Los propios trabajadores expulsan al jefe de la construcción: "La vida se volvió tan dura que tuve que buscar ayuda"
El diagnóstico fue rápido y vino acompañado de medicación y terapia.
El trastorno bipolar suele ser un tema difícil de tratar en público. Sin embargo, Joni Hulkkonen, empresario de 39 años de East Savo (Finlandia), decidió que lo mejor para él era hablar con transparencia. Dueño de una empresa de reformas y colocación de azulejos que emplea a seis personas, fue diagnosticado hace dos años de trastorno bipolar. “Me había preguntado sobre mi propio comportamiento hacia los empleados y clientes, porque había cambiado radicalmente. A veces sentía que incluso los comentarios positivos eran un ataque contra mí y mi empresa”, explica para el medio local Yrittäjät.
Durante meses intentó mantenerse sobrio, pero lejos de mejorar, la situación empeoró. “El alcohol había actuado como un colchón que suavizaba los cambios de humor. Cuando lo dejé, la vida se volvió tan difícil que tuve que buscar ayuda”, reconoce. Sus propios trabajadores le animaron a tomarse un descanso al verle agotado. Ese mismo fin de semana, recorrió mil kilómetros para contar a sus amigos lo que estaba viviendo. Uno de ellos le sugirió buscar ayuda profesional. El lunes, llamó a la clínica local de salud mental.
El diagnóstico fue rápido y vino acompañado de medicación y terapia. “En la primera cita hablé 44 minutos seguidos. El terapeuta me dijo que nunca había visto a alguien analizarse tanto en ese estado”, recuerda. El primer fármaco no funcionó: le provocó arritmias y un aumento rápido de peso. Tras un cambio de tratamiento, logró estabilizar sus cambios de humor. “Es mejor mantener la medicación, porque sin ella los pensamientos girarían en una dirección más negativa otra vez”.
Con los nuevos hábitos, su jornada laboral se ha acortado. Ya no trabaja hasta la noche ni acepta obras en exceso. “La medicación ha calmado completamente mi trabajo y me ha enseñado a decir que no. Hoy en día hacemos una cosa bien y luego pasamos a la siguiente. Antes podía tener siete obras abiertas a la vez”, confiesa.
Hulkkonen compartió su diagnóstico en redes sociales y recibió una avalancha de apoyo. “Ya no he tenido que ocultar nada. He recibido ayuda revisando cosas con otras personas y encontrando nuevas perspectivas. No me he arrepentido ni un segundo de haber pedido ayuda”.
Desde entonces, otros empresarios se han puesto en contacto con él para pedir consejo. “Hay que tener el coraje de buscar ayuda con un umbral bajo. He sido un apoyo para dos conocidos que me llaman de vez en cuando. Hablarlo abre puertas. Otras personas también se han atrevido a hablar conmigo cuando yo he sacado el tema en público”.