'Jasón y las furias' o el arte de tomar distancia para poder hablar de lo que pasa
Opinión
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'Jasón y las furias' o el arte de tomar distancia para poder hablar de lo que pasa

Un estreno absoluto en el Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida.

Las furias en 'Jasón y las furias'Festival de Mérida y Jero Morales

Cuando uno se desplaza fuera de su lugar de residencia para ver teatro, llama la atención cómo las convocatorias hechas por las compañías locales en los grandes festivales no siempre tienen la atención crítica de los medios nacionales. Da igual el currículo que tengan, su experiencia, los premios. Los medios locales, están ávidos por verla y hablar de ella en la misma medida que los nacionales brillan por su ausencia.

Esto es lo que ha pasado con Jasón y las furias, con la excepción de RTVE. Un estreno absoluto con la que la compañía extremeña Teatro del Noctámbulo clausura la 71 edición del Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida. Da igual que sobre el papel la cosa prometa por los motivos que señalan a continuación.

Por ser una obra de Nando López, dramaturgo, novelista y editor con un montón de seguidores, sobre todo jóvenes, ávidos de conocer y tener noticias suyas. Por estar dirigida por Antonio C. Guijosa, cuyos espectáculos siempre han suscitado el interés del público, la crítica y el sector. Por estar protagonizada por José Vicente Moirón y Carmen Mayordomo. El primero con una larga carrera de logros, sobre todo teatrales. La segunda, una actriz muy activa y apreciada en la escena madrileña, que lo mismo te protagoniza una obra social en Teatro del Barrio que una comedia popular en el Lara.

Nada de esto ha sido suficiente para atraer a los profesionales de otras regiones. En su descargo se puede decir que probablemente todos estos factores hacen que la obra tenga muchas probabilidades de girar y de ser programada en Madrid más pronto o más tarde. Aunque sea en esa versión reducida del Festival de Mérida que se hace en el Teatro Bellas Artes todos los años.

  Foto post 593 - José Vicente Moirón en Jasón y las furias - © Festival de Mérida y Jero MoralesFestival de Mérida y Jero Morales

Es cierto que esta compañía no trabaja un tipo de teatro rompedor en las formas. De ese que se considera a la última. En ese sentido son tradicionales, como también lo son en los textos. Estando atentos a la actualidad de la dramaturgia contemporánea bien escrita y hecha que trata de contar historias de hoy.

Lo anterior, lo de contar historias de hoy, no parece que case muy bien con Jasón y las furias. Ni por su procedencia, la literatura y el teatro griego clásicos, ni por la época ni el lugar en el que se sitúa la acción.

Estamos en la Antigua Grecia. Más concretamente en Corintio. Allí el héroe Jasón, anuncia su boda con Creusa, hija del rey Creonte. El anuncio enfurece a Medea, semidiosa y nieta del sol, actual esposa de Jasón y madre de sus dos hijos. Sin cuya participación, incluido el asesinato de su padre y de su hermano, él no hubiese podido conseguir el mítico vellocino de oro.

Medea intenta convencer a Jasón de que vuelva con ella. Pero él se niega y ella contrataca amenazando con matar a sus hijos. Es ahí cuando Jasón comenzará a mover el culo para que la destierren, pero quedándose con los niños. Incluso recurrirá a Creusa, su nueva prometida, para intentar convencer a Medea que lo mejor es que sus hijos se queden con ellos. Da igual, las furias vengativas de Medea se han despertado y se las harán pasar canutas a Jasón.

  Foto post 593 - Las furias atormentando a Jasón - © Festival de Mérida y Jero Morales

Primero mandándole al infierno, donde le someterán a tres pruebas en las que el héroe tendrá que demostrar su honestidad identificando sus errores con respecto a la relación que ha tenido con tres mujeres de su vida: su madre, Medea, su esposa, y Creusa, su amante. Figuras no elegidas al azar, sino siguiendo un patrón masculino de comportamiento que independientemente de que sea real, se comparte en tanto en el imaginario colectivo como en la ficción. Segundo, dictando sentencia, condenándolo a entenderse con Medea. A mediar entre ellos.

