El pueblito de Sevilla que fue capital de España durante dos meses
Se convirtió en el epicentro del poder real.
El pueblito de Sevilla que fue capital de España durante dos meses
Se convirtió en el epicentro del poder real.
El pueblito de Sevilla que fue capital de España durante dos meses
Se convirtió en el epicentro del poder real.
El pueblito de Sevilla que fue capital de España durante dos meses
Se convirtió en el epicentro del poder real.
El pueblito de Sevilla que fue capital de España durante dos meses
Se convirtió en el epicentro del poder real.

En el corazón de la Sierra Morena sevillana, rodeado de bosques y con un clima más fresco que el de la capital andaluza, se encuentra Cazalla de la Sierra, un pequeño municipio con un pasado sorprendente.
En el verano de 1730 fue la capital del Reino de España. Durante dos meses, este enclave rural se convirtió en el epicentro del poder real cuando Felipe V trasladó allí su Corte junto a su esposa, Isabel de Farnesio, y todo su séquito .
La estancia del monarca no fue casualidad. Felipe V, conocido por sus crisis depresivas, buscaba un entorno más tranquilo y saludable que la sofocante Sevilla. La combinación de aire puro, temperaturas suaves y el paisaje serrano hicieron de Cazalla de la Sierra el destino perfecto para su recuperación.
Un cambio radical
Las crónicas de la época resaltan el impacto que tuvo este hecho en la vida cotidiana del municipio. Con la llegada del rey, el pequeño pueblo se vio transformado por la presencia de más de 1.500 personas, entre ministros, cortesanos, guardias y sirvientes. Las posadas y casas locales se llenaron y se habilitaron espacios para acomodar a la nobleza.
Un legado que sigue vivo
Aunque la Corte regresó a Madrid después del verano, el paso de Felipe V dejó una marca imborrable en Cazalla de la Sierra. De hecho, El Palacio de San Benito, que actualmente es un hotel rural, aún conserva un mural de azulejos conmemorando esos meses. Además, el municipio sigue celebrando este episodio con el evento "Cazalla, una elección real" , una fiesta otoñal que transporta a los visitantes al siglo XVIII con recreaciones históricas, mercados barrocos y rutas teatralizadas.
Más allá de su historia, Cazalla de la Sierra es un destino turístico en auge, conocido por su arquitectura andaluza, sus antiguas ermitas y su tradición vinícola. Su famoso licor de anís y guindas es un recuerdo obligado para quienes visitan el pueblo. Además, su ubicación en el Parque Natural de la Sierra Norte lo convierte en un paraíso para los amantes del senderismo y la naturaleza.
En el corazón de la Sierra Morena sevillana, rodeado de bosques y con un clima más fresco que el de la capital andaluza, se encuentra Cazalla de la Sierra, un pequeño municipio con un pasado sorprendente.
En el verano de 1730 fue la capital del Reino de España. Durante dos meses, este enclave rural se convirtió en el epicentro del poder real cuando Felipe V trasladó allí su Corte junto a su esposa, Isabel de Farnesio, y todo su séquito .
La estancia del monarca no fue casualidad. Felipe V, conocido por sus crisis depresivas, buscaba un entorno más tranquilo y saludable que la sofocante Sevilla. La combinación de aire puro, temperaturas suaves y el paisaje serrano hicieron de Cazalla de la Sierra el destino perfecto para su recuperación.
Un cambio radical
Las crónicas de la época resaltan el impacto que tuvo este hecho en la vida cotidiana del municipio. Con la llegada del rey, el pequeño pueblo se vio transformado por la presencia de más de 1.500 personas, entre ministros, cortesanos, guardias y sirvientes. Las posadas y casas locales se llenaron y se habilitaron espacios para acomodar a la nobleza.
Un legado que sigue vivo
Aunque la Corte regresó a Madrid después del verano, el paso de Felipe V dejó una marca imborrable en Cazalla de la Sierra. De hecho, El Palacio de San Benito, que actualmente es un hotel rural, aún conserva un mural de azulejos conmemorando esos meses. Además, el municipio sigue celebrando este episodio con el evento "Cazalla, una elección real" , una fiesta otoñal que transporta a los visitantes al siglo XVIII con recreaciones históricas, mercados barrocos y rutas teatralizadas.
Más allá de su historia, Cazalla de la Sierra es un destino turístico en auge, conocido por su arquitectura andaluza, sus antiguas ermitas y su tradición vinícola. Su famoso licor de anís y guindas es un recuerdo obligado para quienes visitan el pueblo. Además, su ubicación en el Parque Natural de la Sierra Norte lo convierte en un paraíso para los amantes del senderismo y la naturaleza.
En el corazón de la Sierra Morena sevillana, rodeado de bosques y con un clima más fresco que el de la capital andaluza, se encuentra Cazalla de la Sierra, un pequeño municipio con un pasado sorprendente.
En el verano de 1730 fue la capital del Reino de España. Durante dos meses, este enclave rural se convirtió en el epicentro del poder real cuando Felipe V trasladó allí su Corte junto a su esposa, Isabel de Farnesio, y todo su séquito .
La estancia del monarca no fue casualidad. Felipe V, conocido por sus crisis depresivas, buscaba un entorno más tranquilo y saludable que la sofocante Sevilla. La combinación de aire puro, temperaturas suaves y el paisaje serrano hicieron de Cazalla de la Sierra el destino perfecto para su recuperación.
