La Constitución de 1978: enseñarla, vivirla y reformarla

La Constitución de 1978: enseñarla, vivirla y reformarla

Son muchas las claves necesarias para que la Constitución continúe cumpliendo años.

Constitución Española.EFE

El día 6 de diciembre, los ciudadanos conmemoramos que hace 43 años se aprobó la Constitución mediante referéndum. Celebramos que todos los ciudadanos disfrutamos de una declaración de derechos muy completa y avanzada. Festejamos la posibilidad de participar en la toma de decisiones que afectan al conjunto de la ciudadanía.

Tras un golpe de estado y una cruenta dictadura que duró 40 años, España recobró la democracia. Y lo hizo mediante un proceso de transición tan complejo como exitoso, presidido por la generosidad y el consenso. Pese a las importantes dificultades, el cómputo del periodo de vigencia de la Constitución es claramente positivo. Nunca habíamos disfrutado de un periodo de tanta prosperidad en paz y libertad.

Son muchas las claves necesarias para que la Constitución continúe cumpliendo años, y quizá se puedan resumir en la siguiente triada: enseñarla, vivirla y reformarla.

Enseñar cómo se alcanzó la democracia y sus fundamentos forma parte del acervo común de las democracias avanzadas. En nuestro caso, forma parte de la memoria democrática más reciente: el golpe de estado contra la democracia, la dura represión infligida por la dictadura y el proceso de transición hacia la democracia. Asimismo, la Constitución y los valores de la democracia deben ser impartidos en todos los centros educativos de primaria y secundaria dado que sus derechos y deberes competen a todos los ciudadanos. La educación en valores democráticos es un instrumento que contribuye a prevenir los intentos de regresar a formas autoritarias de gobierno.

Debemos participar de los valores constitucionales en el día a día. Pese a sus defectos y a los errores que podamos cometer a la hora de adoptar decisiones, la democracia constitucional es el sistema más justo que conocemos y, además, el único que permite la alternancia política, la convivencia pacífica y el bienestar social de los ciudadanos.

La democracia constitucional no consiste simplemente en un sistema para adoptar decisiones por mayoría, supone unos valores, una forma de ser y de actuar, una cultura del diálogo, del respeto al distinto, de la empatía con el resto de los ciudadanos. Su fortaleza y calidad dependen de la conducta y compromiso de todos los actores que la hacemos posible, esto es, de los representantes públicos, de los profesionales de la información y de la actitud cívica de los ciudadanos. Creo que el asalto al Capitolio de los Estados Unidos ha sido una llamada de atención que no debe ser minimizada.

Finalmente resulta absolutamente necesario abordar una amplia reforma de la Constitución. Las Constituciones son observadas y cumplidas por su legitimidad democrática, por reflejar los valores en los que las sociedades desean convivir. Ahora bien, la natural evolución de las sociedades exige adaptar algunos artículos de la Constitución a las necesidades de la sociedad actual. El riesgo de no hacerlo es claro, que la sociedad se aparte de la Constitución porque ha dejado de ser un instrumento útil. Así lo han entendido otras democracias constitucionales similares a la nuestra. A modo de ejemplo, Alemania ha modificado su Ley Fundamental en más de 50 ocasiones.

El caso español es una anomalía, donde sólo se han realizado dos reformas. Ahora mismo las Cortes Generales están tramitando una reforma de la Constitución. En concreto, el Gobierno de España ha propuesto reformar el art. 49 CE por completo al objeto de sustituir la denominación “disminuidos físicos, sensoriales y psíquicos” por la de “personas con discapacidad”, así como para regular la obligación de los poderes públicos de establecer las políticas necesarias para garantizar su plena autonomía e inclusión social. Obviamente, se trata de una regulación mucho más acorde con los valores vigentes en nuestra sociedad. Lamentablemente la citada propuesta de reforma no prosperará, pues la derecha y la ultraderecha no la apoyan. La negativa de la derecha a reformar la Constitución, incluso para incluir regulaciones que comparten sus votantes, está erosionando peligrosamente nuestra democracia constitucional.

La mejor forma de preservar la Constitución es reformarla y los socialistas tenemos varias propuestas. Entre otras cuestiones, proponemos incluir nuevos derechos fundamentales relacionados con la salud, la protección social o la garantía del poder adquisitivo de las pensiones. En relación con la distribución territorial del poder resulta imprescindible operar una reforma del Estado autonómico en sentido federal, lo que implicaría reformar el diseño del Senado para convertirlo en una auténtica cámara de representación territorial. En definitiva, es el momento de sentarse en la mesa para dialogar y consensuar mejoras en la Constitución que le permitan adaptarse a la sociedad del siglo XXI.