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Alfonso, quiosquero superviviente: “Los quioscos son un punto de reunión, no se pueden perder, los necesita Madrid”

Alfonso, quiosquero superviviente: “Los quioscos son un punto de reunión, no se pueden perder, los necesita Madrid”

Su desaparición silenciosa obliga a reconvertir un negocio que resiste entre la caída de venta de prensa escrito, una clientela envejecida y la falta de relevo generacional.

Un quiosco de prensa en Madrid.
Un quiosco de prensa en Madrid.Alex Segre

Durante décadas formaron parte del paisaje urbano de las ciudades españolas como son las farolas o los semáforos. Hoy, los quioscos de prensa se apagan en silencio, uno a uno, mientras la ciudad sigue caminando deprisa. En España, el desplome ha sido paulatina y muy poco ruidosa: entre 2012 y 2021 el número de quioscos ha pasado de 7.639 a 4.252, una caída del 44% que no responde a una única causa, sino a una acumulación de golpes encadenados. Crisis económicas, desplome del consumo de diarios en papel, pandemia y una digitalización de los medios de comunicación que llegó prometiendo modernidad y ha dejado a muchos puntos de venta en el camino.

En barrios como Cuatro Caminos y Chamberí, la desaparición se palpa sin necesidad de estadísticas. Basta con pasear. Los quiosqueros lo resumen mejor que cualquier informe: “Los cierres son constantes, solo hace falta andar un rato por cualquier barrio y notarás la ausencia y presencia de quioscos cerrados”. En Madrid quedan hoy unas 473 concesiones activas, según el portal de transparencia del Ayuntamiento, la mitad que hace diez años, cuando en 2013 se contabilizaban unas 800. La sensación de final de ciclo no es retórica: muchos de los titulares de estas concesiones están a punto de la jubilación y sitúan 2027 como fecha de caducidad de muchos negocios.

La caída de las ventas de la prensa de papel no llegó tampoco de golpe, fue por desgaste. El sector editorial encadena más de una década de retroceso: desde 2010 se han perdido alrededor de 7,5 millones de ejemplares en circulación y el número de lectores de prensa impresa ha descendido un 61%. Los ingresos tampoco han aguantado el envite. Según PwC, el sector de la venta de periódicos ha acumulado una caída del 50% desde 2010 y todavía retrocedía un 2,7% en 2021. La publicidad, que sostuvo durante años a la prensa escrita, emigró a lo digital con la rapidez con la que los lectores cambiaron de hábitos.

Los quioscos, atrapados entre decisiones ajenas y rutinas que desaparecen, han tenido que reinventarse para no desaparecer. Ya no solo viven de vender periódicos. Golosinas, juguetes, café, tabaco, souvenirs, paraguas cuando llueve o pequeños productos de conveniencia se han convertido en salvavidas diarios.

Una mujer ordena revistas y periódicos en un quiosco de prensa en Madrid.
  Una mujer ordena revistas y periódicos en un quiosco de prensa en Madrid.Vicente Mendez

Alfonso regenta desde 2015 el Quiosco Triviño Blázquez y observa el panorama con la distancia de quien ya ve la jubilación en el horizonte. Lo dice sin acritud, pero sin rodeos: “Si desaparece el papel es culpa de los editores porque lo sacaron en digital y están perdiendo dinero a la vez que nosotros dejamos de ganar”, explica a Variación 21. Luego matiza, sonríe y remata su pensamiento: “Desaparecer seguro que no, aunque en papel la publicidad está impresa y no la puedes quitar. Lo gratis sale caro a todo el mundo”. Para él, el quiosco sigue siendo algo más que un punto de venta: “Los quioscos son un punto de reunión, no se pueden perder, los necesita Madrid”.

Los números que maneja son tan concretos como reveladores. Cada día recibe unos 160 periódicos y le sobran alrededor de 25, dependiendo de la jornada. Los más vendidos siguen siendo El País y ABC, por delante de otras cabeceras nacionales e internacionales. Vende más prensa diaria que revistas, aunque títulos como Hola o Pronto resisten mejor que otros. En deportes, As y Marca mantienen algo de pulso. Los cromos, en cambio, ya no son lo que eran: “Solo me compran los productos de Panini al principio de temporada, después la venta disminuye”.

El perfil del cliente también ha cambiado, y no para bien. La clientela es mayoritariamente de edad avanzada, hasta el punto de que uno de los quiosqueros admite sin dramatismo que “pierdo clientela porque lamentablemente van muriendo mis usuarios más frecuentes”. En Triviño Blázquez compra Borja, 64 años, fiel a su rutina y a su línea ideológica: “Ir al quiosco es una parte esencial de mi rutina diaria, y lo disfruto mucho”. A su alrededor, compradores entre los 50 y los 80 años. La excepción la pone una mujer de 34 que se acerca a comprar El País. En Reina Victoria, Javier, 62 años, entra solo cuando salen sus revistas de motor o informática y sentencia: “No quiero que me manipule nadie, no compro prensa”. En Santa Engracia, directamente, no entra nadie a por periódicos; una mujer compra un paraguas porque llueve.

Un quiosco de prensa en Madrid.
  Un quiosco de prensa en Madrid.CHUYN

Mientras tanto, los quiosqueros intentan organizarse. La Asociación de Vendedores Profesionales de Prensa de Madrid mantiene reuniones con grupos políticos de la Asamblea para reclamar cambios estructurales que permitan adaptar los quioscos a sus barrios, ampliar la venta de productos, explotar espacios publicitarios, incorporar pantallas digitales o incluso instalar cajeros automáticos y armarios de paquetería, un proyecto piloto que ya funciona en tres puntos y aspira a crecer.

Las ayudas municipales existen, pero saben a poco. El Ayuntamiento ha eximido del pago del canon, ha compensado al 100% la tasa de ocupación de vía pública y permite subvenciones parciales del IBI. También ha abierto la puerta a la venta de comida y bebida. Medidas útiles, pero insuficientes frente a un problema que es estructural y no coyuntural.

Alfonso sigue atendiendo con calma, charlando con quien se para, manteniendo viva esa pequeña ágora urbana que resiste entre pantallas y prisas. No habla desde la nostalgia, sino desde la experiencia. Y cuando dice que el quiosco es un punto de reunión, no lo hace como eslogan, sino como advertencia: cuando desaparece un quiosco, la ciudad pierde algo más que un puesto de prensa. Pierde un lugar donde todavía se habla.