Capítulo LXII: El Príncipe

Capítulo LXII: El Príncipe

Años atrás, cuando Marketinia daba sus primeros pasos, los ciudadanos habían organizado un referéndum para decidir el sistema de Gobierno con el que se regiría su pequeña ciudad-estado. Y optaron por acogerse a la monarquía parlamentaria.

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Mister Proper y el Capitán Pescanova al fin han conocido al famoso Gran Jefe, el Cacique. Éste, le cuenta a Mister Proper que sus órdenes expresas eran no matar a Mimosín y que él mismo no acababa de comprender lo que había sucedido. Pero entonces, se produce una tremenda explosión en el barco, que se hunde con toda su tripulación. Tan sólo Pescanova y Mister Proper consiguen huir a bordo de un bote salvavidas. Finalmente, consiguen llegar hasta una isla, pero Pescanova, que estaba herido, muere nada más desembarcar.

La siguiente vez que volvió a abrir los ojos, había un príncipe mirándole fijamente.

- ¿Eres tú... mi príncipe azul? - pregunto Mister Proper presa del delirio.

- ¿Azul? ¿Qué coño? Soy el Príncipe de Beckelar, el de las galletas.

- ¡Es cierto, no te había reconocido! Pero yo creía que habías muerto...

- ¿Muerto? No, me exiliasteis.

Efectivamente, años atrás, cuando Marketinia daba sus primeros pasos, los ciudadanos habían organizado un referéndum para decidir el sistema de Gobierno con el que se regiría su pequeña ciudad-estado. Y optaron por acogerse a la monarquía parlamentaria. Se barajaron varios candidatos a monarca: la Reina Victoria de la ginebra Bombay, que como bien saben los lectores, acabó regentando algo muy diferente, la princesa de Bragas Princesa, Carlos III, el del brandy... Finalmente, Beckelar fue el elegido. Era guapo, simpático y a todos les gustaba su olor a galletas de chocolate. Durante sus primeros meses de reinado, la gente estaba encantada con él, pero un día, de repente, alguien le acusó de estar metido en un asunto de cobros ilegales y le sometieron a una investigación. Nunca se acabaron de esclarecer los hechos, pero su imagen quedó dañada para siempre. Como consecuencia, los congresistas le derrocaron y fue condenado al destierro.

- ¡Es verdad! -reconoció Mister Proper- ahora me acuerdo, te mandaron a una isla perdida. ¿Es esta?

- Pues sí.

- Joder, pues no te quejarás, tío. Vivir aquí es como unas vacaciones eternas.

- ¿Vacaciones? Esto es un auténtico coñazo, tío. Soy un príncipe joven, me gustan las mujeres fáciles, las discotecas, las carreras de coches, las fiestas en áticos... ¿Crees que aquí se puede hacer algo de eso? Joder, cuando Tom Hanks rodó la peli de Náufrago tenía cuarenta y cuatro años, yo todavía no he cumplido treinta.

- Ya, tío, pero es que te pillaron cogiendo pasta de la caja.

- ¡Pues claro que cogía pasta de la caja! ¿Tú sabes el sueldo que me pusieron esos capullos de padres fundadores? Una miseria, ¿y la mierda de palacio que me adjudicaron? Un cuchitril ¿y sabes que coche oficial tenía? ¡Un Citröen! Era el hazmerreír de la monarquía. Así, ¿cómo iba a encontrar una princesa para perpetuar mi dinastía?

- Bueno, yo no sabía...

- No, nadie sabía, pero eso sí, todos me condenaron. Y aquí estoy. Más solo que la una. Las únicas que me dan conversación son esas plastas de nubes. Estoy volviéndome loco, tío. Menos mal que has naufragado. Hacía siglos que no mantenía una conversación con nada que no fuese gaseoso... y, por cierto, ¿se puede saber de dónde habéis salido tú y tu amigo el fiambre con olor a gambas gabardina?

Mister Proper le contó la historia.

- La madre que te parió, menuda historia. O sea, que no te queda ninguna razón para volver a Marketinia. ¿Y por qué no te quedas aquí, conmigo? No soy gay, pero si hace falta, me convierto. Con tal de tener compañía...

- Eres muy amable, Príncipe, pero no. Tengo que volver. No se por qué, pero aún no estoy convencido de que fuera el Gran Jefe quien mató a mi osito. Me temo que ya nunca sabré la verdad, pero de algún modo, siento que estoy obligado a regresar a Marketinia. Se lo debo.

- Bueno - suspiró el príncipe decepcionado -en la isla hay un teléfono de emergencia. Supongo que puedo usarlo para cosas como esta. Llamaré ahora mismo y no creo que tarden en venir a buscarte. Mientras tanto, ¿por qué no te levantas y cenas conmigo? Las puestas de sol aquí son una pasada.

Era tan suave se publica por entregas: cada día un capítulo. Puedes consultar los anteriores aquí.