Phillip Tierno, microbiólogo: "Esta es el plazo ideal para lavar toallas y evitar la proliferación de bacterias y hongos"
Es importante para que no crezcan bacterias, hongos y otros microorganismos.

La frecuencia con la que hay que lavar las toallas es un tema que genera muchas dudas. Una encuesta realizada a 2.200 adultos y publicada el año pasado en Reino Unido reveló que nadie sabía muy bien cuándo hacerlo, según informó la BBC.
Cerca de una de cada cinco personas dijo que las lavaba una vez al mes, un 25% lo hacía una vez por semana, y una de cada 20 después de cada baño o ducha. Por su parte, el 44% afirmó hacerlo cada tres meses o más.
Este último dato impactó a Sally Bloomfield, médica experta en higiene del hogar y en la prevención de enfermedades infecciosas: "Estoy un poco sorprendida porque uno pensaría que las toallas estarían ásperas, llenas de transpiración y serían muy incómodas de usar".
¿Cada cuánto tiempo hay que lavarlas entonces?
Bloomfield afirma que esperar mucho es un riesgo para nuestra salud: "A pesar de que pueden verse limpias, han acumulado con el tiempo millones de gérmenes y pueden ser un grave peligro para la salud de quien sea que viva contigo".
Después de cada uso, las toallas no solo absorben agua, sino también células muertas de la piel, aceites corporales y residuos de productos para el cuidado de la piel. Esto crea un ambiente perfecto para la proliferación de bacterias, hongos y otros microorganismos, a quienes les encantan los ambientes cálidos y húmedos. Por eso, ella considera que "un plazo razonable sería al menos una vez a la semana".
No obstante, lo ideal es hacerlo más a menudo. Philip Tierno, microbiólogo y profesor de la Universidad de Nueva York, explicó hace unos años en The Wall Street Journal que una toalla puede empezar a albergar bacterias después de solo dos o tres usos, con lo que conviene lavarla después de usarla esa cantidad de veces.
Además, advierte de que "si desprenden mal olor, hay microbios creciendo, así que hay que lavarla seguro", independientemente del tiempo que haya transcurrido desde la última vez.
Otros rincones de casa que son nidos de microbios
Aunque solemos asociar la suciedad con el baño, los expertos recuerdan que las zonas más contaminadas del hogar suelen estar en la cocina y en los objetos que más tocamos. Así lo explicaba el microbiólogo Víctor Jiménez Cid, catedrático de la Universidad Complutense de Madrid, en declaraciones a Mediodía COPE: “Algunos microorganismos proceden de nuestra propia piel y mucosas, y entran en casa porque nosotros los llevamos en la ropa, en los zapatos… En la cocina introducimos alimentos crudos, carne, verduras, y eso enriquece los microorganismos presentes. Si hay falta de higiene, puede haber infecciones. Pero no hay que ser hipocondríacos con la limpieza”.
El mensaje es claro: el peligro no está en convivir con bacterias (muchas son incluso necesarias para mantener el equilibrio de nuestra microbiota), sino en dejar que proliferen en lugares húmedos y con restos orgánicos. Es el caso de los estropajos, bayetas y trapos de cocina, donde la humedad persistente crea el entorno perfecto para hongos y bacterias patógenas. Por eso, Jiménez Cid recomienda enjuagarlos bien, dejarlos secar completamente y sustituirlos cada semana, incluso antes si huelen mal o están visiblemente sucios.
Las tablas de cortar también requieren atención especial. Las de plástico son algo más higiénicas que las de madera, porque son menos porosas, pero ambas deben lavarse con agua caliente y jabón tras cada uso. Además, los expertos aconsejan reservar una tabla exclusivamente para carnes y otra para frutas o verduras, reduciendo así el riesgo de contaminación cruzada.
Otro punto clave son los pomos de puertas, interruptores, mandos y móviles, que actúan como auténticos “autobuses de microbios”. Se los conoce como fómites: objetos inertes que transportan patógenos de una persona a otra. Tocarlos no es peligroso por sí mismo, pero si después llevamos las manos a la boca, la nariz o los ojos, facilitamos la entrada de virus o bacterias, como los de la gripe o el resfriado común. Una simple limpieza con toallitas desinfectantes o alcohol isopropílico puede reducir notablemente ese riesgo.
Y si volvemos al baño, las toallas merecen una mención especial. Como ya advertía la experta en higiene Sally Bloomfield, las toallas acumulan células muertas, humedad y aceites que, si no se eliminan, pueden convertirse en un criadero de microorganismos. A ello se suma lo que recuerda COPE: “Los tejidos pueden albergar microorganismos que provienen de nuestra microbiota, pero el problema aparece si se comparten o no se secan bien”. Por tanto, cada toalla debe ser de uso individual y lavarse después de dos o tres usos, o inmediatamente si desprende mal olor.
