Cultivan el cereal milenario junto a paneles solares y los científicos realizan un descubrimiento revolucionario
Han logrado conseguir una mayor rentabilidad haciendo menos daños al suelo.

La combinación de agricultura y energía solar lleva años despertando interés como una posible solución a dos problemas globales: la necesidad de producir más alimentos y la urgencia de ampliar la generación de energías limpias sin consumir más suelo.
Sin embargo, los proyectos agrovoltaicos -aquellos que integran cultivos y paneles solares en una misma superficie- se han topado hasta ahora con un obstáculo difícil de resolver. La sombra proyectada por las instalaciones solares suele reducir el rendimiento agrícola, mientras que la vegetación puede, a su vez, limitar la captación de luz por parte de los paneles. Un nuevo estudio científico acaba de aportar una respuesta que podría cambiar ese equilibrio.
Los investigadores que analizan cómo optimizar el uso de grandes extensiones destinadas a parques solares han descubierto que una modificación relativamente sencilla en el diseño puede mejorar de forma notable tanto la producción de alimentos como la generación de electricidad. El hallazgo se centra en el espaciado entre las filas de paneles solares, un factor que hasta ahora no siempre se había considerado determinante en este tipo de instalaciones.
La clave está en la distancia
Según los resultados del estudio, separar las hileras de paneles solares al menos ocho metros permite reducir significativamente el impacto negativo de la sombra sobre los cultivos. A partir de esa distancia, la producción agrícola comienza a recuperarse de forma clara sin que la eficiencia energética se resienta. Los científicos observaron, además, que el rendimiento combinado -energía más alimentos- aumenta de manera rápida hasta los diez metros de separación. Más allá de los veinte metros, las mejoras existen, pero tienden a estabilizarse, lo que sugiere un punto óptimo desde el punto de vista técnico y económico.
Este ajuste en el diseño resuelve uno de los grandes dilemas de la agrovoltaica: cómo compartir la luz solar entre paneles y plantas sin que ninguno de los dos sistemas salga perjudicado. Hasta ahora, muchos proyectos se enfrentaban a la disyuntiva de sacrificar producción agrícola o reducir la densidad de paneles, comprometiendo la rentabilidad.
El estudio se centró en el uso de paneles solares verticales de doble cara, una tecnología especialmente adecuada para regiones de latitudes altas, donde el sol incide desde ángulos más bajos durante buena parte del año. Este tipo de paneles puede captar luz por ambas caras, lo que mejora su rendimiento incluso cuando la radiación directa es limitada.
Al mismo tiempo, los investigadores analizaron cómo diferentes cultivos respondían a esta configuración. Al probar con varias especies, descubrieron que la cebada de invierno permitía obtener la mayor producción eléctrica, mientras que la avena era la que ofrecía peores resultados en términos de generación energética. Esta diferencia se debe a la altura, densidad y comportamiento del cultivo frente a la luz y la sombra, factores que influyen tanto en el crecimiento de las plantas como en el entorno lumínico de los paneles.
El trabajo también comparó la orientación de las instalaciones solares. En latitudes altas, los paneles orientados hacia el sur demostraron captar más radiación solar que aquellos colocados de este a oeste, lo que se tradujo en una mayor producción de electricidad sin afectar de forma negativa al cultivo.
Más rentabilidad y menos conflicto por el suelo
Más allá del avance técnico, el descubrimiento tiene implicaciones económicas relevantes. La posibilidad de producir alimentos y electricidad de forma simultánea aumenta la rentabilidad de los parques solares a gran escala. En muchos casos, los propietarios de estas instalaciones pueden alquilar el terreno entre los paneles a agricultores, generando una fuente adicional de ingresos y reduciendo la resistencia social a este tipo de proyectos.
Este modelo también contribuye a aliviar uno de los debates más frecuentes en torno a las renovables: la competencia por el uso del suelo. En lugar de enfrentar agricultura y energía, la agrovoltaica permite que ambas actividades se refuercen mutuamente, siempre que el diseño esté bien ajustado.
Una pieza clave en la transición energética
A medida que el mundo avanza hacia el abandono de los combustibles fósiles y apuesta por fuentes limpias como la energía solar, optimizar cada metro cuadrado disponible se vuelve esencial. Los proyectos agrovoltaicos bien diseñados no solo ayudan a reducir las emisiones que recalientan el planeta, sino que también aportan resiliencia al sistema alimentario.
El estudio demuestra que pequeños cambios en la planificación pueden desbloquear un enorme potencial. Cultivar cereales milenarios bajo paneles solares ya no es solo una idea atractiva sobre el papel, sino una opción técnica y económicamente viable. En un contexto de presión climática y demanda creciente de recursos, este tipo de soluciones híbridas apunta a convertirse en una herramienta clave del futuro energético y agrícola.