Un cambio radical
Las crónicas de la época resaltan el impacto que tuvo este hecho en la vida cotidiana del municipio. Con la llegada del rey, el pequeño pueblo se vio transformado por la presencia de más de 1.500 personas, entre ministros, cortesanos, guardias y sirvientes. Las posadas y casas locales se llenaron y se habilitaron espacios para acomodar a la nobleza.
Un legado que sigue vivo
Aunque la Corte regresó a Madrid después del verano, el paso de Felipe V dejó una marca imborrable en Cazalla de la Sierra. De hecho, El Palacio de San Benito, que actualmente es un hotel rural, aún conserva un mural de azulejos conmemorando esos meses. Además, el municipio sigue celebrando este episodio con el evento "Cazalla, una elección real" , una fiesta otoñal que transporta a los visitantes al siglo XVIII con recreaciones históricas, mercados barrocos y rutas teatralizadas.
Más allá de su historia, Cazalla de la Sierra es un destino turístico en auge, conocido por su arquitectura andaluza, sus antiguas ermitas y su tradición vinícola. Su famoso licor de anís y guindas es un recuerdo obligado para quienes visitan el pueblo. Además, su ubicación en el Parque Natural de la Sierra Norte lo convierte en un paraíso para los amantes del senderismo y la naturaleza.
En el corazón de la Sierra Morena sevillana, rodeado de bosques y con un clima más fresco que el de la capital andaluza, se encuentra Cazalla de la Sierra, un pequeño municipio con un pasado sorprendente.
En el verano de 1730 fue la capital del Reino de España. Durante dos meses, este enclave rural se convirtió en el epicentro del poder real cuando Felipe V trasladó allí su Corte junto a su esposa, Isabel de Farnesio, y todo su séquito .
La estancia del monarca no fue casualidad. Felipe V, conocido por sus crisis depresivas, buscaba un entorno más tranquilo y saludable que la sofocante Sevilla. La combinación de aire puro, temperaturas suaves y el paisaje serrano hicieron de Cazalla de la Sierra el destino perfecto para su recuperación.
Un cambio radical
Las crónicas de la época resaltan el impacto que tuvo este hecho en la vida cotidiana del municipio. Con la llegada del rey, el pequeño pueblo se vio transformado por la presencia de más de 1.500 personas, entre ministros, cortesanos, guardias y sirvientes. Las posadas y casas locales se llenaron y se habilitaron espacios para acomodar a la nobleza.
Un legado que sigue vivo
Aunque la Corte regresó a Madrid después del verano, el paso de Felipe V dejó una marca imborrable en Cazalla de la Sierra. De hecho, El Palacio de San Benito, que actualmente es un hotel rural, aún conserva un mural de azulejos conmemorando esos meses. Además, el municipio sigue celebrando este episodio con el evento "Cazalla, una elección real" , una fiesta otoñal que transporta a los visitantes al siglo XVIII con recreaciones históricas, mercados barrocos y rutas teatralizadas.
Más allá de su historia, Cazalla de la Sierra es un destino turístico en auge, conocido por su arquitectura andaluza, sus antiguas ermitas y su tradición vinícola. Su famoso licor de anís y guindas es un recuerdo obligado para quienes visitan el pueblo. Además, su ubicación en el Parque Natural de la Sierra Norte lo convierte en un paraíso para los amantes del senderismo y la naturaleza.
En el corazón de la Sierra Morena sevillana, rodeado de bosques y con un clima más fresco que el de la capital andaluza, se encuentra Cazalla de la Sierra, un pequeño municipio con un pasado sorprendente.
En el verano de 1730 fue la capital del Reino de España. Durante dos meses, este enclave rural se convirtió en el epicentro del poder real cuando Felipe V trasladó allí su Corte junto a su esposa, Isabel de Farnesio, y todo su séquito .
La estancia del monarca no fue casualidad. Felipe V, conocido por sus crisis depresivas, buscaba un entorno más tranquilo y saludable que la sofocante Sevilla. La combinación de aire puro, temperaturas suaves y el paisaje serrano hicieron de Cazalla de la Sierra el destino perfecto para su recuperación.
Un cambio radical
Las crónicas de la época resaltan el impacto que tuvo este hecho en la vida cotidiana del municipio. Con la llegada del rey, el pequeño pueblo se vio transformado por la presencia de más de 1.500 personas, entre ministros, cortesanos, guardias y sirvientes. Las posadas y casas locales se llenaron y se habilitaron espacios para acomodar a la nobleza.
Un legado que sigue vivo
Aunque la Corte regresó a Madrid después del verano, el paso de Felipe V dejó una marca imborrable en Cazalla de la Sierra. De hecho, El Palacio de San Benito, que actualmente es un hotel rural, aún conserva un mural de azulejos conmemorando esos meses. Además, el municipio sigue celebrando este episodio con el evento "Cazalla, una elección real" , una fiesta otoñal que transporta a los visitantes al siglo XVIII con recreaciones históricas, mercados barrocos y rutas teatralizadas.
Más allá de su historia, Cazalla de la Sierra es un destino turístico en auge, conocido por su arquitectura andaluza, sus antiguas ermitas y su tradición vinícola. Su famoso licor de anís y guindas es un recuerdo obligado para quienes visitan el pueblo. Además, su ubicación en el Parque Natural de la Sierra Norte lo convierte en un paraíso para los amantes del senderismo y la naturaleza.
