Laurențiu, agricultor, abandona la agricultura tras acumular 60.000 euros de deudas: "Tenía miedo de perder mi casa"
“Te lo juegas todo".

Laurențiu Maros, agricultor de la comuna de Barcea, ha tomado una de las decisiones más difíciles de su vida: abandonar la agricultura tras casi 15 años de trabajo, arrastrado por una deuda que llegó a alcanzar los 60.000 euros después de tres años consecutivos de sequía extrema.
Durante más de una década, Maros se dedicó al cultivo de tierras agrícolas, una actividad que, según explica, siempre ha estado marcada por la incertidumbre climática y financiera. Sin embargo, los últimos tres años fueron decisivos.
La falta de lluvias arruinó cosechas enteras y le obligó a endeudarse de forma constante para poder seguir adelante. A los préstamos bancarios se sumaron créditos de instituciones financieras no bancarias, con intereses que podían llegar al 12% o incluso al 15%, lo que terminó por ahogarlo económicamente.
El miedo a quedarse sin nada
“Seguí pidiendo préstamos al banco y a las IFN. Tenía miedo de perder mi casa. Eso fue lo que me hizo cerrar”, reconoce a la revista Ferma. Para evitar un embargo y quedarse sin techo, Laurențiu empezó a vender aquello que había construido durante años con esfuerzo.
En concreto, se deshizo de un tractor, una azada y varias máquinas más, además de ceder una parte importante de sus tierras. “Para no perder mi casa, vendí el equipo y casi la mitad del terreno”, explica. De las 80 hectáreas que llegó a trabajar, hoy solo conserva 49. Desde el otoño pasado, la actividad está completamente paralizada ya que no ha sembrado nada y la granja ha quedado cerrada.
Una gran deuda
Maros inició su actividad agrícola en 2011 bajo la forma de Empresa Individual, una modalidad que implica responsabilidad ilimitada. Esto significa que, en caso de impago, no solo responde la empresa, sino también los bienes personales del agricultor. “Te lo juegas todo. Por eso tengo que parar antes de que sea demasiado tarde”, explica, consciente del riesgo que corría su patrimonio familiar.
Aunque la deuda inicial alcanzó los 60.000 euros, tras las ventas realizadas ha conseguido reducirla hasta unos 12.000 euros pendientes. A pesar del golpe emocional y económico, Laurențiu intenta mirar hacia adelante con cierta esperanza. “No me caí al suelo, me levantaré y seguiré adelante. Haré otra cosa”, afirma.
Su plan ahora pasa por reinventarse profesionalmente. Una vez saldadas las deudas y cerrada definitivamente la granja, quiere formarse para trabajar como conductor profesional. Cuenta con todos los permisos de conducir y ve en el transporte, preferiblemente con un camión TIR, una opción más estable y mejor remunerada que la agricultura, al menos en el contexto actual.
