Cuando Cuba baila: del cabaret al ballet clásico
Opinión
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Cuando Cuba baila: del cabaret al ballet clásico

Quien visita Cuba y no busque sol y playa puede disfrutar de la magia de sus espectáculos de ballet o salsa.

Los cantantes de Tropicana en Cuba.Antonio Hernández Nieto

En Cuba la música y el baile es un binomio imbatible que todo el mundo relacionará con la salsa. Solo los aficionados al ballet se acordarán de que en Cuba también hay muy buen ballet gracias a la estrella mundial Alicia Alonso y los que han continuado su legado. Por eso si se va a la Habana organizarse para ir a la mítica sala Tropicana para ver bailar y cantar salsa y al ballet es una posibilidad a incluir en el viaje. Sobre todo, quien no vaya al país en plan de sol y playas.

El Tropicana es un lugar detenido en el tiempo. Lleno de reminiscencias art decó, como la fuente a la entrada de mujeres desnudas bailando, que posiblemente no esté funcionando por la escasez de agua y de electricidad en la que vive Cuba.

Sí, el sitio resulta decadente. Desde la forma en la que se presentan y atienden los camareros, ya que al ser un cabaret se puede beber y comer. Sin embargo, es cierto que entrar en su sala al descubierto rodeada de árboles en una noche estrellada no deja de emocionar a quien vaya por primera vez y de alguna manera este imbuido por la mitología que acompaña a esta sala.

Una mitología que se nutre de cantantes como Josephine Baker, Bola de Nieve o Nat King Cole. Negros o mulatos, pues en el Tropicana sí se les dejaba actuar, no como en otros lugares en la isla por famosos y reconocidos artistas que fueran.

El caso es que todo ese glamour se ha perdido. Por lo menos en el espectáculo que se puede ver en la actualidad. Comenzando por el vestuario. Mal rematado en el caso de los crooners y cantantes. Y no siempre ajustado en el de los bailarines. Aunque es cierto que se intenta darle un toque de color y fantasía afrocubana buscando el espectáculo.

Un espectáculo que se apoya llenando de gente la escenografía, cuanto más mejor, y distribuyendo cantantes y bailarines por escaleras con un criterio estético que para unos resultará demodé y para otros vintage. Y mucho tocado, capa, y enseñar cuerpo.

  Una bailarina de Tropicana.Antonio Hernández Nieto

Bailar no bailan mal, hay que tener en cuenta que algunos vienen del cuerpo de baile del Ballet Nacional de Cuba. Cantar tampoco lo hacen mal. Sobre todo, el cantante que vestido de un traje negro de lentejuelas se deja la vida y la voz en Evidencias, el gran éxito de Ana Gabriel que incluso hay entre el público gente que lo corea. Aunque lo mejor es su orquesta. Pero la música no acaba de sonar bien, fundamentalmente por el tipo de sonorización, al estilo de concierto de pop en un estadio, por lo que se distorsiona y muchas veces no se entiende la letra.

Se podría decir que es un espectáculo al que le falta actualizar su dramaturgia y adaptar la coreografía a las capacidades y características de los bailarines. Hacer una revisión profunda de qué y para qué se hace para decidir cómo hacerlo. Aunque sea un espectáculo homenaje a la historia de la sala. O, hacer un recorrido por la canción popular afrocubana. Independientemente de que trate el tema de la esclavitud en la isla, de personas negras traídas a la fuerza de África como mano de obra para los ingenios, es decir, las empresas azucareras que los españoles tenían en Cuba en el siglo XIX.

Quizás sea esta parte la que más gusta porque es la más narrativa. La menos entregada a la fantasía sin sentido, más allá de poner una canción de forma rutinaria en escena. En general, recuerda a las antiguas revistas españolas. Ese espectáculo de canciones con un mínimo argumento, actores famosos y vedettes y bailarinas llenas de plumas y enseñando lo que se podía enseñar en la dictadura franquista bajando escaleras tan populares en el pasado en España pero que han sido borradas de la cartelera por su falta de actualización y de actualidad. Una actualidad que para los asistentes procedentes de distintas partes del mundo no parecía haber perdido.

