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El Barça reina en el caos y gana la Copa del Rey tras imponerse 3-2 al Real Madrid en la prórroga

El Barça reina en el caos y gana la Copa del Rey tras imponerse 3-2 al Real Madrid en la prórroga

Del morbo en la previa por la tentativa de plante del Madrid a un partido loco que tuvo de todo... también polémica arbitral. Un gol de Koundé en la prórroga deja tocado y prácticamente hundido a Ancelotti en el banquillo blanco.

Éxtasis del Barça tras el gol de KoundéFran Santiago / Getty Images

Y en el caos, de repente, no reinó el de casi siempre. El Fútbol Club Barcelona se ha alzado con la Copa del Rey tras imponerse por 3-2 y en la prórroga al Real Madrid en una final que tuvo de todo. 

Porque del morbo previo se pasó a la locura, transitando por fútbol, mucho fútbol, un catálogo de polémicas... y un gol crucial de Koundé cuando todo apuntaba a penaltis que dejá prácticamente sentenciado el futuro de Carlo Ancelotti en el banquillo blanco. Y que, de paso, abre el camino al sueño del triplete (más la Supercopa) del renacido Barça de Hansi Flick.

Echando la vista atrás, apenas 36 horas, cuesta pensar que un Barça-Real Madrid con un título en juego necesitase de aditamentos, pero esta final de Copa los tuvo en la previa, mucho más que en cualquier 'Clásico'. Tantos, que casi no hay final, ante un plante del Real Madrid, airado por las protestas arbitrales a raíz de sus críticas. Una tarde-noche de viernes de mucho teléfono... y de no llegar la sangre al río, más allá del plantón a varios actos protocolarios.

El Madrid cumplió y se presentó en La Cartuja, pero lo hizo a medias, porque durante muchos minutos, de inicio, ni se le vio. La final abrió con monologo del Barça. Más piernas, más músculo en la presión y mucho más fútbol, con Lamine Yamal de protagonista. Su banda derecha fue un tormento para Ancelotti, primero por la temprana lesión de Mendy y posteriormente por la desigualdad del choque con Fran García, que obligaba a constantes reajustes en defensa. 

Se sucedían las ocasiones culés, de diverso formato, y el Madrid sólo podía presumir de seguir 0-0, sin alternativa real. Porque sin centro del campo funcional, ausente Rodrigo y con leves fogonazos de Bellingham, sólo Vinicius mostraba intenciones de peligro. Obcecado en ocasiones, quería más que podía. 

Se intuía el 1-0 y esta vez sí se cumplió lo esperado, al filo de la media hora. Providencial Cubarsí al corte cerca de su área, veloz Pedri en la construcción y Lamine siendo Lamine. El jovencísimo extremo se adentró en el área y, sabedor de la triple cobertura sobre él, vio hueco para habilitar a Pedri, que llegaba libre hacia la frontal. Su rosca a la escuadra fue demasiado ya para Courtois.

Más que dolerle, el gol avivó a un Madrid mortecino, que de la nada comenzó a crecer y creer. Varios casi, incluido un gol bien anulado a Bellingham, animaron a los de Ancelotti, a la par que el partido se abría, para disgusto de Flick. No obstante, el intercambio de golpes seguía decantándose del lado barcelonista. En un córner de Dani Olmo, entre olímpico y errático, estuvo a punto de llegar el 2-0. También estuvo a punto un penalti sobre Vinicius que sólo paró el VAR por fuera de juego en la arrancada del brasileño. En este no había mucho lugar a dudas.

Mbappé y el Madrid de las finales

Con Mbappé ya en el campo, el segundo tiempo se abrió en todos los sentidos. El descontrol se hizo tónica, terreno ideal para un Madrid incapaz de construir en estático, mientras el Barcelona desperdiciaba superioridades a la contra. Especialmente Dani Olmo y Raphinha, que dejaron marchar ocasiones clarísimas para poner un 2-0 que hubiera dinamitado el encuentro.

Fallaba el Barça y lo hacía también el Madrid, pero las tornas habían cambiado a esas alturas. Con velocidad, Vinicius lo buscó una y mil veces ante Szczesny, que ya sí empezó a desgastar sus guantes. También le probó un Mbappé obligado a forzar ante una lesión más que inoportuna. Crecientes en fe, Ancelotti sumó, además, argumentos de calidad, buscando más centro del campo con Modric y Guler.

Los movimientos le dieron fruto. El mediocampo blanco se reactivó, haciéndose fuerte, en paralelo a la caída de rendimiento de los de Flick. Pleno de fuerzas, Mbappé hizo un roto entre los centrales y sacó una falta en la que De Jong se jugó la roja. Se quedó con la amarilla, pero ese lanzamiento era un 'caramelito' para el astro francés, también necesitado de su reivindicación, tirando de galones y puntería en el 69'.

Mbappé celebra su gol en la final de la Copa del ReyEric Verhoeven/Soccrates/Getty Images)

Ya saben, nunca den por muerto al Real Madrid en la final. Los de Flick sintieron el golpe. Pasaron de ser netamente superiores a verse arrollados por el 'Madrid de las finales'. Y lo que quedaba... Vinicius rozó el 1-2, que llegaría sólo instantes después, con un remate de cabeza de Tchouamení incorporándose a placer en un córner bien medido por Guler. Una apisonadora como no lo ha sido en toda la temporada.

Caos, polémica... y el VAR

El Real Madrid empezaba a reinar en su terreno ideal, un caos que pronto se le volvería en contra sin tiempo para poner el freno al partido. Si Courtois estuvo fino ante un buen disparo de Lamine, no lo estuvo para nada en una salida en falso que aprovechó Ferrán Torres para colarse entre él y un Rudiger con molestias, devolver el golpe y hacer el 2-2 en el 83'. 

Ni se contemplaba paz hacia la prórroga. Un aparente penalti de Rudiger sobre Ferrán no lo valoró así De Burgos Bengoetxea, que sí pitó una acción más dudosa de Asencio sobre Raphinha. El VAR evidenció que no hubo contacto y acabó con amarilla al delantero brasileño por fingir el contacto. Ya sí que sí, tocaba tiempo extra.

Los dos equipos llegaban muy cascados, parecía un poco más fuerte el Madrid en la prórroga, pero los minutos trascendían solo con tensión y fatiga. Entre numerosos fallos propios de la pesadez de piernas, el partido se encaminaba a los penaltis hasta el último y fatal despiste del Madrid. Tres graves errores, tres goles y un título que se esfuma.

El tercero y fatal fallo tuvo por protagonista a Brahim, que había entrado justo antes de la prórroga. El internacional marroquí se quedó parado esperando un balón de Modric, mientras Koundé, más listo y más fuerte, apareció de la nada y de potente disparo raso batió a Courtois en el 116'. A la desesperada, el Madrid se inventó una jugada que sólo un fuera de juego evitó un penalti que hubiera supuesto la 'resurrección' blanca. 

Ahí murió el partido, la final y quizás la era de Ancelotti al frente del Real Madrid. En paralelo, se abre un nuevo tiempo al Barça de Hansi Flick, que sueña con el triplete y que, por ahora, ya puede presumir de ser el rey del K.O... y del caos.

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Miguel Fernández Molina (Sabiote, Jaén, 1987) es periodista licenciado por la UCM. Trabajó ocho años en el medio digital 'Mundotoro' antes de llegar a 'El HuffPost', donde ejerce de responsable de cierre y escribe sobre deporte, internacional y política, entre otros campos. Puedes contactar con él en miguel.fernandez@huffpost.es