Los animales siguen sufriendo las consecuencias del volcán: "A muchos no los han reclamado"

Los animales siguen sufriendo las consecuencias del volcán: "A muchos no los han reclamado"

Muchas mascotas siguen en protectoras después de perderse de sus familias tras el volcán y otras sufren en su salud las consecuencias.

Perro camina por la zona restringida tras la erupción del volcán Cumbre Vieja.Europa Press News via Europa Press via Getty Images

Hace un año, la vida de los habitantes de La Palma (Santa Cruz de Tenerife) cambió por completo. El 19 de octubre comenzaba la erupción del volcán Cumbre Vieja. La explosión de duró 85 días y 8 horas, provocó la evacuación de 8.000 personas y también afectó a los animales.

La lava arrasó con más de 1.200 hectáreas lo que provocó que se perdieran más de 1.600 edificios y muchas personas tuvieran que abandonar sus casas dejando los animales a su suerte. Como sucedió con los podencos del cazador de 77 años que fueron alimentados con un dron hasta que una asociación animalista anónima los rescató dejando una pancarta en la que firmaban como el Equipo A. “Fuerza La Palma, los perros están bien”, se leía en la lona.

Sin embargo, los animales afectados no se pueden siquiera cifrar por estadísticas oficiales, pero las protectoras siguen acogiendo a día de hoy a decenas de animales víctimas de la erupción.

“Muchos de ellos no se llegó a localizar a sus propietarios y así estamos”, señala a El HuffPost Imanol Jiménez, presidente de Aanipal (Asociación de Animales de La Palma). 

“Seguimos teniendo animales del volcán. Tenemos unos 20 perros afectados, algunos de ellos se reencontraron, otros no y otros, hablando con los propietarios, que no saben si van a tener lugar donde ponerlos, nos dieron su consentimiento para buscarles un hogar”, indica y apunta a que la idea no es tenerlos “en el albergue toda la vida”, ni para ellos ni para los de la calle.

En una situación similar se encuentran en la protectora Benawara, donde su responsable Esther Campos cuenta que todavía tienen “20 perros y 31 gatos”. Sin embargo, recuerda que ha habido muchos reencuentros de los dueños con sus animales.

“Ha habido dos casos de Suiza buscándolos, de algún alemán también, de gente de aquí de La Palma que el animal ha aparecido a muchísimos más kilómetros huyendo... De los animales que tenían propietario ha habido algunos que han podido volver a sus casas porque no se les destruyó o porque ahora sí están en un sitio adonde se los pueden llevar”, indica. Campos recuerda que hay zonas que siguen con gases, como Puerto de Naos y La Bombilla, donde todavía no pueden volver ni los animales ni personas.

Eso sí, reencontrarse con un animal cerca de un año sin casi contacto humano no es fácil. “En general, todos bastante asustados porque es un año sin contacto humano. Cuando venían las familias se quedaban un rato observando, mirando y con el tiempo iban reaccionando, los buscaban y los reconocían”, relata.

“Al final es emocionante porque ves que luego se traen chuches que le gustaban mucho o algún juguete que le gustaba y levantaban las orejas y empezaban a reaccionar y a rozarse y demás. Todo lo complicado con eso te anima a continuar”, indica.

Lo que más se han encontrado son gatos, casi todos tienen problemas respiratorios porque además de respirar los gases y las cenizas, se lamen y se limpian y se las tragan directamente
Esther Campos, responsable de la protectora Benawara

Además, tal y como señala Campos, a algunos de estos animales les ha afectado a nivel de salud. “Algunos estaban bastantes deteriorados, lo que más se han encontrado son gatos, casi todos tienen problemas respiratorios porque además de respirar los gases y las cenizas, se lamen y se limpian y se las tragan directamente. Tienen bastantes secuelas, aunque tampoco está probado eso porque no se ha estudiado. Pero es mucha casualidad que tengamos también más gatitos que han nacido ciegos. Es muy raro”, indica.

  Uno de los gatos que continúa sin dueño tras el volcán.Cortesía de Esther Campos

Una ardua tarea sin apenas apoyo institucional

Tanto Campos como Jiménez se dedicaron a recoger animales con trasportines por las zonas de la isla y los llevaron a sus distintos refugios. Sin embargo, en el caso de Benawara se trataba de algo provisional, unas canchas de unos institutos que han tenido que abandonar al empezar el curso.