Primer acto de 'Giselle'.Antonio Hernández Nieto

¿Ocurre lo mismo con el ballet clásico? No, no ocurre lo mismo. El ballet cubano mantiene el nivel de atenerse a la nueva producción de Giselle, basada en la coreografía clásica de Alicia Alonso que Laura Alonso, su hija y directora de Prodanza, ha estrenado la semana pasada. Y de la que es coreógrafa y también tiene un pequeño papel como la madre de Giselle. Encargándose de cambiar algunos gestos que se pudiesen malinterpretar en la actualidad y dando cabida a bailarines mulatos que tenían vedados este tipo de roles en el ballet cubano.

Un ballet romántico que comienza contando como una inocente campesina en Europa es embaucada por un aristócrata que se disfraza de campesino para poder campar a sus anchas por los pueblos y liarse con toda la que se le antoje. Y esta vez se le antoja Giselle que se enamora de él, a pesar de que su madre le avisa que frene, que tanta rapidez no es buena, porque para animarla ya están las amigas.

Así que Giselle deja compuesto y sin novia al guardabosques que bebía los vientos por ella y se había camelado a la madre. Y este, en el despecho descubre que el campesino no es quien dice ser y lo hace público durante las fiestas del pueblo delante de todos. Con la suerte de que se encuentra entre los invitados a la fiesta la prometida del aristócrata disfrazado de campesino. Al saberlo, Giselle enloquece hasta morir.

Esta primera parte no deja de tener, como coreografía clásica que es, ese aspecto de cartón piedra y un hieratismo en los pocos bailarines que no bailan, que solo hacen gestos y tienen presencia en escena. Algo que desconcertará a las personas menos habituadas al ballet romántico, a no ser que les guste la pantomima. Tampoco ayuda el exceso de acrobacia tanto en el bailarín principal, Abraham Quiñones, como en la parte masculina del cuerpo de baile. Que puede que no acabe de agradar a la crítica pero puede que guste mucho al público.

  Las Willis en 'Giselle'.Antonio Hernández Nieto

Así que comienza el intermedio con la sensación de que ha estado bien, sin más, a lo mejor demasiado acrobático, y se entra al segundo acto con poco entusiasmo. Acto en el que se da la vuelta a la tortilla por varios motivos.

El primero la historia. Se supone que Giselle se ha convertido en un espíritu del bosque, una de la Willis. Mujeres que murieron solteras y vírgenes antes de casarse, que quieren vengarse de todos los hombres que las dejaron en esa situación. Esta vez elijen como objetivo al aristócrata que se disfrazaba de campesino, que ha descubierto que el amor que siente por Giselle no era flor de un día por lo que se presenta en la tumba que se encuentra en el bosque para honrarla.

Puede ser todo ese mundo de ensoñación, o la intervención de la bailarina Haden Pérez como Myrtha, reina de las Willis, y a Patricia Hernández que hace de Giselle. El caso es que aquello comienza a interesar y a entusiasmar. No solo por la disciplina con la que se interpreta la coreografía, sino porque se olvida que están bailando y solo se disfruta de la belleza coreográfica, de la ejecución natural del baile, de su normalización a pesar de la artificiosidad del mismo y más cuando se hace de puntas o se exigen posiciones de piernas y cuerpos que parecen imposibles. A lo que acompaña mucho el vestuario de este segundo acto. Y que explica la expectativa que había en el patio de butacas con este ballet y la fuerte y larga ovación que recibieron.

Así que esta vez ha ganado el ballet (de Prodanza) sobre la danza de Tropicana. Y aunque ambos parecen alejados en formas y en tiempos, hay que recordar que el ballet clásico en Cuba, además de exportar bailarines a todo el mundo, nutre a los cuerpos del baile de Tropicana y de otros cabarets, que intentan imitarlo en pequeñas poblaciones como Cienfuegos. Incluso nutren las trovas cubanas en las que una vez que se les acaba la carrera profesional, se ganan un dinero bailando en ellas o dando clases para turistas.

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Como el dramaturgo Anton Chejov, me dedico al teatro y a la medicina. Al teatro porque hago crítica teatral para El HuffPost, la Revista Actores&Actrices, The Theater Times, de ópera, danza y música escénica para Sulponticello, Frontera D y en mi página de FB: El teatro, la crítica y el espectador. Además, hago entrevistas a mujeres del teatro para la revista Woman's Soul y participo en los ranking teatrales de la revista Godot y de Tragycom. Como médico me dedico a la Medicina del Trabajo y a la Prevención de Riesgos Laborales. Aunque como curioso, todo me interesa.

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