El "ecocidio" como quinto crimen contra la paz

El "ecocidio" como quinto crimen contra la paz

Imagen de archivo de un incendio en el norte de Españ supuestamente provocado. Miguel Vidal / Reuters

¿Ir a la cárcel por destruir la biodiversidad? ¿Y por qué no? Si se penalizan los delitos de cuello blanco, también se pueden perseguir los delitos de “guante verde”. La defensa medioambiental requiere mucho activismo y fuertes medidas políticas, pero también un enfoque legal. Damien Short, experto en derechos humanos, nos proporciona la conexión que necesitábamos para saber cómo lidiar con los delitos contra la naturaleza. En esta entrevista nos habla del “ecocidio”, crímenes medioambientales que necesitan ser reconocidos como tales para que se pueda alcanzar un umbral mínimo de justicia ecológica.

ANDRÉS LOMEÑA: Greta Thunberg ha sido una inspiración para el movimiento verde, pero también lo fue Al Gore y en la actualidad estamos igual, si no peor. ¿Las protestas de un movimiento como Extinction Rebellion son nuestra penúltima esperanza ecológica?

DAMIEN SHORT: Me temo que son nuestra penúltima oportunidad para evitar una extinción masiva, expresión usada por los climatólogos para referirse a un calentamiento global desbocado donde los bucles de retroalimentación empiezan a hacer efecto y las cosas se ponen muy feas. El movimiento The Youth Climate Justice también es una inspiración esperanzadora. Dicho esto, se está hablando poco acerca de cómo deberíamos cambiar nuestra forma de consumir. En países desarrollados como España, Reino Unido o Estados Unidos, alrededor de la mitad de las emisiones de carbono de una persona no viene de calentar las casas o del transporte, como se suele pensar, sino de cómo comemos y de los bienes que compramos, o dicho de otra manera, de nuestra adicción a la carne barata industrial y a lo que Annie Leonard llamó de forma liviana “cosas”.

A.L.: La abogada y activista escocesa Polly Higgins falleció recientemente. Usted apoya su idea del “ecocidio” como quinto crimen contra la paz. ¿Qué falta para que la ley contra el ecocidio se apruebe y tenga validez, por ejemplo, en el Tribunal Penal Internacional?

D.S.: Además de cambiar nuestro comportamiento personal, y de animar a otros a hacerlo, es evidente que también necesitamos la acción colectiva de los gobiernos para que paren la crisis ecológica. Algo importante que podrían hacer los gobiernos es apoyar la idea de que el derecho criminal internacional resulta inadecuado en la actualidad y por tanto necesitamos una ley que prohíba el ecocidio (y que esté junto al genocidio y a otros crímenes contra la humanidad).

Polly y yo colaboramos juntos para destapar la historia oculta del apoyo internacional de una idea que empezó a principios de los años setenta, cuando todo era mucho menos urgente. Una ley como esta, apoyada en el concepto de justicia universal, resulta vital para frenar las externalidades de las empresas (a menudo espoleadas por gobiernos a través de incentivos fiscales y vacíos legales en la regulación), las cuales causan un daño inconmensurable a los ecosistemas.

Como consumidores de un sistema capitalista neoliberal, estamos inmersos en ecodicios de forma cotidiana...

A.L.: ¿Todos somos pequeños ecocidas o podemos señalar a algún culpable?

D.S.: En cierto modo, sobre todo como consumidores de un sistema capitalista neoliberal, estamos inmersos en ecodicios de forma cotidiana, pero una ley del ecocidio no perseguiría tanto a los consumidores como a los productores de esos inmensos daños sociales y medioambientales. Quizás el paradigma del ecocidio sea el caso de las arenas aceiteras [arena bituminosa], que como energía es extremadamente ineficiente y es algo ambientalmente catastrófico. Tenemos más que suficiente con el petróleo convencional y las reservas de gas para acabar con el planeta, así que no necesitamos energía poco convencional, sino energía verde y volver a los niveles de consumo de los años cincuenta. Asimismo, deberíamos acabar con la obsolescencia programada y no olvidarnos de las reparaciones. ¡El iPhone 56 nunca debería existir!

A.L.: Ha escrito en abundancia sobre la fractura hidráulica o fracking. ¿Sigue siendo una amenaza? En España es un debate prácticamente enterrado...

D.S.: Toda las fuentes de energía no convencional deberían quedarse donde están; la época para discutir sobre diferencias insignificantes entre los diferentes combustibles fósiles ha llegado a su fin. No hay tiempo. Necesitamos usar las reservas convencionales más eficientes para hacer una transición inmediata hacia las energías renovables. El fracking es una técnica de estimulación que se aplica cuando cuesta extraer y llegar a las reservas de petróleo o de gas; esos recursos no fluyen con facilidad. La fractura hidráulica requiere mucha más energía que los medios convencionales. Estamos arañando, por decirlo así, el fondo del barril de los combustibles fósiles. Además, el fracking tiene emisiones fugitivas y se ha descrito como un puente hacia ninguna parte por sus fugas de metano, un potente gas de efecto invernadero.

Deberíamos acabar con la obsolescencia programada y no olvidarnos de las reparaciones. ¡El iPhone 56 nunca debería existir!

A.L.: ¿Necesitamos profundizar en la llamada criminología verde? ¿Recaerá el liderazgo sobre climatólogos y académicos o sobre activistas como las ya mencionadas Polly Higgins y Greta Thunberg?

D.S.: La criminología verde ha avanzado mucho en los últimos veinte años. Ha estirado las fronteras de la criminología para investigar el daño social y medioambiental, lo que requería un tratamiento legal (¡y también penal!). Necesitamos un esfuerzo académico interdisciplinar para ayudar a encontrar soluciones a la crisis ecológica; esas perspectivas deberían incluir el trabajo de los activistas, pues son con frecuencia quienes viven desastres climáticos o quienes se topan de frente con el rostro del carbón en forma de externalidades corporativas. Por ejemplo, los indígenas desplazados a causa de la arena bituminosa en Alberta describen su experiencia como un genocidio industrial lento.

En casa, de forma simbólica, hemos plantado un tulipán… y esta entrevista representa otra pequeña planta para afrontar el genocidio industrial lento (o ecocidio) que vivimos en prácticamente cualquier rincón mugriento del planeta.

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