Cada vez más son los altos funcionarios, los tecnócratas y los ejecutivos de las multinacionales quienes deciden el destino de los pueblos. Incapaces los políticos de gobernar a los mercados, guiados por el clientelismo electoral cuando no -en demasiadas ocasiones- por la pura y simple corrupción, son los mercados quienes progresivamente controlan a los gobiernos.