No quiero ir al colegio

No quiero ir al colegio

Los elevados índices de acoso escolar por motivo de orientación sexual o identidad de género a los adolescentes y jóvenes LGTB que se detectan en los centros educativos han llevado a preguntarse si el riesgo de suicidio puede ser una de las consecuencias más dolorosas del acoso escolar homofóbico.

"No quiero ir al colegio", algo así, cada día, dicho o generalmente no dicho. La mayoría de las veces no dicho o dicho para dentro, como un mantra protector, "no quiero ir al colegio... al llegar a casa, me ponía a llorar, cuando llegaba al cuarto sólo quería quedarme allí, no quería volver a salir... sentía que si me insultaban era porque yo lo era y porque ellos tenían derecho a decírmelo en parte".

Y en la clase, burlas y en la clase las risas y la vergüenza. El miedo. En la clase las tizas o lo que sea volando. Los insultos. "Me insultaban y muchos de los profesores pasaban de largo". En la clase, las burlas o lo que sea volando. Y el desprecio. "Me desprecian porque soy despreciable". Las palizas.

Los elevados índices de acoso escolar por motivo de orientación sexual o identidad de género a los adolescentes y jóvenes LGTB (lesbianas, gais, transexuales o bisexuales) que se detectan en los centros educativos españoles han llevado a preguntarse si, en línea con la creciente literatura científica internacional de los últimos años, el riesgo de suicidio puede ser una de las consecuencias más dolorosas del acoso escolar homofóbico. Un acoso que se inicia entre los 12 y 15 años, que genera en las víctimas -las víctimas- sentimientos de humillación, de rabia y tristeza, que produce incomprensión, soledad, vulnerabilidad y aislamiento, con una acusada desesperanza hacia el futuro y una escasa perspectiva personal de que el sufrimiento llegará a cesar. El sufrimiento.

El sufrimiento de jóvenes y adolescentes, víctimas, que en un 43% de los casos desarrolló pensamientos sobre intentar suicidarse, en un 35% planificó dicho suicidio, y en un alarmante 17 % llegó a atentar contra su vida en una o varias ocasiones. "A menudo solía pensar que sería mejor estar muerto".

"No quiero ir al colegio. Me sentía solo, totalmente solo... Mi familia también me maltrataba por ser gay. Me insultaban y los profesores pasaban de largo. Como una necesidad de liberación absoluta la única salida que veía era el suicidio, la única forma en la que iba a dejar de sufrir".

El acoso escolar homofóbico que nuestros adolescentes y jóvenes sufren es de una dimensión enorme, dramática. Y es, sin embargo, desatendido en casi su totalidad, un fenómeno que se da con el desconocimiento de gran parte de las familias y la inacción, cuando no directa colaboración, del profesorado. "Me insultaban, me pegaban, recuerdo el escándalo que se formó, las carcajadas. El profesor entró, vio lo que estaba pasando y se fue".

Los centros educativos, nuestros centros educativos, no son un lugar seguro para los jóvenes que no responden a las expectativas de género; las aulas, las aulas de nuestro sistema educativo, no son un lugar seguro para nuestros adolescentes.

"No quiero ir al colegio". Los insultos, los chistes, el desprecio. El dolor.

Que no quiere ir al colegio lo sabe ya la Defensora del Pueblo y lo saben también las Defensorías de las Comunidades Autónomas, porque la FELGTB ha denunciado al Ministerio de Educación y a las Consejerías de Educación, presentando el 17 de mayo, Día Internacional contra la homofobia, transfobia y bifobia, un Informe que demuestra la desprotección, el sufrimiento, el acoso que sufren nuestros adolescentes en el sistema educativo español. Que se tomen medidas. Que es urgente.

"Y entonces me decía, la única solución que hay para dejar de sufrir es el suicidio. Digo: dejo de sufrir yo y deja de sufrir mi familia y en el colegio les dejo tranquilos porque no tienen un maricón".