“Todo fue con recursos propios porque nadie nos ofreció nada, hemos tenido que buscarnos la vida, y un señor nos ha facilitado un terreno de aguacateros por un tiempo, o sea, también es temporal. Allí tuvimos que limpiarlo todo del volcán, arrancar los árboles, allanar… Hemos montado todo aquí en una nave y nos hemos venido con los animales”, recuerda y apunta a que no han recibido ningún apoyo institucional. 

  Instalaciones provisionales de Benawara.Cortesía de Esther Campos

“Ha habido momentos muy duros, todo ha sido? gracias a la solidaridad tras el volcán. Teníamos que salir de las canchas y no teníamos ningún sitio”, señala. Además, recuerda que han realizado una inversión que no pueden contar con otras protectoras.

“Los perros no los puedes repartir a protectoras en las que no saben si se van a adaptar, nosotros los sacamos tres veces al día, les compramos la mejor comida... Son afectados del volcán, lo perdieron todo de un día para otro. Los tenemos entre algodones. Estuvimos trabajando con un educador también para que estuvieran bien y calmados”, señala.

  Uno de los perros afectados por el volcán que sigue en Benawara.Cortesía de Esther Campos

La situación de Imanol fue similar, aunque él ya estaba preparado en la zona de Todoque antes de que el Cumbre Vieja erupcionase. ”. A mí me afectó la erupción porque mi pareja es de Todoque y perdió su vivienda. Ese día estaba yo en esa zona preparado por lo que pudiera pasar. Con una furgoneta con 10 transportines por si pasaba algo, porque yo vivo al otro lado de la isla y el albergue está en esa zona. Empezamos a actuar unas horas antes de que el volcán reventara, por la mañana con el temblor tan fuerte, me asusté”, señala.

Actuamos como medianamente podíamos, porque eso fue una locura. Sobre todo los primeros días, intentabas improvisar sobre la marcha porque es que era un volumen muy grande de animales que gestionar en muy poco tiempo
Imanol Jiménez, presidente de Aanipal (Asociación de Animales de La Palma)

Antes de que estallara el volcán ya tenían 20 animales, al final acabaron siendo 100. “Yo iba con otra empresa a recoger a los animales todos los días, otros limpiaban, otros preparaban deprisa y corriendo espacios, otro se encargaba de buscar casas de acogida en redes sociales para tener más huecos para más animales… Así fue todo el primer mes, después de eso tuvimos que parar porque no teníamos más capacidad de trabajo con las manos que teníamos”, indica y apunta a que estuvieron “tres meses a pleno rendimiento” hasta que sus instalaciones y servicios no dieron para más.

“Llegamos a tener entre 130 y 150 perros y tuvimos que decir que no podíamos más, estaban entre el recinto y casas de acogida”, matiza.

  Una mujer recogiendo animales en una furgoneta tras el volcán de La Palma.Europa Press News via Europa Press via Getty Images

“Actuamos como medianamente podíamos, porque eso fue una locura. Sobre todo los primeros días, intentabas improvisar sobre la marcha porque es que era un volumen muy grande de animales que gestionar en muy poco tiempo”, recuerda.

En su caso, han podido reencontrar a algunos animales, mientras que otros no, por lo que se vieron obligados a ampliar las instalaciones con donaciones y una pequeña ayuda del Cabildo de la isla de 10.000 euros. “No teníamos ni jaulas, pero hubo una ola de donaciones de particulares, tanto de dinero como de alimentos. En esos meses pasamos de un gasto de 1.000 euros mensuales a 6.000 euros con 100 perros, a lo que sumarle el seguro de responsabilidad civil, de accidentes, el alquiler, el agua… Se nos podría haber montado fácil en 8.000 euros al mes solo de gastos”, recuerda.

La situación sigue siendo igual y, aunque muchos se hayan olvidado de esos peludos que se perdían entre las cenizas y la lava alejados de sus familias, los hay que todavía esperan una oportunidad en las protectoras de la isla.

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Marina Prats es periodista de Life en El HuffPost, en Madrid. Escribe sobre cultura, música, cine, series, televisión y estilo de vida. También aborda temas sociales relacionados con el colectivo LGTBI y el feminismo. Antes de El HuffPost formó parte de UPHO Festival, un festival urbano de fotografía en el marco del proyecto europeo Urban Layers. Graduada en Periodismo en la Universidad de Málaga, en 2017 estudió el Máster en Periodismo Cultural de la Universidad CEU San Pablo y en 2018 fue Coordinadora de Proyecto en la Bienal de Arte Contemporáneo de Fundación ONCE. También ha colaborado en diversas webs musicales y culturales. Puedes contactarla en marina.prats@huffpost.es