El famoso aeropuerto de 17 millones de euros se hunde en el mar y ya se habla de fracaso histórico
Desde el día uno se encuentra en una situación complicada debido a su ubicación y a los desafíos que se presentan día a día.

Aunque el titular pueda parecer exagerado, la historia que hay detrás es aún más desconcertante. El célebre Aeropuerto Internacional de Kansai, una de las grandes obras de la ingeniería moderna, se hunde lentamente en el mar. No hablamos de una infraestructura menor ni barata: su coste real no fue de 17 millones, sino de unos 20.000 millones de dólares. Una cifra colosal para un proyecto que hoy vuelve a estar bajo escrutinio y que, para algunos expertos, amenaza con convertirse en un símbolo del exceso de confianza tecnológica.
Cuando abrió sus puertas en 1994, Kansai fue celebrado como un prodigio. Japón, con poco espacio disponible en tierra firme, decidió levantar un aeropuerto internacional completo sobre dos islas artificiales en la bahía de Osaka. La idea era tan audaz como arriesgada: ganar terreno al mar y crear un nodo aéreo capaz de absorber parte del enorme tráfico internacional del país. Durante años, el proyecto fue estudiado en universidades de todo el mundo como ejemplo de innovación y ambición sin límites.
Una obra maestra que desafió al mar
El aeropuerto se asienta sobre dos enormes plataformas artificiales conectadas al continente por un puente de más de dos kilómetros. Bajo ellas, capas de arcilla blanda y sedimentos marinos que ya habían hecho saltar las alarmas antes de la construcción. Los ingenieros confiaron en que el terreno se estabilizaría tras un hundimiento inicial de unos cuatro metros, una previsión que, sobre el papel, garantizaba medio siglo de funcionamiento seguro.
La realidad fue muy distinta. Apenas seis años después de su inauguración, algunas zonas ya habían superado ese límite teórico. Hoy, el hundimiento acumulado ronda los 12 metros. El aeropuerto sigue operativo, pero cada centímetro que desciende aumenta el riesgo de inundaciones y obliga a costosas intervenciones de emergencia.
El aeropuerto se hunde en el mar
A pesar de todo, Kansai no ha dejado de funcionar. Continúa recibiendo vuelos chárter y rutas internacionales por toda Asia, y desempeña un papel clave en la conectividad del oeste de Japón. De hecho, alrededor del 25% de los visitantes extranjeros que llegaron al país el año pasado lo hicieron a través de este aeropuerto.
Pero mantenerlo a flote -literalmente- tiene un precio. Para frenar el avance del mar, se construyó un enorme malecón que rodea las islas. Solo elevar esta barrera costó unos 117 millones de libras. Algunos ingenieros, sin embargo, sostienen que esas medidas llegaron tarde y que el refuerzo es insuficiente frente a los escenarios climáticos más extremos.
La fragilidad del conjunto quedó al descubierto en 2018, cuando el Tifón Jebi azotó la bahía de Osaka. El agua superó las defensas, inundó la pista y obligó a cerrar el aeropuerto durante dos semanas. Las imágenes de terminales anegadas dieron la vuelta al mundo y reavivaron el debate sobre si Kansai es una maravilla de la ingeniería… o una advertencia.
Predicciones sombrías: grandes riesgos para 2056
Tras aquel episodio, se aprobaron nuevas mejoras. El malecón se elevó otros 2,7 metros y se reforzaron sistemas críticos para evitar que una situación similar vuelva a paralizar el aeropuerto. Aun así, los informes más pesimistas apuntan a que, si la subsidencia continúa al ritmo actual, algunas secciones podrían quedar más de cuatro metros por debajo del nivel del mar hacia 2056.
El problema no es solo técnico, sino estratégico. Japón necesita Kansai como centro de transporte regional, especialmente para aliviar la presión sobre otros aeropuertos saturados. Por eso, a pesar de las dudas, el operador ha iniciado una renovación de unos 740 millones de dólares destinada a ampliar la capacidad y modernizar las instalaciones.
Esta inversión plantea una pregunta incómoda: ¿tiene sentido seguir destinando enormes sumas de dinero a una infraestructura que lucha contra la naturaleza desde el día uno? Para sus defensores, no hay alternativa viable a corto plazo. Para sus críticos, Kansai es el ejemplo perfecto de cómo incluso la ingeniería más avanzada tiene límites cuando se subestima el entorno.
El aeropuerto que nació como símbolo del ingenio humano frente al mar se ha convertido en un experimento permanente de supervivencia. Sigue funcionando, sí, pero cada año lo hace un poco más cerca del agua. Y mientras las obras continúan y los aviones despegan, la sombra del “fracaso histórico” planea sobre una de las infraestructuras más caras y audaces jamás construidas.
