'La desconquista' y los primeros calzonazos (que no serán los últimos)
¿La expectación se ha correspondido con el resultado? Sí. Lo ha hecho.

El estreno absoluto de La desconquista en el Festival Hispanoamericano del Siglo de Oro – Clásicos en Alcalá ha agotado entradas para el Teatro Salón Cervantes. Natural, es la nueva producción de Ron Lalá que no tiene fans, sino lo siguiente, como se pudo comprobar en el encuentro con el público que siguió a la función.
Gentes venidas no solo de Alcalá de Henares. Ciudad que junto con Madrid es el único lugar donde se han podido ver todas las producciones de esta compañía, a la que se añade una más. Un Don Juan en Alcalá que el Ayuntamiento le encargó en 2018 y que solo se ha podido disfrutar aquí.
¿La expectación se ha correspondido con el resultado? Sí. Lo ha hecho. Pues es la obra con el espíritu más ronlalero de sus últimas producciones. Cercana al exitazo de Siglo de Oro, siglo de ahora (folia).
Es decir, que tiene el verbo florido y fluido de la comedia estilo de los clásicos de Álvaro Tato, cercano al de La venganza de don Mendo, pero con contenido. Que va mucho más allá de la rima por la rima y el ripio jocoso. La acertada dirección de Yayo Cáceres que te puede llevar de la risa a la emoción sin transición y el público seguirle. Como ocurre cuando mete el número de la Nana de Felipillo II. La dirección musical de Miguel Magdalena Y un elenco que está sembrao.

Todo ello al servicio de una comedia que cuenta la llamada conquista de América por la España de un tiempo que ya nos parece muy lejano. Una conquista que hicieron más bien don nadies e iluminados tratando de convertir a los indios en lo que no eran. Unos ganapanes que vieron la oportunidad de enriquecerse, a pesar de los riesgos de tifones, tiburones, piratas ingleses, hambre, sed y mosquitos. A pesar de tener que vivir y quedarse a la intemperie.
Hombres, y solo hombres según lo que se cuenta, que se embarcaban con lo puesto y consigo mismos. Un viaje en el que descubrían que si querían conseguir sus objetivos o lo hacían juntos o los nativos se los comerían con las entonces denostadas, por saborías, patatas.
Divertidísima la canción que acompaña a este número, que acaba con estos españolitos discutiendo si la tortilla de la ídem tiene que ser con o sin cebolla. ¿Podría haber acabado de otra manera? Quizás uno de los momentos más jocosos de la función por donde pasan las patatas fritas Ruffles, o las Matutano, referencia para los más mayores, y todo lo que el tubérculo pudiera dar y se pudiera hacer en casa o comprar en el super del barrio o en el chino.

Porque esa es otra característica del humor que practica Ron Lalá. Es un humor popular, cercano al gran público, en el que se evita la ofensa por la ofensa, pero no la crítica a la actualidad y a los comportamientos sociales. De nuevo, esta obra que sucede en el siglo XV, viene a ser un ejemplo. Para muestra varios botones con la breve referencia a los móviles y su visible presencia en las butacas o a la astracanada política en la que se vive en la actualidad.
Y sin evitar los temas polémicos de esa conquista. Mostrando los dos puntos de vista de esta. El de los conquistados y el de los conquistadores. Con la que consiguen una de las más bellas escenas de la función y, a la vez, más simples. En el que el dios Huitzilopotchli reclama lo que es suyo, su cultura y recrimina la forma en la que son tratados, y Fray Pío lo que a gentes como él le mueven a acudir a aquellas tierras y lo que supone esa vocación.
Entre canciones, rimas y remos, los tres protagonistas de la función que se habían embarcado en una goleta que había vivido mejores tiempos, y los cronistas e historiadores, que comentan el viaje bebiendo y volviendo a beber de las fuentes más fiables que hallan, las famosas y poco leídas Crónicas de Indias, logran llegar a tierra.
Allí, declaran la fundación de un país que pertenece al Reino de España, ampliando el imperio. Eso significa que hay que marcarlo. Ponerle una seña que indique la pertenencia. Pero como no tienen bandera que la han perdido, uno de ellos ofrece sus calzones, y el país se llamará Calzona y sus habitantes se llamarán, sí lo ha adivinado, calzonazos. Una de las más sutiles y directas críticas a cualquier nacionalismo.

Ah, y no se preocupen por el spoiler, porque lo importante no es el contenido sino como lo hacen en escena los actores Juan Cañas, Diego Morales y Daniel Rovalher con sus fieles escuderos, el citado Miguel Magdalena y Luis Retana, apodado el becario pues se ha incorporado recientemente a la compañía. Pues mucho de lo que se cuenta en esta obra está al alcance de cualquiera expuesto a las noticias y/o tenga un mínimo de alfabetización.
Desde lo que hoy se llamaría una campaña de marketing contra el imperio, la famosa leyenda negra, hasta lo duras que eran las travesías en aquellos tiempos, pasando por la temida Inquisición. Que ellos son capaces de incluir en mitad de la historia de una pequeña huerfanita criada por las monjas mezclada con una historia de transición.
¿Qué que tiene que ver lo último con la historia que se ha contado? Pues tiene. Y si no lo creen, vayan a verla. Este verano no paran. Tienen una gira larga y extensa por los pueblos de España que, no incluye, por ahora, las grandes capitales teatrales como Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla o Bilbao. Una gira en la que conseguirán que muchos espectadores y espectadoras se nacionalicen como calzonazos. Y tan felices, contentos y chirigóticos que lo harán.