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Durante tres años una pareja decide vivir y trabajar como nómadas digitales y ahora la vida les golpea de lleno

Durante tres años una pareja decide vivir y trabajar como nómadas digitales y ahora la vida les golpea de lleno

La realidad les devolvió al 'infierno' de nuevo.

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Un hombre con las manos en la cabeza teletrabaja en casaOlgaPankova

Cuando Benjamin Bang, de 32 años, y Morten Bjerregaard, de 38, decidieron dejarlo todo para trabajar desde cualquier rincón del planeta, creyeron haber encontrado la fórmula de la libertad. Ordenadores, billetes de avión y una buena conexión wifi: con eso bastaba para ganarse la vida entre playas tailandesas, templos de Nepal o el bullicio de la India. Lo que empezó como una escapada de seis meses se alargó hasta casi tres años.

La idea inicial era sencilla: combinar trabajo freelance para clientes daneses con el placer de descubrir el mundo. Mientras Dinamarca amanecía, ellos se instalaban frente al mar o en un café de Bangkok para trabajar hasta la noche. Cada jornada laboral financiaba la siguiente aventura. “En lugar de esperar las vacaciones, sabías que unas horas de trabajo pagaban el viaje del día siguiente”, recuerda Benjamin.

Durante ese tiempo, su rutina era tan libre como organizada. Madrugaban, exploraban, y al caer la tarde abrían los portátiles. Pasaron meses en Tailandia, semanas en Japón, y un sinfín de aeropuertos de por medio. Vivían centrados en sí mismos, alejados de las obligaciones y del estrés danés. “Nuestra vida giraba solo en torno a lo que queríamos”, admite Benjamin.

Pero el regreso al país natal les devolvió a una realidad menos exótica. Vuelven a tener horarios fijos, rutinas previsibles y el mismo ritmo de vida que dejaron atrás en 2022. “Ojalá hubiéramos traído de vuelta los buenos hábitos”, confiesa. Antes leían a diario, se levantaban con energía y sin ansiedad. Hoy intentan mantener esas costumbres, aunque cada vez cuesta más.

El invierno danés, el primero en tres años, tampoco ayuda. “Ya lo noto en el ánimo y la energía”, dice Benjamin, acostumbrado al sol del sudeste asiático. Aun así, la vuelta también ha traído cosas buenas: la cercanía con la familia, los amigos y el aprecio por detalles que antes pasaban desapercibidos. “Valoro el bienestar, poder ir al médico cuando lo necesito... y hasta que haya papeleras por todas partes”, bromea.

Aunque la etapa como nómadas digitales parece haber terminado, Benjamin no descarta repetir. “No estoy seguro de que hayamos cerrado ese capítulo”, admite. Por ahora, planean escapadas por Europa, una versión más tranquila de la vida itinerante que dejaron atrás. Pero, como dice entre risas, “si este invierno se pone muy duro, no descarto mirar vuelos a Tailandia”.

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