Ni el pantano de San Juan ni las Presillas: el rincón secreto a tiro de piedra de Madrid para tus baños veraniegos
A diferencia de otros destinos más conocidos, aquí no hay chiringuitos, ni alquiler de kayaks, ni zonas de aparcamiento masivo.

En pleno verano madrileño, cuando el asfalto arde y las fuentes urbanas no bastan para sofocar el calor, muchos madrileños buscan desesperadamente un refugio acuático. Las opciones más populares, como el pantano de San Juan o las Presillas de Rascafría, se llenan hasta los topes, convirtiendo lo que debería ser una escapada relajante en una experiencia masificada. Pero existe una alternativa que aún escapa al radar de la mayoría: las pozas naturales de Puebla de la Sierra.
Este pequeño municipio, enclavado en la Sierra del Rincón —declarada Reserva de la Biosfera por la UNESCO—, es uno de los secretos mejor guardados de la Comunidad de Madrid. A poco más de una hora y media en coche desde el centro de la capital, Puebla de la Sierra ofrece un entorno natural casi intacto, donde el silencio solo se rompe por el murmullo del agua y el canto de los pájaros. Sus pozas, formadas por el curso del río Puebla, son pequeñas piscinas naturales de aguas frías y cristalinas, rodeadas de vegetación autóctona y sin rastro de urbanización.
A diferencia de otros destinos más conocidos, aquí no hay chiringuitos, ni alquiler de kayaks, ni zonas de aparcamiento masivo. El acceso a las pozas se realiza a pie desde el pueblo, a través de senderos que serpentean entre robles y fresnos. Esta caminata, de dificultad baja, es parte del encanto: permite una inmersión progresiva en la naturaleza y garantiza que solo los verdaderos amantes del entorno lleguen hasta el agua.
El baño en estas pozas no está regulado por socorristas ni delimitado por boyas, lo que exige responsabilidad y respeto por el medio ambiente. No hay papeleras ni servicios, por lo que cada visitante debe llevarse consigo todo lo que traiga. Esta ausencia de infraestructuras, lejos de ser un inconveniente, es precisamente lo que preserva la magia del lugar. Aquí no hay colchonetas inflables ni música a todo volumen: solo el frescor del agua y la sombra de los árboles.