‘Hamlet’, tragedia inglesa y humor alemán contemporáneo para crear ruido y ¿silencio?
Esta producción sí que deja una buena pregunta para quienes pretendan montar esta obra. Quizás un reto. ¿Tiene que ser Hamlet una obra ruidosa para provocar silencio?

Comienza Temporada Alta en Girona y, aunque lo haga con una obra en alemán con solo subtítulos en catalán, se va hasta allí, aunque no se hable ni uno ni otro idioma. Pero es que como siempre, lo que se anuncia para abrir el festival, más este año, es un bocato de cardinale teatral. La mítica producción del Hamlet de Shakespeare que Ostermeier hizo para la Schaubühne de Berlín hace ya diecisiete años.
Es raro que a quien le guste el teatro no conozca esta obra y la haya visto en teatro, en cine o en ambos formatos. En teatro suele tener cabezas de cartel y en cine suele estar protagonizada por grandes estrellas del Hollywood oficial u oficioso por lo que, más pronto o más tarde, se encontrará el tiempo necesario para dedicarle las casi tres horas que dura.
La historia no es muy compleja. El rey de Dinamarca, y padre de Hamlet, ha muerto. Al poco su mujer, la reina, se casa con el hermano de su difunto esposo. Y en Hamlet se instala primero la sospecha de que su tío mató a su padre, usurpándole el reino y la cama. Sospecha que le será confirmada por el fantasma de su propio padre, que se le aparece y le pide venganza
Y el príncipe se va a dedicar a ello. Una venganza que se acompaña de un comportamiento extraño. Y el abandono de otros placeres que le provee la vida, como el amor de la joven, adolescente y virginal Ofelia. Como la amistad de Rosencrantz and Guildenstern. Y los de una vida palaciega y regalada que no son pocos.
Ni que decir que todo esto acaba como el rosario de la aurora. Y que por no hacer spoiler a las personas que no la hayan visto, no se va a contar. Pero pasan muchas cosas. Hay mucha peripecia. Incluida una representación teatral dentro del teatro en este montaje, una obra muy contemporánea en las formas, en el que se trata de que los personajes-espectadores se reconozcan en su abyección.
El resumen anterior puede parecer un gran drama. Normalmente se representa y se filma de esa manera. Sin embargo, Ostermeier ha elegido el registro de la comedia. Desde el inicio. Donde se asiste a un entierro que parece una comedia buffa, más que el entierro solemne de un rey.

Esa decisión marca toda la obra, en la que Hamlet también es un bufón, un clown, que practica antes un humor alemán que un humor inglés. Un humor que provoca algunas risas en la platea. Pero tan alejado del humor español y catalán que apenas se entiende. Aunque a veces si consigue la risa unánime del público asistente.
Se añade a todo eso un escenario en el que predomina la oscuridad, los colores parduzcos, sino fuera por la cortina de cuerdas o de cadenas metálicas que cuelga de una estructura que se puede mover hacia atrás y hacia adelante.
Cortina que hará de pantalla en la que proyectar imágenes en blanco y negro que se graban en directo con una steadycam. Habitualmente primeros planos de los actores. Aunque a veces también se proyectan imágenes, como papeles flotando en el aire, ¿basura cayendo del cielo? o un coche abandonado y abierto, sobre un fondo dorado.
Completa la escenografía una mesa alargada que sirve para el banquete nupcial. Un banquete que no parece regio, o que parece regio de una celebración de un suburbio de habitantes con muy pocos recursos económicos. Donde se bebe cerveza de lata y vino de tetrabrik. Y para terminar un suelo de tierra. Una tierra en la que se rebozan los personajes, fundamentalmente, su protagonista, y en la que se manchan.
Añádase, mucho ruido tanto en lo musical como en lo que se dice. Textos dichos a través de un micrófono a muchos decibelios. Por lo que se avisa en el programa sobre el volumen que se usa en la función. Y, por supuesto, también se avisa del uso de luces estroboscópicas.
Sí, la producción está llena de tópicos contemporáneos. Tal vez, tópicos que no lo eran cuando se estrenó esta producción hace diecisiete años. En aquel tiempo, puede que fuera de las pioneras. Pero vista desde hoy, ya no es lo mismo.
En ese ámbito tan contemporáneo, con una factura impecable y tanta negritud y oscuridad, es difícil apreciar que Lars Eidinger, teael actor que interpreta Hamlet desde que la obra se estrenó y que desea seguir interpretándola hasta que se muera, sigue la tradición de los cómicos populares. Se sabe ganar al público y sabe moverlo y movilizarlo. Con ese talento que el dramaturgo y Premio Nobel Dario Fo apreció en la cómica Lina Morgan cuando la vio actuar en directo.
Sin embargo, y a pesar de todo este dechado de virtudes, aquello que parece funcionar, no funciona. Es por una cuestión dramatúrgica que tal vez duela más por tratarse de teatro alemán. Un teatro que a los roles de autor y director de escena, añaden el rol de los dramaturgistas. Profesionales que supervisan y hacen control de coherencia entre los distintos elementos de una producción.
¿Cómo se le pudo pasar que si Hamlet no ocupa el trono de su padre muerto es porque no tiene edad para ello? ¿Y que, por tanto, lo tiene que ocupar su madre como regenta, si la ley lo permite, o que sino hará bien casarse lo antes posible con quien ocupe el trono? ¿Y que, en aquella época, habitualmente las viudas se casaban con los hermanos solteros de sus maridos?

Nada de esto se responde o se resuelve en el montaje o producción. Y eso pesa, lastra, lo que se está viendo. Pues en definitiva se aprecia un adulto mayor, pues al actor se le caracteriza como tal, incluida barriguita cervecera, antes que como un adolescente, comportándose como un quinceañero con un complejo de Edipo de libro. Lo que de forma consciente o inconsciente seguramente influyó en el aplauso que se les dio. Cálido, intenso, con algunas personas de pie, pero no muy duradero. Corto para un montaje y un comienzo de festival como este.
Pero esta producción sí que deja una buena pregunta para quienes pretendan montar esta obra. Quizás un reto. ¿Tiene que ser Hamlet una obra ruidosa para provocar silencio al que ser refiere el famoso verso final de la misma, '[…] the rest is silence?'. Esa tormenta que precede a la calma. Esta producción con todo su ruido, visual y sonoro, no lo consigue y, puede que con ese registro de comedia negra anule el pensamiento del público, cuando de las palabras de su director parece que persigue con el teatro que hace todo lo contrario.
