La "superarma" nuclear con la que Rusia quiere asustar al mundo se anota un nuevo fracaso a la lista
Nuevamente, Moscú contabiliza otro intento que finaliza en fracaso tras pregonar por tierra, mar y aire, la posesión del Sarmat.

Rusia tenía previsto presumir de músculo militar a finales de noviembre, pero la realidad les jugó una mala pasada. Un misil balístico intercontinental, al que el Kremlin vende como una pieza clave de su arsenal estratégico, terminó estrellado a escasos metros del silo desde el que había sido lanzado. El incidente, grabado en vídeo y difundido en redes rusas, no solo ha arruinado la prueba: ha vuelto a poner en duda la capacidad real de Moscú para mantener su doctrina de disuasión nuclear.
Un lanzamiento que duró segundos
La prueba se realizó el 28 de noviembre desde una instalación subterránea en la región de Oremburgo, cerca de la frontera con Kazajistán. El plan era ambicioso: enviar una ojiva simulada a un objetivo situado a unos 6.500 kilómetros. Lo que ocurrió fue casi lo contrario.
Apenas despegó, el misil perdió estabilidad, comenzó a desviarse, se dio la vuelta en pleno ascenso y descendió sin control. Antes de impactar, expulsó una pieza de su estructura, probablemente como parte de un protocolo automático para salvar la carga útil. Finalmente, explotó sobre el terreno, provocando una bola de fuego y una nube rojiza propia de los carburantes hipergólicos que usa el armamento balístico ruso.
Pocas horas después, imágenes satelitales mostraron un cráter y una franja de tierra calcinada alrededor del silo. El ejército ruso no ha hecho declaraciones, pero los analistas lo tienen claro: la prueba falló estrepitosamente.
El Sarmat, joya nuclear… que nunca termina de brillar
El misil implicado sería, según expertos citados en medios internacionales, un RS-28 Sarmat, también conocido como Satan II en la OTAN. Se trata de un ICBM pesado de nueva generación con capacidad para transportar:
- Hasta 10 ojivas nucleares de gran potencia
- Sistemas MIRV con objetivos independientes
- Vehículos hipersónicos diseñados para evadir defensas antimisiles
Sobre el papel, una bestia nuclear capaz de destruir ciudades enteras a medio mundo de distancia. En la práctica… un proyecto lleno de tropiezos.
El Sarmat pretende reemplazar a los viejos R-36M2, diseñados en tiempos soviéticos y fabricados en Ucrania, cuyo mantenimiento se ha vuelto incierto tras la anexión de Crimea en 2014. Moscú necesita urgentemente este relevo para mantener intacta su capacidad de disuasión, pero los avances llegan a cuentagotas:
- Primer test con éxito en 2022
- Varias pruebas fallidas desde entonces
- Un silo destruido en 2024 por una explosión durante un ensayo
- Entrada en servicio prometida para 2018… ahora retrasada a 2026
Como reconocen analistas occidentales, el Sarmat se ha vuelto más famoso por sus fallos que por sus logros.
El significado del titular: no es solo un misil, es la imagen del poder ruso
Putin ha presentado este programa como prueba de que Rusia sigue siendo una superpotencia capaz de plantar cara a Estados Unidos incluso en su campo más sensible: las armas estratégicas.
Lo ha llamado una “arma verdaderamente única”, una “superarma”, un elemento que haría pensar dos veces a cualquiera que quisiera desafiar al Kremlin.
Sin embargo, cada fallo técnico alimenta la narrativa contraria: el Sarmat pasa de ser un instrumento de intimidación global… a una fuente de vergüenza internacional. Por eso este accidente supera lo anecdótico: golpea directamente al discurso propagandístico ruso.
Disuasión en horas bajas
Rusia se encuentra inmersa en una guerra que consume recursos a un ritmo brutal: artillería, drones, aviones, personal militar, fábricas dedicadas al frente… El enorme gasto humano y económico en Ucrania está frenando la modernización nuclear, que había sido una prioridad estratégica para el Kremlin.
Mientras tanto, EE. UU. mantiene vigilancia estrecha. Días antes de la prueba fallida, un avión RC-135S Cobra Ball —especializado en seguimiento de lanzamientos de misiles— fue desplegado en Alaska. Washington sigue monitorizando cada movimiento.
Si el arsenal actual ruso sigue envejeciendo y el relevo no llega a tiempo, Moscú podría ver cuestionada su supremacía en el campo que más cultiva: la amenaza nuclear.
¿Tiempo de cancelar el proyecto?
Incluso dentro de Rusia surgen voces críticas. Algunos investigadores apuntan a que el programa del Sarmat:
- Consume recursos que se necesitan en el frente ucraniano
- No ofrece resultado operativo real tras una década de esfuerzos
- Podría ser reemplazado por misiles más ligeros, móviles y fiables
- Uno de esos expertos lo resumió sin rodeos en redes sociales: «El Sarmat merece ser cancelado».
Un futuro incierto
Putin insiste en que el misil entrará en “servicio operativo” en 2026. Pero la prueba del 28 de noviembre deja claro que el camino está lejos de estar despejado. Y, en términos geopolíticos, cada nuevo fracaso erosiona un poco más el aura de poder absoluto con la que Moscú quiere mantener al mundo en jaque.
