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El cordón sanitario salta por los aires

El cordón sanitario salta por los aires

"La derecha democrática está abdicando de su tradicional solidez y se ha vuelto líquida, relativista, condescendiente con corrientes extravagantes que prescinden de los valores fundamentales del modelo democrático".

Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión EuropeaPhilipp von Ditfurth / picture alliance via Getty Images

Tras la Segunda Guerra Mundial, se instaló en Europa Occidental el llamado consenso socialdemócrata, que giraba en torno del estado social que se basaba en la democracia política, en el estado de bienestar resultante de la redistribución y en la regulación económica que otorgaba ascendiente al Estado y facilitaba el compromiso entre las clases sociales. En 1959, el SPD, partido socialdemócrata alemán, realizó en el congreso de Bad Godesberg un importante viaje hacia el demoliberalismo con su abandono del marxismo y su abrazo a posiciones centristas, con las que le fue fácil mantener una dialéctica creativa con el centroderecha. Era el modelo keynesiano que deparó en la Europa democrática más de medio siglo de prosperidad.

Aquel sistema dio estabilidad a las democracias occidentales prácticamente hasta la gran crisis económica y financiera de 2008, si bien en su tramo final había sido ya advertida una sutil decadencia que generó una especie de modernidad líquida. El término fue acuñado por Zygmunt Bauman, quien en un célebre ensayo del 2000 describió con pesimismo realista la sociedad contemporánea como fluida, inestable y caracterizada por la fragilidad de los vínculos y la constante necesidad de adaptación a una evolución improvisada. Para constatar aquel proceso, el autor analizó cómo los valores, las instituciones y las relaciones personales habían perdido su solidez tradicional, asemejándose a la forma de un líquido que tiende a escapar por cualquier intersticio, en contraposición a la estabilidad de la "modernidad sólida".

Cuando se empezó atisbar la primera gran crisis del siglo XXI, en un contexto predominantemente liberal que había estado detrás de la desregulación tóxica que acabó provocando el crash, los economistas pensaron que la opinión pública, que había virado hacia la indolencia o el conservadurismo, regresaría al abrigo de la socialdemocracia. Pero no fue así en absoluto: el SPD experimentó un gran varapalo en las elecciones alemanas del 2009 y en lo sucesivo nacieron y se desarrollaron nuevas formaciones extremistas, tanto a babor como a estribor del espectro ideológico, lo que parecía presagiar un declive de las dos grandes ideologías hegemónicas. La extrema derecha, en concreto, reforzó su inquietante ascenso (en 1972, Le Pen arrancaba en Francia con su Frente Nacional, pero su auge ha llegado después de la crisis), si bien en los principales países de Europa se había mantenido un “cordón sanitario” que impedía al centroderecha entenderse políticamente con la extrema derecha. En Francia y en Alemania, concretamente, pervive la citada barrera ideológica, bien es verdad que mantenida con escaso entusiasmo y en medio de una cierta perplejidad.

El éxito de la comunidad internacional que ha conseguido preservar la estabilidad global durante ochenta años después de dos brutales guerras mundiales (con graves conflictos regionales, desde luego, pero sin comparación con los precedentes mundiales) se ha debido a que los extremismos ideológicos han permanecido embridados. Es decir, se ha conseguido mantener un consenso mínimo sobre las reglas del juego político, de tal modo que el centro derecha y el centro izquierda se han turnado pacíficamente en el poder democrático. Pero últimamente estamos al borde de una ruptura en la Unión Europea que podría romper definitivamente el ya maltrecho pero todavía vigente consenso centrista. En Bruselas, el pasado miércoles, 12 de noviembre, los negociadores del Partido Popular Europeo (PPE) y los del grupo de Socialistas y Demócratas (SD), representados por los portavoces respectivos, Jörgen Warborn y René Repasi, desistieron definitivamente de las conversaciones sobre un paquete de medidas legales para recortar las normas ecológicas corporativas para las empresas, un empeño de la extrema derecha que ha encontrado eco en la derecha democrática de Ursula von der Leyen. El centro izquierda (SD, Renew y los Verdes) no está dispuesto a ceder.

Las propuestas del PPE, de aprobarse, elevarían significativamente los umbrales de tamaño de las empresas sujetas a las ambiciosas normas medioambientales de sostenibilidad corporativa y diligencia debida, de modo que solo aquellas con más de 1.750 empleados y unos ingresos de 450 millones de euros al año tendrán que cumplirlas. La Comisión había propuesto fijar el umbral en 1.000 empleados. Y la postura del PPE supone evidentemente un retroceso en la lucha para contener el cambio climático. Pero, además, representa por primera vez el acuerdo de la derecha democrática (PPE) con la extrema derecha (Patriotas y Europa de las Naciones Soberanas) que prevalece sobre el clásico consenso ente el centro derecha y el centro izquierda. El cordón sanitario ha saltado poros aires.

La derecha democrática está abdicando de su tradicional solidez y se ha vuelto líquida, relativista, condescendiente con corrientes extravagantes que prescinden de los valores fundamentales del modelo democrático. Si la divergencia persiste, será improbable que los demócratas más estrictos del arco parlamentario transijan con la pérdida de los grandes valores que ilustran la tradición humanista europea, que hoy aparece mermada por traiciones inconcebibles.

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Mallorquín, de Palma de Mallorca, y ascendencia ampurdanesa. Vive en Madrid.

 

Antonio Papell es ingeniero de Caminos, Canales y Puertos del Estado, por oposición. En la Transición, fue director general de Difusión Cultural en el Ministerio de Cultura y vocal asesor de varios ministros y del Gabinete de Adolfo Suárez. Ha sido durante más de dos décadas Director de Publicaciones de la Agencia Española de Cooperación Internacional (Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación). Entre 2012 y 2020 ha sido Director de Comunicación del Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos y director de la centenaria Revista de Obras Públicas, cuyo consejo estuvo presidido en esta etapa por Miguel Aguiló. Patrono de la Fundación Caminos hasta 2024, en la actualidad es asesor de la Fundación. Ha sido durante varios años codirector del Foro Global de la Ingeniería y Obras Públicas que se celebra anualmente en colaboración con la Universidad Internacional Menéndez y Pelayo en Santander.

 

Fue articulista de la agencia de prensa Colpisa desde los años setenta, con Manu Leguineche; editorialista de Diario 16 entre 1981 y 1989, editorialista y articulista del grupo Vocento desde 1989 hasta el 2021; y después de unos meses como articulista del Grupo Prensa Ibérica, es articulista del Huffington Post. También publica asiduamente en el diario mallorquín Última Hora. Ha sido colaborador del Diario de Barcelona, El País, La Vanguardia, El Periódico, Diario de Mallorca, etc. Ha participado y/o participa como analista político en TVE, RNE, Cuatro, Punto Radio, Cope, TV de Castilla-La Mancha, La Sexta, Telemadrid, etc. Ha sido director adjunto de “El Noticiero de las Ideas”, revista de pensamiento de Vocento. Ha publicado varias novelas y diversos ensayos políticos; el último de ellos, “Elogio de la Transición”, Foca/Akal, 2016.

 

Asimismo, ha publicado para la Ed. Deusto (Planeta) sendas biografías profesionales de los ingenieros de Caminos Juan Miguel Villar Mir y José Luis Manzanares. También es autor de un gran libro conmemorativo sobre el Real Madrid: “Real Madrid, C.F.: El mejor del mundo” (Edit. Global Institute).