El remoto lugar donde el chocolate se empleó como moneda
Pasó de ser una planta exótica a convertirse en un objeto de valor.
Antes de transformarse en el manjar dulce que hoy conocemos, el cacao desempeñaba un papel tan fundamental en las civilizaciones prehispánicas que su valor se equiparaba al del dinero en nuestras economías modernas. Cada grano de cacao era aceptado como unidad de intercambio para adquirir alimentos, telas e incluso fuerza de trabajo, y su sistema de contabilización reflejaba una organización comercial sofisticada.
Concretamente, en el corazón de Mesoamérica el cacao pasó de ser una planta exótica a convertirse en un objeto de valor que marcó la historia económica y social de las civilizaciones antiguas. Granos de cacao eran la unidad básica de valor en economías tan sofisticadas como la maya y la azteca, donde los primeros registros arqueológicos y etnohistóricos sitúan el uso del cacao como medio de intercambio ya en el Posclásico Tardío.
Para facilitar el comercio, los mesoamericanos establecieron múltiplos estandarizados: 400 granos de cacao formaban un “zontli” y veinte zontles constituían un “xiquipilli” o “jiquipil”, es decir, 8.000 granos. Estas medidas permitían fijar diferentes precios: un conejo podía costar entre 10 y 20 granos de cacao, mientras que un esclavo alcanzaba entre 3.000 y 4.000 granos, cifras que demuestran la solidez de esta moneda vegetal.
De moneda a manjar
El cultivo del cacao exigía un clima muy particular: húmedo y sombreado, condiciones que solo se daban en regiones específicas de México, Guatemala y la cuenca del Papaloapan. Este cultivo especializado hacía del cacao un producto exclusivo cuya producción estaba regulada por las élites y los sacerdotes, quienes supervisaban plantaciones y mercados para evitar fraudes, además de encargarse de regular su distribución.
No obstante, el valor del cacao trascendía lo económico. Asociado a Quetzalcóatl y a deidades de la fertilidad, su consumo se reservaba a nobles y sacerdotes en ceremonias religiosas. Los tributos al Imperio Azteca y a estados mayas incluían cantidades de granos de cacao, consolidando su rol como fuente de poder y cohesión política entre territorios. Con la llegada de los españoles, el cacao mantuvo su valor de forma transicional.
Sin embargo, su uso monetario se extinguió gradualmente hacia el siglo XIX, cediendo paso al dinero metálico. Aun así, la semilla que una vez funcionó como unidad de cambio continúa vigente en la cultura gastronómica mundial. Actualmente, países como Ecuador, Ghana y Costa de Marfil lideran su producción, perpetuando un legado que nació en los mercados mesoamericanos hace más de mil años.