Sí, me gustan los toros y no necesito que me perdones la vida

Sí, me gustan los toros y no necesito que me perdones la vida

Europa Press via Getty Images

"Pues no te pega nada". Ya he perdido la cuenta de las veces que he escuchado esa frase después de decir que me gustan los toros. El "no te pega nada" es para los taurinos como el "pues saludaba en la escalera" que algún vecino le aplica siempre al último detenido por matar a alguien. El significado de una y otra coletilla es básicamente el mismo; diciéndolo por derecho: "Estás lleno de mierda por dentro, pero apenas se te nota".

Hay dramas mucho peores, lo sé, pero esto no es justo. Para evitar la sensación desagradable de ser absuelto por alguien antes de que me conozca, reconozco que el de los toros es un tema que evité durante un tiempo. Aprendí la lección: no debes mencionarlo en una primera cita, no debes hablar de ello con amigos de amigos a los que te acaban de presentar y, por supuesto, no debes ni siquiera dejarlo ver cuando estés ante alguien de quien dependa un posible trabajo. En fin, mejor no reconocerlo nunca. Con nadie.

Por si acaso. Porque temes, porque sabes que se te puede presuponer una tara, un defecto moral. "Parece perfectamente normal, pero le gustan los toros". Es simpático, ha leído algo, se puede hablar con él, ¡pero le gustan los toros!

En un momento determinado me cansé de esconderlo. El esfuerzo que tenía que hacer era grande: trabajé durante nueve años en Mundotoro, un medio de información taurina. Allí aprendí buena parte de lo que sé, conocí referentes e hice amigos. ¿Cómo se esconde eso? No lo sé, y ahora me parece ridículo haber buscado maneras de hacerlo.

En ese mundo, que parece por culpa de muchos taurinos un mundo realmente aparte y caduco, conocí lo mismo que he conocido fuera y en la misma proporción: gente con virtudes y defectos, actos de bondad y de injusticia, empatía y cinismo, confianzas y recelos... Sé que alguno no dará crédito pero es que allí conocí personas. Sí, sí, de verdad: seres humanos mondos y lirondos. No trolls de las cavernas ni devoraniños ni, por supuesto, asesinos con patillas y clavel en la solapa. Solo personas, hombres y mujeres.

Hay una mayoría de españoles que desea el final de las corridas de toros. No es una mayoría tan grande como el sector antitaurino quiere hacer creer, pero existe y bien está que se reivindique. Pero aunque el 99% de los ciudadanos de este país (o de los otros en los que se celebran toros, de Francia a Perú, pasando por México) perteneciese a ella, eso no justificaría que los millones de aficionados a la tauromaquia y aquellos que la desempeñan se sientan señalados constantemente como tarados mentales.

Los cientos de miles de personas que han pasado por Las Ventas durante la pasada Feria de San Isidro (un evento cultural y económico de primera importancia que el Ayuntamiento de Madrid olvida injustamente) no tienen, no tenemos por qué escondernos ni sentirnos mal. Tampoco los que disfrutan San Fermín en la plaza.

Yo no voy a hacerlo. Sí, me gustan los toros y no necesito que me perdones la vida.