¿Dónde está el centro?

¿Dónde está el centro?

Con 'Centro di gravità permanente' fue la primera vez que alguien conseguía hacerme cantar en un idioma distinto al inglés sin saber lo que decía. Y lo amaba.

El músico y compositor italiano Franco Battiato canta en una plaza en Ascoli Piceno (Italia) en 2011.Giuseppe Bellini via Getty Images

Podría escribir sobre Franco Battiato y hacerlo con ese punto erudito que inevitablemente rezuman los cientos de artículos escritos y por escribir sobre su persona. No es para menos, nos ha dejado el que sin duda ha sido, y seguirá siendo con honores, el artista magno por excelencia del siglo XX.

Pero yo no puedo escribir de esa manera sobre Battiato (para eso están los periodistas especializados). O mejor dicho, no quiero escribir así sobre el genio que irrumpió en mi vida cuando era adolescente marcándome hasta hoy como artista. Necesito hacerlo como lo que soy: una admiradora acérrima de sus canciones. Esas mismas que llenaron mis momentos de amor, de crítica, de inconformismo y rebeldía; mis primeros intentos de escribir canciones, mi incansable defensa sobre la necesidad de una lírica trascendente, extensa como se requiera y bien escrita para las buenas melodías.

No es tan complejo como su historia, ni tan simple como referirse a él basándome en quién fue y seguirá siendo musicalmente hablando.

Escuchaba, escucho y seguiré escuchando sus canciones desprovistas de la carga del genio que hay tras ellas. Sus canciones no lo necesitan, son en sí mismas una genialidad tras otra, y las genialidades ya sabemos que no salen de frotar una lámpara cualquiera. Solo diré que si Battiato era un genio... era de un azul azurro, único e irrepetible.

Si él quiso vernos bailar, yo bailé dando vueltas infinitas. Si él creaba una disyuntiva en nuestros cerebros para autocuestionarnos, yo entraba a ella como un vehemente intentando redondear el cubismo.

Pero sin duda, cuando él busco su Centro di gravità permanente algo inesperado hizo saltar un chispazo en mi cabezota. Fue la primera vez que alguien conseguía hacerme cantar en un idioma distinto al inglés sin saber lo que decía. Y lo amaba. Cada palabra. Cada vuelta melódica. Y di tantas vueltas que la hice propia.

Fue la primera vez que alguien conseguía hacerme cantar en un idioma distinto al inglés sin saber lo que decía

Recuerdo la primera vez que me “negaron” versionarla en mi segundo disco. No debieron verme capaz en la discográfica en la que estaba por aquel entonces. O probablemente les venía mejor que lo hiciese con una de otro artista de “la casa”. Esto da para otro artículo pero no se lo merecen. El caso es que lo agradezco. Porque el día que lo hice, lo hice libremente y a mi manera.

Fue nada menos que 11 años después, con mi propio sello independiente. En un disco que titulé Non Ho L’Età donde versioné grandes clásicos de los 50 y los 60 en italiano. Estudié dos años italiano para cantarlo, interpretarlo, sentirlo y entenderlo como merecía. Y ahí, justo ahí, metí mi Centro di Gravità Permanente. Fuera de contexto, del concepto de décadas.

Porque sí. Porque llevaba amando esa canción desde que la oí por primera vez y por primera vez no tenía a nadie que me dijese qué podía o no podía hacer. Porque citando a mi querido Battiato en su canción, “non soporto...” muchas cosas, pero la que menos es que me gobiernen sin argumentos. Y esto, es un legado impagable que sus canciones y sus letras dejaron en mí grabado a fuego.

Guardo como un tesoro la aprobación alegre del maestro al escuchar mi versión. Sí, se la hice llegar, no quería ni por un segundo ostentar un destrozo a sus oídos de algo tan preciado para mí. Creo que lo que más le divirtió fue que una chica de 36 años (entonces) quisiera versionar un tema suyo de los 80 para, musicalmente, llevarlo en arreglos a los 60. Saber que la escuchó ya me da para llenar una tina de lágrimas.

Guardo como un tesoro la aprobación alegre del maestro al escuchar mi versión

Su partida, dentro de la desolación absoluta que me aborda, me ha dejado algo importante. Como artista, quizás no me dé la vida para llegarle a la suela del zapato. Pero, sin duda, seguiré en el empeño de escribir tratando hacer que trascienda la emoción y la lírica a partes iguales. Seguir siendo rotundamente yo, buscando ese centro de gravedad permanente, que no me haga cambiar mi forma de pensar sobre las cosas, sobre la gente. Especialmente en mi forma de pensar, sentir y disfrutar de Franco Battiato.

He aquí mi centro de gravedad necesario y permanente. Urge que cada uno encuentre el suyo.

Hoy el universo está danzando para Franco, recibe a una gran estrella.