Torre Pacheco vive una nueva jornada de tensión marcada por el fracaso de la convocatoria de la extrema derecha
Los manifestantes ultras, apenas un centenar, se dedicaron este martes a insultar a la prensa. En el barrio de San Antonio, los vecinos marroquíes denuncian las agresiones y la provocación de la extrema derecha.

A unos 800 metros de la plaza del Ayuntamiento de Torre Pacheco, donde un centenar de ultras acorrala a los periodistas, un nutrido grupo de vecinos marroquíes de la localidad se reúne en la esquina del bar Nuevo, cerca del descampado en el que se levanta aislada la piscina municipal cubierta, en el barrio de San Antonio. Son las 21.00 horas del martes y, tras varias noches de altercados provocados por activistas de extrema derecha, debaten sobre la mejor manera de responder al hostigamiento. Algunos, como Abdolali, pachequeño desde hace 25 años, pide a los más jóvenes que se queden en casa y no respondan con más violencia. Otros, como Yaya, vecino del barrio desde febrero de 1993, creen que no es posible hacerlo. "Si el otro día no les hubiéramos parado, habrían entrado en nuestras casas. Intentaron hacerlo", relata. A su hijo, menor de edad, le golpearon los ultras. "¿Qué se supone que debo hacer? ¿Dejar que le pisen la cabeza?", pregunta.
A pesar de la divergencia, ambos coinciden en que la convivencia en Torre Pacheco había sido pacífica hasta ahora. Al menos desde 1998, cuando, según recuerda Yaya, unos nazis de cabeza rapada aparecieron en el barrio. "Me tiraron una piedra y me hirieron en la nariz", rememora. Pero desde entonces nunca había sucedido nada parecido. A su lado, un joven marroquí describe los hechos acaecidos desde la agresión a un hombre de 68 años: "En redes sociales comenzaron a señalarnos como los culpables. Los primeros en atacarnos fueron los ultras del barrio, a quienes todos conocemos, y a partir de ahí ya vinieron todos de fuera". Otro hombre le interrumpe: "Nosotros somos los primeros que rechazamos a quienes son capaces de pegar a una persona mayor". Pero nadie les dio tiempo a explicarse, o a mostrar su repulsa. La ultraderecha les puso en la diana.
Omar es un joven pachequeño que vive en el pueblo desde hace 20 años. Se ha criado en la ciudad y ha estudiado y jugado tanto con niños marroquíes como españoles. Cada uno de los veinte años que ha pasado en Torre Pacheco los ha vivido "con tranquilidad", más allá de los tropiezos propios de cualquier adolescencia. Desde la esquina del bar Estambul, una suerte de entrada al barrio de San Antonio, cuenta cómo actuaron los ultras estas últimas noches. "Cuando aumentó la presencia policial, llegaban en coches sin que se les viera, se bajaban y si veían algún comercio o a un grupo de marroquíes, iban a por ellos". Es lo que la extrema derecha llama "acciones relámpago". Este martes, para evitarlo, la Guardia Civil acordonó el barrio y desplegó un buen número de efectivos de los GRS, su equipo de élite, además de sobrevolar un dron sobre la zona.
En el interior del barrio de San Antonio aún se puede ver el resultado de las agresiones ultras. El kebab que fue asaltado permanece cerrado, pero no es el único. Abdolali es propietario de una tienda y, para protegerla de futuros ataques, ha optado por bajar la verja. "Estoy perdiendo dinero", lamenta. En una pequeña plaza, un Peugeot gris descansa con los cristales rotos y el golpe de una pedrada en la luna delantera. "No es el único que está así", comenta al lado Nabil, un marroquí que habita en Torre Pacheco desde hace ya 25 años. "Yo solo quería tener una vida mejor. Vine a España y me dijeron que en Torre Pacheco podía encontrar un trabajo. Eso es lo que quería, trabajar y tener una vida", explica. Nabil no comprende el discurso de odio contra los marroquíes: "Dicen que no valemos y que nos tenemos que ir del país, ¿por qué tienen que generalizar así?"

Buena parte de los vecinos del barrio guarda en sus móviles vídeos y fotografías de las agresiones sufridas. Muestran, por ejemplo, la paliza que varios ultras propinaron a un menor de edad. "¿Era español, sabes?", dicen. Sentados en una acera, un grupo de jóvenes intenta seguir lo que sucede en la plaza del Ayuntamiento. "El Desokupa se ha ido, ¿verdad? Lo único que busca es lanzar su mensaje de odio", comenta uno. Para negar que ellos sean los que buscan el conflicto, explican que, de querer hacerlo, podrían haber acudido a la manifestación. "Son ellos los que vienen a nuestro barrio", denuncian.
En un lateral del edificio del Ayuntamiento, un armatoste sin apenas ventanas, un cada vez más reducido grupo de ultras continúa con su presión sobre los periodistas. Nadie sabe muy bien qué pasa. "Ellos están aquí porque nosotros estamos aquí, y nosotros estamos aquí porque ellos están aquí", resume con ironía una periodista. Unos pocos agentes de la Guardia Civil impiden que la coacción vaya a más después de que una turba envalentonada persiguiera durante diez minutos a una reportera del programa Malas Lenguas, de La 1, sin protección policial alguna. Mientras algunos manifestantes profieren insultos, otros observan en silencio. Son altos, están fuertes y visten tatuajes con simbología nazi. Algunos llevan un casco de moto en el codo.
Pasadas las 22.30 horas, casi a las 23.00 horas, ya no hay concentración, si es que llegó a haberla. Es el momento en el que en el barrio de San Antonio un buen número de jóvenes comienza una espera incesante. Muchos no dormirán. No saben si aparecerán los ultras. "Si lo hacen, nos defenderemos otra vez", sentencian.
