Está tardando en ser anunciado pero acabará sucediendo: la banca italiana habrá de ser finalmente rescatada. Se dan condiciones objetivas para ello, que se sustancian en un pesado lastre de 360.000 millones de euros de activos dañados en sus balances como consecuencia de la dura crisis de los últimos años, combinado con una insuficiencia manifiesta de capital y de provisiones para absorber las pérdidas que de dicha situación van a derivarse.