El encargado de decorar Madrid para la boda de Felipe y Letizia desvela las "locuras" que tenían planeadas y que no pudieron ser
Los atentados del 11-M hicieron que las celebraciones fueran mucho más austeras.

Muchos detalles de la boda de los entonces príncipes de Asturias, Felipe y Letizia, han quedado en la memoria colectiva. Del diluvio que cayó ese día, a la patada de Froilán, pasando por la sonada ausencia de Ernesto de Hannover o la sustracción de cucharillas de postre por parte de muchos invitados que querían llevarse un recuerdo.
21 años después de aquel día, el 22 de mayo de 2004, aún se siguen conociendo curiosidades de aquel día, como por ejemplo, los planes que no pudieron llevarse a cabo.
Los ha desvelado en una entrevista en Vanitatis el interiorista Pascual Ortega, encargado de la decoración de Madrid para la boda real. Como ha desvelado, los atentados del 11-M marcaron que todo tuviera que ser mucho más sobrio que la "locura" del plan inicial.
"Tuvimos que rebajar muchísimas cosas de la boda de Felipe y Letizia, optamos por la austeridad, pero, aun así, ese día, Madrid volvió a sonreír", reconoce.
Ortega desvela que la llegada de los reyes a la Almudena se llegó a plantear como un desfile con distintos tramos: primero recorrían Gran Vía en Rolls-Royce. "Al llegar a Cibeles se bajaban, saludaban y seguían camino en una de nuestras muchas carrozas reales", prosigue.
Allí, la idea del interiorista era que ofrecieran el ramo a Nuestra Señora de Atocha, figura que él quería que por un día se trasladara a Los Jerónimos, "pero el obispo de turno se negó en rotundo".
De allí, otra carroza los llevaría a la Puerta del Sol: "Bajaban al Metro y allí les esperaban cientos de niños de las mejores escolanías del país. La estación, toda forrada de blanco. Y se subían a un vagón, todo blanco también, hasta Ópera, como guiño a Alfonso XIII, el bisabuelo de Felipe, que inauguró el Metro en 1919. Y luego ya seguían a pie hasta el Palacio Real".
Aquello no pudo ser, al igual que otra de sus ideas que estropeó la lluvia: "Teníamos ochenta mil abanicos divinos en las calles que se habían repartido entre la gente; por un lado, eran de color rosa y, por el otro, plata". La idea es que tantos complementos agitándose crearan un efecto visual que resultara llamativo en televisión, pero los madrileños ese día tuvieron que cambiarlos por paraguas. Puedes leer la entrevista completa aquí.