El día que apareció un monstruo en nuestras vidas

El día que apareció un monstruo en nuestras vidas

Un año después de la erupción del volcán de La Palma, vecinos del Valle de Aridane recuerdan el momento en que sus vidas quedaron en manos de la fuerza de la lava.

“Un día un padre te dice que puede haber una erupción y te crees que es una broma”. Es el primer recuerdo de todo lo que vivió hace un año Susana Lorenzo, directora de Colegio Jedey, en el municipio de El Paso. A los pocos días empezaron los simulacros, y con ellos el nerviosismo en esa zona, que contrastaba con la tranquilidad de los habitantes de las otras partes de la isla. Eran los días en que las conversaciones estaban llenas de “no creo que al final pase nada”, o “muchacha, qué va a pasar”.

Unos días antes de la erupción, las autoridades le confirmaron los temores. “Va a salir un volcán, pero no sabemos dónde”. Su colegio está a poco más de tres kilómetros de donde la presión de la lava encontró una salida. Por la zona, muchos se fueron mentalizando que quizás iban a perder sus casas, sus tierras de cultivo, o sus establos con unos pocos animales. Algunos se mudaron a otras zonas de la isla. Otros no movieron un dedo.

Para entender a estos últimos hay que pensar que la mayoría de los palmeros han crecido con el único recuerdo de la erupción del Teneguía, en 1971, que apenas provocó daños materiales y que en cambio se convirtió en un atractivo turístico. Solo los más mayores de la isla tenían el recuerdo de la eclosión en 1949 del volcán de San Juan, también en la zona de Cumbre Vieja, cuya lava también llegó hasta el mar y destrozó carreteras y algunas casas y cultivos, pero poquísimas en comparación con el que comenzó a surgir el 19 de septiembre de 2021.

Empezó a salir lava de la tierra y de mis ojos lágrimas. Sabía que iba a ser una tragedia".
Susana Lorenzo, directora del Colegio Jedey (El Paso).

Esa mañana, a Susana le avisaron de que su centro cerraba a partir del día siguiente de manera indefinida. A las pocas horas, desde la terraza de un mirador con vistas a todo el valle, vio como “empezó a salir lava de la tierra y de mis ojos lágrimas”. Ella conocía bien la zona y se dio cuenta que sería una tragedia. En las mesas de al lado algunos brindaban por haber presenciado el momento desde una posición privilegiada. Dentro y fuera de la isla, muchos creyeron que se trataba de otro Teneguía, es decir un espectáculo hipnótico que la naturaleza nos brindaba. “Ese día le cambió la vida al valle”, resume la profesora.

… y la cambia para siempre

“Yo pensé que era algo momentáneo, que duraría unos pocos días. Luego nos fuimos dando cuenta que era algo más grave. Empezaron a desaparecer casas y pueblos enteros”. Carlos García, representante de los hoteles de la isla en la patronal ASHOTEL, recuerda que en ese momento se encontraban “en modo supervivencia” debido a la pandemia, abriendo poco a poco las puertas a los turistas que comenzaban a llegar a cuentagotas. Quizás no le cabía otro desastre en la cabeza.

Mientras que a Lucas, vecino Todoque de 67 años, le tiembla la voz al otro lado del teléfono cuando se pone a pensar en esos días. Cinco minutos después de que la lava alcanzara la Iglesia de este barrio, arrasó la casa donde vivía con su mujer y su hija. Unos días antes, se llevó su finca con huertos y una cuadra con animales. Al día siguiente, todas sus plataneras. A todos nos ha perjudicado. Yo perdí el 90% de mi patrimonio, pero hubo gente que lo perdió todo”.

Óscar, palmero de 45 años, trabaja como comercial desde hace 20 en la zona afectada por el volcán y, como la mayoría de canarios, no se había planteado el riesgo de vivir ahí. “Pensaba que los monstruos solo están en los cuentos. Pero un día llega un monstruo real y se planta en medio de tu vida”. A partir de ahí, llegó el agobio, la incertidumbre absoluta. “Gestionabas solo el día a día, era lo único que podías hacer. Cada uno seguimos como ese hombre de la foto que cargaba una mata de platanera todo lleno de ceniza”, ilustra. Para él, todas las adversidades a las que se tuvieron que enfrentar en las semanas siguientes solo dejaron una cosa buena, “ahora sabemos que somos mucho más fuertes de lo que pensamos”.

  Un hombre carga una mata de plátano bajo la ceniza del volcán de Cumbre Vieja en La Palma. Kike Rincón / Europa Press.

Despedirte de tu vida 

El plan de evacuación de 5.000 personas en los días previos sirvió para que no hubiera daños personales. Aunque la erupción se produjo en una zona deshabitada, a las pocas horas la lava ya había alcanzado a ocho viviendas, según informó el Gobierno de Canarias. “Suerte que fue en domingo, si hubiera sido el lunes podría haber sido una tragedia”, opina Susana, la directora del colegio más cercano al nuevo volcán, que entiende que es imposible saber el punto exacto donde surgirá la lava, pero que “hay cosas que se podrían haber hecho mejor”. Como dar más información para que la gente arreglará los papeles de sus casas y fincas, asegurara sus bienes, o hiciera con más tiempo el desalojo.

En esos primeros momentos, todo era desconcierto y el miedo envuelto en una pregunta: ‘¿podré volver a mi casa?’. Así lo recuerda Sandra Brito, psicóloga municipal en el Ayuntamiento de El Paso, quien asegura que, con el paso de los meses, cada vez más vecinos acuden a este servicio debido a la ansiedad, los problemas para dormir, o la culpa por no haber salvado más cosas. A muchos cualquier ruido les parece la señal de que la pesadilla va a volver a empezar, o les vienen de pronto imágenes a la cabeza de esos primeros días de erupción.

El objetivo de Sandra es ayudar a adaptarse a cada nueva situación, y dar pasos en esa especie de duelo, ya que han tenido que despedirse no de una persona, sino de parte de su propia identidad, de su historia. “Las cosas materiales tienen una carga emocional, lo que se destruyó pudo ser una herencia, el fruto del trabajo de una vida, o la ilusión de dejar algo a las nuevas generaciones”, explica.

La lava abrió una herida en todos los vecinos de un lugar paradisiaco, el Valle de Aridane. Para la psicóloga lo importante ahora es “reconocerla para no cerrarla en falso”, y que se forme una cicatriz fuerte, que permita convivir con la incertidumbre de saber, desde hace un año, que los monstruos existen y en un día te pueden cambiar la vida.