravillosa casa y tampoco tengo ya aquellos clientes que me pedían que no pusiera 'amarillo huevo' en el diseño de sus publicaciones porque para huevos ya estaban los suyos. Entrañables recuerdos de campechanía que provocan en mi una enorme sensación de ingravidez al recordarlos y verme por fin libre.

Pues sí, es Julio y se nos ha colado un prudente termómetro que está haciendo mucho más llevadero el trago de sobrevivir a la ciudad desnuda, entre lapsus y lapsus de vida. Como si alguien desde arriba quisiera compensar nuestra frágil economía y delicado nuevo estatus social permitiéndonos disfrutar de este bonus-descuento de grados, al menos de momento. Gracias, Tonatiuh.

Durante estos años pasados y debido seguramente a un carácter inconformista y explorador, cerré mi estudio de diseño y volé a Londres donde pasé varios periodos estivales. Tenía una misión: comprobar si existe el verdadero amor. Me planté en Westminster, abanderando la más genuina y hortera esencia Jennifer Aniston y se produjo un cortocircuito mental que redundó en una parálisis ventricular pasajera. Casi sin darme cuenta, me convertí en la chica de la peli de domingo. Ese personaje almibarado que de tan pasado de moda se vuelve moderno e iconográfico, una superstar. Y me dejé querer. En fin, que después de varios exámenes teórico-prácticos, aprobamos sobradamente y volvimos a España con el informe preparado para la Comisión de Excépticos. Ante ellos relaté como se me apareció la Virgen del Escorial con acento de La Puebla de Don Fadrique en el metro de Camden y como me aseguró que ese amor era de pura lana virgen, que ni se pasa de moda ni pierde consistencia. Desde entonces comencé a creer en lo natural que es mucho más potente que lo sobrenatural. Aunque como dirían por ahí: Esa es otra historia...

Desacostumbrada a su ritmo compruebo de nuevo aquí que Murcia sigue manteniendo un centro neurálgico a modo de corazón, fuerte y sangrante durante estos meses. Palpita con fuerza, mucho más que otros años me dicen, especialmente a la hora del almuerzo y la tapa. Su latido se dilata hasta la extenuación de una siesta que en un movimiento involuntario de sístole/diástole a menudo cae en un profundo silencio humano cada tarde y en el quejido emitido por la chicharra común. Una cadencia impensable para el ciudadano de la city.

Sopoooorrrr.

La realidad de hoy me vuelve a colocar en el barrio de Vistalegre, buscando financiación para desarrollar un proyecto que me apasiona, educando a una preadolescente y cuidando de las plantas, de un perro perfecto y de mi holograma de carne y hueso. Lejos quedan las barbacoas, conciertos, pubs, grandes exposiciones y parques de mi adorado Londres, un 'país de nunca jamás' que se ha llenado de jóvenes españoles buscando tesoros.

Pero es curioso, con el tiempo, contemplando desde la terraza un skyline de aires acondicionados y haciendo como que fumo, siento más que nunca que lo correcto era volver. Y que el desenlace de esta peli empieza a alejarse del siniestro sueño americano para parecerse más a cualquiera de Nadine Labaki, capaz de retratar la vida real, bellísima e imperfecta.