Quitando esa referencia a la violencia vicaria, esta vez ejercida por una mujer contra su esposo, parece que poco o nada tendría que ver con la actualidad. Nada más lejos de la realidad. Nando López ha tratado con esta obra de hablar de las relaciones amorosas y sentimentales entre hombres y mujeres en la actualidad. Y de cómo no se pueden entender los comportamientos y las formas de pensar de los jasones actuales, a los que se les educa con modelos de héroes, sin comprender ni entender los comportamientos y las formas de pensar de las medeas, a las que se las educa con modelos de madres, con las que se relacionan.

Como la tragedia que es, la conclusión a la que llega la obra no es nada halagüeña. Y que no se cuenta para no hacer espóiler. Aunque sí que debería dar para hablar y mucho sobre hombres, mujeres y viceversa. Pues con ese ejercicio de distancia, al colocar la trama en la Antigua Grecia, sus historias y sus mitologías, permite superar ese apego que se tiene a la actualidad para tratar cualquier tema. Permitiendo acallar al cuñao que todo el mundo lleva dentro, ya que se sepa por ahora la relación entre Jasón y Medea no está en la refriega política.

Puede que lo que se haya contado haga pensar que la obra es complicada. Sin embargo, fluye como una película clásica. Con el planteamiento (del conflicto), el nudo y su desenlace. A lo que contribuyen todos los factores que se nombraron al principio: su escritura, su dirección y la actuación, no solo de los dos intérpretes citados, sino de todo el elenco.

  Foto post 593 - Carmen Mayordomo en Jasón y las furias - © Festival de Mérida y Jero Morales

Y, aunque hay momentos en los que se piensa que Moirón/Jasón no se ha quitado todavía al personaje de su último éxito, Jerusalem, la mayoría de las veces da la impresión que le ocurre como a otros y reconocidos grandes de la interpretación teatral. Es decir, tiene su estilo, sus formas y sus maneras de hacer. Elementos que les dan su carisma en escena y por las que el público va a verlos una vez sí y otra también.

Hay otros factores que también influyen en esa fluidez. Por un lado, el uso de la música, bien elegida y colocada de forma incidental. Huyendo de esos efectos de sempiterna e inacabable banda sonora al que se suele recurrir últimamente en teatro.

Por otro, la inteligencia en el uso del espacio escénico que ofrece el Teatro Romano de Mérida. Pues, aunque los elementos escenográficos que se usarán en otros teatros a la italiana están presentes y son claves para delimitar espacios condicionando la palabra y la acción, han sabido dar con la iluminación y los movimientos para que quien haya elegido ir a ver esta obra tenga una verdadera experiencia de lo que es ir a ver teatro en un lugar como este.

Sí, los profesionales de los medios nacionales se lo perdieron. Pero los locales no. Pudiendo celebrar a uno de los suyos. Y ser testigos para contarlo de la reacción del público a lo largo de la función. Que, descontados esos espectadores que no pueden dejar de consultar el móvil, moverse o hablar con su acompañante, así les maten, le ha dado a este estreno la ovación más larga de esta 71 edición. Al menos es lo que informa Eloy López Sánchez, periodista local que lleva esta contabilidad con la diligencia que le permite el haber grabado con su móvil los aplausos de todos los espectáculos que han pasado por esta y otras ediciones.

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Como el dramaturgo Anton Chejov, me dedico al teatro y a la medicina. Al teatro porque hago crítica teatral para El HuffPost, la Revista Actores&Actrices, The Theater Times, de ópera, danza y música escénica para Sulponticello, Frontera D y en mi página de FB: El teatro, la crítica y el espectador. Además, hago entrevistas a mujeres del teatro para la revista Woman's Soul y participo en los ranking teatrales de la revista Godot y de Tragycom. Como médico me dedico a la Medicina del Trabajo y a la Prevención de Riesgos Laborales. Aunque como curioso, todo me interesa.

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