Soy alcohólico y así serán mis terceras navidades sin alcohol

Soy alcohólico y así serán mis terceras navidades sin alcohol

Mientras ellos bebían un vino, yo ya me había bebido tres. No podía parar, y después sufría. El sentimiento de soledad y de humillación me invadía.

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Mi nombre es José y soy alcohólico en recuperación gracias a la comunidad de Alcohólicos Anónimos.

Estas serán mis terceras navidades sin alcohol. Aún recuerdo aquellas en las que yo estaba en activo, es decir, en las que me bebía todo el alcohol posible porque me gustaba el efecto, me desinhibía, me ayudaba a evadirme de la realidad que yo no aceptaba, en la que no encajaba. Recuerdo aquellas cenas y comidas en las que antes de salir de casa ya tenía que haberme bebido unas cervezas para poder aguantar los chistes malos de mi cuñado, los dramas de mi madre, la obligación de ser feliz y aparentar que todos éramos felices.

Mientras ellos bebían un vino, yo ya me había bebido tres. Ya había perdido el control sobre mi manera de beber. Una vez que bebía el primer trago, ya no podía parar. Después sufría, ni siquiera disfrutaba ya con el alcohol. El sentimiento de soledad y de humillación me invadía. Para evadirme, volvía a beber. Estaba claro que necesita ayuda, y la pedí. Acudí a Alcohólicos Anónimos, a través de su página web, www.alcoholicos-anonimos.org, después de que mi pareja me diera un ultimátum.

Recuerdo aquellas cenas en las que antes de salir de casa ya tenía que haberme bebido unas cervezas para poder aguantar los chistes malos de mi cuñado, los dramas de mi madre y la obligación de ser feliz

La primera vez que fui esperaba encontrarme gente de bajos fondos, de los que veía tirados en la calle, pero, para mi sorpresa, en aquella sala donde se reunían los alcohólicos había gente de todo tipo, de todas las clases sociales, de todos los estatus de la sociedad. Me sentí amorosamente acogido, comprendido, sentí que había llegado a casa. Cuando empezaron a hablar, a intercambiar experiencias, sentí que hablábamos el mismo idioma. Con nadie me había identificado tanto como con ellos. Hablé yo y me declaré también alcohólico, nadie me obligó –A.A. no obliga a nada– y sentí que nadie me juzgaba, que me escuchaban sin interrumpirme, me miraban con amor y comprensión. La soledad que me había acompañado durante tanto tiempo de mi vida comenzó a desaparecer, ¡había llegado a casa!

Comencé a ir a reuniones y a trabajar el programa que me ofrecía A.A. Dejé de beber, y empecé a sentir que iniciaba un nuevo camino de vida, un camino espiritual que me ha traído hasta aquí, hasta esta nueva forma de vida sin alcohol, una vida feliz y útil para los demás. Me recupero ayudando a los demás alcohólicos a encontrar la solución que hace más de 86 años descubrió nuestro cofundador, un corredor de bolsa. Una solución que consiste en “un alcohólico habla con otro alcohólico”; nadie como otro alcohólico puede entender lo que has pasado y cómo puedes recorrer este camino hacia la sobriedad. Para eso, él mismo debe mantenerse sobrio, para ayudar a otro alcohólico.

Hoy ya no me dan miedo las navidades, las múltiples comidas y cenas ni los chistes malos de mi cuñado. Acepto la realidad tal y como es y a las personas tal y como son, e incluso disfruto de las reuniones familiares; y todo esto, sin tomar ni una sola gota de alcohol. Hoy, la vida tiene otro sentido para mí, otros valores entre los cuales, y el más importante, es ayudar a otro alcohólico a alcanzar el estado de sobriedad que he alcanzado yo, gracias a Alcohólicos Anónimos.

Puedes localizarnos en www.alcoholicos-anonimos.org o llamando al teléfono de Madrid 91 341 82 82.

José